El presidente Trump ha prometido «miles y miles de millones» de dólares en nuevos ingresos gracias a sus aranceles, por no hablar del rejuvenecimiento económico. Las probabilidades no están a su favor, por decirlo suavemente.
La burocracia totalitaria necesita un estado constante de crisis y no hay mejor creador de crisis que las maquinaciones imperiales.
Hace cinco años, la propagación del covid-19 dio a los políticos la excusa para volverse totalmente totalitarios. Su campaña, basada en el miedo, consistió en medidas autoritarias basadas en mentiras y medias verdades.
Mientras los progresistas marxistas afirman que el «conflicto de clases» es el origen de los males sociales, el verdadero conflicto consiste en que la casta consumidora de impuestos utiliza el poder del Estado para saquear a la casta productiva que paga impuestos.
The Atlantic publicó recientemente un artículo en el que se afirma que los «desiertos alimentarios» modernos existen porque el gobierno no aplica una ley del New Deal destinada a forzar la subida de precios y ahogar la competencia.
El dinero de los contribuyentes estatales se utiliza para mantener en funcionamiento varias centrales nucleares que pierden dinero. Cada central nuclear debería considerarse un activo inmovilizado, que no necesita subvención estatal.
Los medios de comunicación están haciendo girar la historia como una patata caliente política: ¿puede el aumento de los aranceles compensar las futuras pérdidas de ingresos por la ampliación de las reducciones del impuesto sobre la renta del primer mandato del presidente Trump?
Ryan McMaken and Chris Calton examine the many ways that government intervention has driven up home prices and made affordable homes harder to find.
Aunque el poder estatal ha asfixiado a la sociedad francesa durante más de cuatro siglos, el problema se está agravando, ya que el gobierno socava deliberadamente la economía de mercado para «luchar contra el cambio climático». Los franceses no tendrán ni temperaturas frescas ni prosperidad.
El presidente Trump está imponiendo aranceles elevados sin el consentimiento del Congreso, a pesar de que la Constitución de los EEUU solo otorga al Congreso la potestad de fijar las tasas impositivas. Es hora de que el Congreso deje de redelegar sus poderes legalmente delegados.
