Mises Wire

Mises y el mensaje praxeológico: soledad, razón y libertad

Hay hombres que escriben libros. Y hay hombres que escriben mundos. Ludwig von Mises, —exiliado en su propia tierra—, creó por sí solo toda una ciencia, invisible a los ojos de una época hechizada por la tiranía de los números.

El nacimiento intelectual

En el silencio de Viena, mientras el mundo se precipitaba hacia el abismo edel colectivismo, Mises se sentó ante una página en blanco y se atrevió a nombrar lo obvio: que el hombre actúa. Actuar es elegir, y elegir es ser libre. Esta obviedad sonaba herética en una época que, seducida por las estadísticas y las ecuaciones, confundía el rigor con la verdad y reducía al hombre a una mera variable en un sistema.

Así nació la praxeología: no como un tratado académico, sino como el trabajo silencioso, casi ascético, de una mente que intuía la grandeza de lo que estaba gestando, aun cuando percibía el desprecio y la incomprensión de su época. Cada línea era más que un argumento, era un acto de fe en la razón humana, un tributo a la dignidad del individuo en un mundo ansioso por disolverla.

Mientras que otras disciplinas avanzaban simplemente refinando métodos, subdividiendo campos ya conocidos o descubriendo provincias menores dentro del mismo territorio, Mises se atrevió a cruzar una frontera sin precedentes. Abrió a la ciencia del hombre un dominio nunca antes concebido: la regularidad invisible de las interacciones del mercado, un ámbito que no podía reducirse a las matemáticas, la psicología o la biología, sino que emergía como algo absolutamente singular. Con este gesto, Mises reveló que la acción humana no era un apéndice de categorías de conocimiento más antiguas, sino el corazón mismo de un nuevo orden intelectual.

Las sombras: positivismo y nihilismo

No solo fue el ruido de las botas totalitarias lo que ensordeció al mundo. También hubo un silencio corrosivo —el del positivismo lógico, que había convertido a la ciencia en un ídolo gélido, incapaz de percibir la integridad del hombre como agente de su propia historia. Bajo la influencia del Círculo de Viena, se proclamó que solo lo que podía verificarse empíricamente merecía ser llamado conocimiento. Todo lo que trascendía la medición era descartado como metafísica, como si lo invisible no tuviera peso alguno en la vida humana.

También existía un nihilismo, más profundo e insidioso, que disolvía las certezas, desfiguraba la razón en artificio, la verdad en convención y la libertad en un capricho desechable. En un entorno intelectual en el que la incredulidad se celebraba como lucidez, un tratado que se atrevía a proclamar leyes universales de la acción humana parecía no solo anacrónico, sino insolente.

Fue contra estas sombras contra las que escribió Mises. Cada una de sus frases, cinceladas con la precisión de un orfebre, —reafirmaba la dignidad del hombre como ser racional—, aunque falible.

Viena: la cuna y la prisión

La Viena que moldeó a Mises era un mosaico de esplendor y decadencia. En sus cafés y salones, artistas, psicoanalistas, músicos y filósofos tejían acalorados debates sobre el futuro de la civilización. Pero bajo el barniz dorado crecía un pantano de colectivismo, nacionalismo y utopías tecnocráticas que, en pocos años, consumiría la ciudad.

Fue en este entorno donde Mises forjó su disciplina y su soledad. Rodeado de oponentes e incomprendido incluso por sus compañeros liberales, construyó su edificio intelectual piedra a piedra, basándose en una confianza inquebrantable en la lógica y la libertad. La Viena que lo vio nacer como pensador pronto se convirtió en su prisión y, más tarde, en su exilio.

Exilio y silencio

En 1940, huyendo del terror nazi, Mises desembarcó en Nueva York con poco más que unos cuantos papeles y la fuerza de sus convicciones. En esta nueva tierra, se encontró con una academia ya seducida por un keynesianismo y una econometría emergente. Sus seminarios tenían pocos alumnos; sus libros eran ignorados por las revistas influyentes; su figura, para muchos, parecía un anacronismo. 

Fue en este aislamiento donde Mises completó la versión definitiva de Acción humana (1949). Cada párrafo era un acto de resistencia contra el olvido. No había amargura, sino la serenidad de quien sabe que escribe para la posteridad, no para el aplauso del presente.

Un eco lejano

Algunos escuchan, en las antiguas voces de la Escuela de Salamanca, un eco lejano de esta misma melodía: hombres que, siglos antes, intuyeron que el valor brota del individuo y que la libertad es inseparable de la dignidad. Puede que no haya un linaje directo, ni es necesario que lo haya. Sin embargo, es imposible no escuchar, a través de los siglos, la armonía de ideas que, como aguas subterráneas, convergen en el mismo océano.

El legado que no será silenciado

Desde Viena hasta el exilio, desde la soledad académica hasta el silencio editorial, Mises no se doblegó. Su praxeología —«la lógica de la acción humana»— se convirtió en un faro para los navegantes del futuro: Israel Kirzner, el cartógrafo del descubrimiento; Murray Rothbard, el heredero iconoclasta que convirtió la praxeología en un manifiesto de libertad radical; Hans-Hermann Hoppe, el arquitecto de la ética argumentativa.

Cada uno, a su manera, llevó adelante la chispa encendida por Mises, ampliando horizontes y desafiando paradigmas. Kirzner iluminó el papel del emprendedor como descubridor de oportunidades en un mercado en constante movimiento; Rothbard radicalizó la defensa de la libertad, extendiendo la lógica praxeológica hasta sus límites éticos y políticos; Hoppe, finalmente, erigió un edificio filosófico que vinculaba la razón y la propiedad, el discurso y la libertad. Y, sin embargo, todos sin excepción bebieron de la misma fuente: esa obra nacida en soledad y templada por el acero de la convicción.

La relevancia de la praxeología

Setenta años después, el mundo parece repetir, a una escala aún mayor, los dilemas contra los que Mises alzó su voz. Los gobiernos siguen creyendo que pueden controlar el destino económico mediante ecuaciones y decretos; los intelectuales siguen postrándose ante la idolatría de las estadísticas; y las multitudes siguen renunciando a su libertad a cambio de la promesa de una seguridad artificial.

En este escenario, la praxeología sigue resonando como un contrapunto sereno y constante. Nos recuerda que la acción humana, con toda su falibilidad, es también el motor del orden espontáneo; que la libertad no es una concesión del Estado, sino una condición de la vida social; que el conocimiento está disperso y que ninguna mente, por brillante que sea, puede abarcarlo en su totalidad.

Revisitar Acción humana es, por lo tanto, más que un ejercicio intelectual: es un acto de rebelión contra la servidumbre voluntaria de nuestros días.

Conclusión

Leer Acción humana es como entrar en una habitación tenuemente iluminada donde un hombre solitario conversa con la eternidad. Es sentir la fiebre de un nacimiento intelectual que no buscaba aplausos ni gloria, que no pretendía salvar el mundo, sino comprenderlo.

Este texto no es más que un eco tardío de la emoción que me embargó al leer la introducción de Acción humana. Hay en ella una claridad que no puede explicarse con argumentos, sino solo con una verdad que se impone al corazón antes de asentarse en el intelecto. De ese impacto inicial nació el deseo de escribir, de traducir en palabras el asombro que Mises sembró con tanta maestría.

Mises escribió para un mundo que no estaba dispuesto a escucharlo, pero el mundo ha cambiado. Y su voz —grave, firme, pacientemente racional— ahora resuena con renovado vigor. Mientras haya quienes elijan, mientras haya quienes actúen, habrá espacio para la ciencia de la acción humana. También habrá gratitud por el hombre que se atrevió a nombrar lo innombrable y a dar a luz un mundo invisible, para que décadas más tarde pudiéramos finalmente contemplarlo.

image/svg+xml
Image Source: Mises Institute
Note: The views expressed on Mises.org are not necessarily those of the Mises Institute.
What is the Mises Institute?

The Mises Institute is a non-profit organization that exists to promote teaching and research in the Austrian School of economics, individual freedom, honest history, and international peace, in the tradition of Ludwig von Mises and Murray N. Rothbard. 

Non-political, non-partisan, and non-PC, we advocate a radical shift in the intellectual climate, away from statism and toward a private property order. We believe that our foundational ideas are of permanent value, and oppose all efforts at compromise, sellout, and amalgamation of these ideas with fashionable political, cultural, and social doctrines inimical to their spirit.

Become a Member
Mises Institute