En el caso de los ataques de Trump contra Irán, estas acciones no sólo deben ser examinadas por su desprecio por los controles y equilibrios del Congreso, sino también y lo que es más importante por sus costes económicos y humanos, así como por sus implicaciones para el poder del Estado y las libertades individuales.
La decisión de atacar las instalaciones nucleares iraníes representa una escalada significativa de las tensiones entre EEUU-Irán. Las intervenciones militares en el extranjero deberían desaconsejarse debido a la carga financiera que suponen para los contribuyentes y al riesgo de consecuencias imprevistas, como represalias o conflictos prolongados. El uso de la fuerza militar desvía recursos de las prioridades nacionales y amplía el papel del Estado en los asuntos globales como policía mundial.
La reimposición de sanciones a Irán por parte de la administración Trump suscita preocupación también por el daño económico infligido a la población civil. Estas acciones son medidas económicas coercitivas que castigan a los ciudadanos de a pie en lugar de a las élites políticas, argumentando que tales políticas socavan el libre comercio y las libertades individuales.
El carácter unilateral de las acciones militares de Trump en Irán pone de relieve la preocupación por la extralimitación del ejecutivo. No se puede ignorar la importancia de los controles y equilibrios constitucionales, especialmente en lo que respecta al poder de declarar la guerra. El enfoque de Trump, que eludió la autorización explícita del Congreso, refleja una tendencia más amplia de expansión de la autoridad presidencial en política exterior.
La decisión de Trump de abandonar el acuerdo nuclear con Irán y adoptar una postura más agresiva contrasta con los llamamientos a reanudar las negociaciones y reducir las tensiones. Esto es favorecer la confrontación militar frente al compromiso diplomático. En este caso, una política exterior más comedida, centrada en la no intervención y el respeto mutuo de la soberanía habría sido lo ideal.
Aunque Trump ha declarado explícitamente que el cambio de régimen no es el objetivo, también ha hecho comentarios que sugieren lo contrario.
En el pasado, los esfuerzos de EEUU por remodelar gobiernos extranjeros han tenido a menudo consecuencias desastrosas. Ejemplos históricos, como las intervenciones en Irak y Libia, se citan a menudo como cuentos con moraleja de cómo las acciones bien intencionadas pueden conducir al caos y a la inestabilidad a largo plazo.
La política de Trump hacia Irán debería centrarse en los peligros de la escalada militar, los costes humanos y económicos de las sanciones, la expansión del poder ejecutivo y los riesgos morales del intervencionismo. Sería preferible un enfoque más moderado y diplomático que respete la soberanía y minimice la coerción estatal. Por desgracia, parece que podemos estar reviviendo la debacle de las «armas de destrucción masiva» de la presidencia de GWB, pero sólo el tiempo lo dirá.