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Las monedas digitales de banco central traerían hiperinflación

Mises Wire Daniel Lacalle

A menudo se utilizan muchas excusas para explicar la inflación. Sin embargo, el hecho es que no existe la «inflación por empuje de los costes» o la «inflación de productos básicos». La inflación no es un aumento de precios, sino la destrucción del poder adquisitivo de la moneda.

La inflación impulsada por los costes consiste en destinar más unidades monetarias a activos reales relativamente escasos. Lo mismo puede decirse de todas las demás, desde las materias primas a la demanda y mi favorita, la «interrupción de la cadena de suministro». Más unidades de moneda destinadas a los mismos bienes y servicios.

La monstruosa inflación que hemos soportado estos años llegó primero a través de la inflación de activos y después a través de los precios al consumidor. Ahora, los gobiernos y los organismos estadísticos están retocando el cálculo del IPC para disimular la pérdida de poder adquisitivo de la moneda y los bancos centrales han tenido que subir los tipos tras el desastre creado en 2020, cuando el aumento masivo de la masa monetaria se destinó a financiar un gasto público inflado y creó el desastre que vivimos hoy.

Los bancos centrales saben que la inflación es un fenómeno monetario y por eso suben los tipos y endurecen la política monetaria tan rápido como se lo permiten los gobiernos. Sin embargo, los bancos centrales han perdido una parte importante de una credibilidad ya de por sí escasa al ignorar primero el riesgo de inflación y utilizar después el efecto base y la excusa transitoria, para luego reaccionar tarde y despacio.

Esto ha sucedido en un mundo en el que el exceso de crecimiento de la masa monetaria tiene una serie de topes y límites que impiden un aumento masivo de los precios al consumidor a través de la destrucción de la moneda impresa artificialmente. Con la relajación cuantitativa hay una serie de límites que frenan las presiones inflacionistas: como el mecanismo de transmisión de la política monetaria es el canal bancario, es nuestra demanda de crédito la que pone freno a las presiones inflacionistas.

Lo único que salva a los ciudadanos de unos precios mucho más altos es el hecho de que el mecanismo de transmisión de la política monetaria es independiente y diversificado. Ahora imaginemos por un segundo que ese mecanismo de transmisión fuera directo y tuviera un único canal, el propio banco central.

Una moneda digital de banco central se emitiría directamente a su cuenta en el banco central. Como tal, es vigilancia disfrazada de dinero. El banco central sabría exactamente para qué utilizas la moneda, cuánto ahorras, pides prestado y gastas y dónde. Puede hacer que la moneda sea fungible para evitar el ridículo pero a menudo repetido «problema» del «exceso de ahorro». Además, con unos bancos centrales cada vez más políticos, pueden incluso penalizar a los que gastan de una forma que ellos consideran inadecuada de beneficiar a los que hacen lo que ellos recomiendan. Se eliminaría todo el sistema de privacidad y el mecanismo de límites monetarios. Peor aún, cuando el banco central cometa el error de imprimir demasiado dinero, como hizo en 2020, el impacto sobre los precios al consumidor sería directo. Con un aumento de la masa monetaria superior al 20% en un año, estaríamos sufriendo niveles de inflación cercanos al 20% al destruirse los límites del mecanismo de transmisión.

Ahora imagina que sólo hubiera una cuenta, un banco central y el gobierno. ¿Adivinen qué ocurriría? La financiación monetaria completa de todo el gasto del gobierno llevando la moneda a la hiperinflación en pocos años y la aniquilación del sector privado. Una nacionalización de facto. Una versión digital de los Assignats franceses. Hiperinflación y control gubernamental total y represión financiera.

Las monedas digitales de los bancos centrales son una idea innecesaria y terrible. No se puede poner en marcha un experimento de tal calibre cuando la independencia de los bancos centrales lleva muchos años cuestionándose y existen abundantes pruebas de actuaciones políticas que no reconocen el riesgo de una inflación elevada en los precios de los activos y los bienes de consumo. Los bancos centrales nunca han evitado una burbuja, niveles elevados de asunción de riesgos y exceso de deuda ni han reconocido las presiones inflacionistas. Con semejante historial, nadie debería defender una medida que les permitiera asumir el control total de todo el sistema financiero y monetario.

Lo más importante es recordar que las monedas digitales de los bancos centrales son innecesarias. Las ventajas de la tecnología, la digitalización y la facilidad de las transacciones ya están ahí. No hay necesidad de crear una moneda emitida directamente a una cuenta en el banco central. También son innecesarias porque no hay ninguna necesidad de competir con un yuan digital. China se está acercando a una política monetaria sólida y su banco central está comprando más oro, no lo contrario. Si quieres competir con otras monedas o criptodivisas sólo hay una manera: Dejar absolutamente claro que defenderás el estatus de reserva de valor de tu moneda. No hay necesidad de que el euro o el dólar de EEUU compitan con el bitcoin o un yuan digital si la Fed y el BCE defienden de verdad su reserva de valor y su poder adquisitivo.

El argumento de la necesidad de competir con monedas que se utilizan en menos del 1% de las transacciones totales no tiene sentido, sobre todo cuando el sistema de transmisión y la tecnología ya son más fuertes para las monedas de reserva mundiales.

Sin embargo, parece que la única razón por la que la Fed o el BCE quieren una moneda digital es porque quieren conservar su cuota de mercado sin defender el poder adquisitivo y el estatus de reserva de valor de su moneda. Parece que los bancos centrales quieren comportarse como un monopolio que vende productos de mala calidad pero exige seguir siendo el principal proveedor eliminando a la competencia. La Fed y el BCE no necesitan competir contra las criptodivisas si muestran al mundo que defenderán el poder adquisitivo del dólar de EEUU y del euro.

El hecho de que los dirigentes del sistema monetario teman a monedas y activos que apenas suponen una diferencia en términos de uso global o de cuota de mercado demuestra que saben que su producto —la moneda— no va a conservar la confianza de los ciudadanos durante mucho tiempo a este ritmo de exceso monetario.

Si el BCE y la Fed quieren realmente una moneda digital es porque saben que perderán la confianza de los ciudadanos antes de lo que pensamos y necesitan imponer su cuota de mercado, no ganarla.

Si la Fed o el BCE aplicaran una política monetaria sólida y siguieran realmente su mandato de estabilidad de precios, destruirían cualquier moneda competidora, digital o no, en un segundo. Si no ganan esta carrera, será porque el motivo último es abandonar el mandato de estabilidad de precios y reserva de valor para seguir inflando el tamaño del gobierno a expensas de los salarios reales y los depósitos del sector privado.

¿Quieren la Fed y el BCE un dólar o un euro global y digital que sea aceptado y demandado por todos? Sencillo: seguir exactamente el mandato y ganar cuota mundial en la utilización de divisas porque la gente lo quiere, no porque se les obligue.

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