La acción humana es necesariamente teleológica y maximiza el valor. Cuando actuamos, buscamos hacerlo de manera coherente con nuestras valoraciones subjetivas. Sin embargo, el éxito de una acción no depende únicamente de la voluntad de una persona, sino que también requiere un juicio satisfactorio de las condiciones de la realidad. Todas las formas de intervencionismo económico, independientemente de sus intenciones, distorsionan la evaluación adecuada de la realidad o impiden que se produzcan acciones exitosas.
Vivimos en un mundo de medios finitos que podemos utilizar para perseguir nuestros objetivos. Una vez que alguien tiene un objetivo en mente, puede emplear los medios que considere oportunos para crear las circunstancias que le permitan alcanzarlo. Sin embargo, los seres humanos no somos perfectos y es posible que cometamos errores. Si quisiera un lugar donde vivir y decidiera construir una casa con cartón, no tendría una casa durante mucho tiempo. Sería una elección inadecuada de los medios para alcanzar el objetivo. Afortunadamente, los seres humanos también pueden aprender de sus errores y evitar cometer los mismos errores que antes.
En un mercado libre, los precios de los bienes y servicios reflejan información sobre las condiciones de la realidad. Si un bien tiene un precio más alto de lo habitual, es probable que haya escasez o que haya una demanda adicional. Por el contrario, un precio más bajo indica que hay una mayor oferta y/o una menor demanda. Los precios son una forma fácil de utilizar información compleja sobre el mundo y es importante utilizarlos para elegir qué medios emplear en una acción. Por ejemplo, en la construcción se utiliza acero y hormigón en lugar de titanio, a pesar de la superioridad técnica de este último. Esto se debe a que el titanio es extremadamente caro y los precios asignan los medios escasos a donde más se necesitan.
Un burócrata puede observar esto y denunciar: «Es injusto que la gente tenga que limitarse a materiales de inferior calidad para sus viviendas. ¡Todo el mundo debería poder tener una casa de titanio!». Sin embargo, aunque el gobierno tiene la capacidad de distorsionar el mercado, no puede cambiar la realidad en sí. Es probable que un límite de precios al titanio detuviera toda la producción, mientras que el suministro restante se asignaría de forma totalmente errónea. Dado que el alto precio de una materia prima indica que solo se utiliza donde más se necesita, todos los usos más valiosos del titanio serían inalcanzables, ya que se desperdiciaría donde es menos urgente.
El factor que distingue entre un error normal y una intervención económica es que esta última provoca problemas sistémicos en relación con las acciones de las personas y no puede corregirse por sí misma. En el primer ejemplo de la casa de cartón, el futuro propietario solo tiene que darse cuenta de la insensatez de utilizar materiales no duraderos en la construcción de su casa para superar el problema. Probablemente empleará cualquier material económico, como la madera o el acero. Las personas del segundo escenario no pueden explicar el problema causado por el límite de precios. Los precios reflejan información sobre la realidad, y cualquier constructor elegiría el material superior en lugar del inferior por el mismo precio. Esto provoca un problema estructural, ya que los recursos ya no se destinarían a donde más se necesitan. En ausencia de distorsiones de precios, casi nadie emplearía titanio en la construcción de su casa, pero lo haría con entusiasmo si pudiera adquirirlo a bajo precio en un mercado distorsionado.
Estas distorsiones se pueden observar en todas las intervenciones económicas. Sería erróneo pensar que lo contrario de los límites máximos de precios, es decir, los límites mínimos de precios, estaría libre de distorsiones. Los salarios mínimos impiden que ciertos trabajadores consigan empleo, mientras que las garantías de precios mínimos para los bienes alteran los patrones de comportamiento de los consumidores de una manera no óptima. Las intervenciones en la política económica son una forma de derecho positivo, ya que tratan de legislar más allá de lo que puede considerarse moralmente justificable. Debido a su naturaleza, deben producir ganadores y perdedores (o solo perdedores en ciertos casos) por decreto. Cuando se analizan plenamente sus efectos, la intervención siempre causa más daño que beneficio.
La razón por la que las intervenciones económicas no funcionan es que pretenden hacer algo que no pueden hacer. La realidad es el mundo tal y como es, y se requiere la acción humana para transformar el mundo en un estado más satisfactorio. Hacerlo requiere tiempo, esfuerzo y una planificación adecuada. La realidad no puede transformarse con meros decretos que cuestionan las condiciones del mundo. Con la esperanza de distorsionar la realidad, los gobiernos distorsionan la acción y provocan las consecuencias que observamos una y otra vez. Eliminar estos obstáculos distorsionadores es necesario para la prosperidad económica.