La innovación no es el motor clave del crecimiento económico
Los libertarios podemos ser antiestatales, pero no somos en absoluto antisociales ni nos oponemos al mundo real, por muy contaminado que esté.
Los libertarios podemos ser antiestatales, pero no somos en absoluto antisociales ni nos oponemos al mundo real, por muy contaminado que esté.
El profesor Jesús Huerta de Soto pronuncia su discurso de aceptación del Premio Orden del Mérito de Argentina de este año en Buenos Aires, Argentina.
Henry Hazlitt escribió en Economía en una lección que cada generación tiene que volver a aprender las falacias económicas que el gobierno emplea al implementar malas políticas. Los neoyorquinos están a punto de aprender muchas lecciones nuevas.
En su artículo de 1990, «Un modelo de crecimiento a través de la destrucción creativa», los ganadores del Premio Nobel de 2025, P. Aghion y P. Howitt, intentan formalizar la teoría de Joseph Schumpeter sobre la «destrucción creativa». Su modelo matemático no es creativo, pero sí destructivo.
El pesimismo respecto a la IA y los sentimientos neoluditas se han vuelto cada vez más frecuentes en el discurso reciente.
Una de las grandes ironías del resentimiento anticapitalista es que la envidia y el desprecio son el resultado de un malentendido fundamental sobre la diferencia entre libertad y estatismo.
Al honrar a Mokyr, Aghion y Howitt, el Comité Nobel ha reconocido que el futuro del crecimiento depende de la innovación, y que la innovación comienza con una idea. Las ideas impulsan el progreso, y el progreso define la civilización.
La famosa frase fue pronunciada por William H. Vanderbilt, y se interpretó como que a los capitalistas no les importaban sus clientes. Vanderbilt sabía que trabajaba para sus accionistas, pero al hacerlo, tenía que atender a los pasajeros de su ferrocarril.
Una de las objeciones contra el anarcocapitalismo es que, sin la supervisión del gobierno, las empresas formarán cárteles. Sin embargo, los mercados libres tienen sus propias formas de socavar estos acuerdos.
Para comprender fácilmente las diferencias entre el socialismo, el comunismo y el fascismo —en contraste con el libre mercado— imagina que tienes dos vacas y luego piensa en lo que haría el Estado.