El ámbito de la política es coordinar las soluciones más allá de lo que los actores y organizaciones descentralizados pueden lograr por sí mismos. Esto se hace a través del poder del Estado (coerción). Por lo tanto, el alcance y el uso de la política como medio se limita estrictamente a donde es la mejor solución para la sociedad y sus constituyentes.
Esto significa que el límite del uso apropiado de la política y el Estado se identifica por lo que puede, y será, coordinado a través de medios descentralizados. En otras palabras, el límite de la política está compuesto por nuestra comprensión de los mecanismos detrás de los órdenes espontáneos y su surgimiento.
El principal de ellos es el mecanismo de los precios y el cálculo económico.
En otras palabras, el «otro lado» de la política, que sugiere dónde y en qué medida los poderes del Estado deben y pueden ser utilizados, es la ciencia económica y, más ampliamente, la alfabetización económica.
La teoría económica explica cómo funcionan los mercados, la coordinación no dirigida y no planificada de los esfuerzos descentralizados. Donde los mercados funcionan, y donde el orden del mercado no plantea un problema que no pueda ser resuelto por los propios actores del mercado, no hay ninguna razón para la política, aparte de la prescrita por la posición normativa minoritaria de que la coerción es de alguna manera preferida al voluntarismo.
Por supuesto, hay cuestiones relacionadas con la definición de los límites exactos del ámbito propiamente dicho de la política, y cuáles son los problemas reales.
También existe el problema de que los «iniciados» en el sistema político tienen un interés más o menos ilimitado en expandir su esfera de influencia (si no el poder). Pero el problema subyacente, especialmente en las democracias, es el analfabetismo económico generalizado: si no entendemos (o no queremos entender) cómo funcionan los mercados y cómo pueden surgir espontáneamente pedidos beneficiosos de las acciones de actores interesados, ya sean individuos o familias o empresas, entonces socavamos, nos desplazamos e incluso disolvemos el límite del ámbito propio de la política.
En otras palabras, para utilizar la vieja pero perspicaz dicotomía de Franz Oppenheimer, invitamos a los medios políticos (coerción), junto con la ineficiencia y las estructuras de incentivos improductivas (si no destructivas), a que se apoderen del espacio apropiado de los medios económicos (voluntarismo).
Esto es problemático para todos nosotros, si no para la sociedad en general, y plantea un problema ético ya que la gran mayoría no mantiene la posición de que «la coerción es preferible al voluntarismo».
Un problema que sólo puede resolverse aprendiendo cómo funcionan los mercados, a estudiar una economía sólida y a adquirir conocimientos económicos.
Como dijo Mises:
La ciencia económica no debe ser relegada a las aulas y a las oficinas de estadística y no debe dejarse en los círculos esotéricos. Es la filosofía de la vida y la acción humanas y concierne a todos y a todo. Es la médula de la civilización y de la existencia humana del hombre.
La acción humana
La función social de la ciencia económica consiste precisamente en desarrollar teorías económicas sólidas y en explotar las falacias de los razonamientos viciosos. En el cumplimiento de esta tarea el economista incurre en la enemistad mortal de todos los montañeses y charlatanes cuyos atajos hacia un paraíso terrenal desacredita.
Economic Freedom and Interventionism