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Ludwig von Mises no promovió las ideas raciales de Hitler

Al destacar lo que consideran los excesos del capitalismo, la estrategia de muchos progresistas es difamar a los capitalistas como seres humanos terribles. Su mensaje es que el capitalismo es malo porque los capitalistas son racistas, fascistas y nazis. Por ejemplo, el socialista Quinn Slobodian describió a Murray Rothbard como «racista».

Para fundamentar esta afirmación, expuso citas seleccionadas de Rothbard en las que parece que este expresa opiniones racistas, pero que, —cuando se leen en contexto—, muestran claramente que el argumento de Rothbard era, de hecho, como explica David Gordon, «exactamente lo contrario de la opinión que Slobodian le atribuye». Slobodian también describió a Rothbard como partidario de la esclavitud, omitiendo cuidadosamente informar a sus lectores de que Rothbard se oponía firmemente a la esclavitud en su obra Ética de la libertad y en muchos otros escritos. Del mismo modo, Slobodian describió a Ludwig von Mises como racista e imperialista, de nuevo mediante citas selectivas en las que, una vez más, «Mises dice justo lo contrario de lo que Slobodian le atribuye». Como explica Phil Magness, esta estrategia —afirmar que un escritor argumentaba lo contrario de lo que realmente quería decir mediante citas selectivas— es una costumbre de Slobodian:

¿Cómo había discernido Slobodian exactamente una apertura entre paréntesis en las obras de Mises para los mismos conceptos y posiciones que Mises condenaba?

No tardé mucho en encontrar la respuesta a esa pregunta. En ambos artículos, Slobodian mostró su costumbre de tergiversar pasajes extraídos de las obras de Mises, ya sea omitiendo el contexto directamente pertinente de los pasajes circundantes o, en algunos casos, eliminando directamente contenido de las citas para cambiar su significado. En cada caso, las modificaciones hacían que las palabras de Mises parecieran comprensivas, o al menos abiertas, a una variedad de creencias racistas e imperialistas, cuando en realidad él las condenaba.

En un extracto titulado «Ludwig von Mises y la ‘teoría crítica de la raza’ del neoliberalismo», extraído de su libro La historia oculta del neoliberalismo: cómo el reaganismo destrozó a América y cómo restaurar su grandeza, Thom Hartmann adopta una estrategia muy similar a la de Slobodian para respaldar sus acusaciones de que Mises promovió las ideas raciales de Hitler. Dice lo siguiente:

Mises sufrió la indignidad de que la Gestapo de Hitler registrara su apartamento en marzo de 1938, se incautara de 21 cajas con sus documentos y se apoderara de su apartamento. Dos años más tarde, Mises huyó a los Estados Unidos, donde, irónicamente, defendió muchas de las ideas raciales de Hitler e incluso las integró en su ideología económica.

Para fundamentar esta afirmación, Hartmann emplea el mismo hábito que Slobodian, presentando una serie de citas sacadas de contexto y sin las referencias a pie de página, lo que dificulta a los lectores comprobar el contexto sin comprar el libro de Hartmann. Tal y como se presentan, las citas dejan a los lectores con la impresión de que Mises respalda argumentos que, en realidad, rechazaba. Por ejemplo, en su libro Socialismo, Mises rechaza el análisis del «científico racial» Gobineau, argumentando que las «hipótesis arbitrarias y contradictorias de Gobineau carecen por completo de fundamento y han sido despreciadas como quimeras vacías». Sin embargo, en su libro, Hartmann presenta falsamente las opiniones de Gobineau como las opiniones de Mises —atribuyéndole precisamente los argumentos que Mises rechazaba. Hartmann escribe:

Mises predicaba que las razas superiores de Europa tenían la obligación, en esencia, de civilizar a las razas inferiores de todo el mundo, al tiempo que conservaban su propia pureza racial. La inteligencia y las capacidades de las personas no dependían de cómo habían crecido, sino de sus genes. Creía que nacemos como somos, y no nos convertimos en lo que somos por las experiencias de nuestra vida.

«Se estima que la influencia del entorno es baja», escribió, «la mezcla de razas crea bastardos, en los que las buenas cualidades hereditarias de las razas más nobles se deterioran o se pierden... Ciertas influencias, que actúan durante un largo período, han engendrado una o varias razas con cualidades especialmente favorables, y los miembros de estas razas han obtenido, gracias a estas ventajas, una ventaja tan grande que los miembros de otras razas no han podido superarlos en un tiempo limitado».

Hartmann da la impresión de que se limita a citar a Mises —pero aquí Mises se refería a las «quimeras vacías» del «experto en razas» Gobineau. Fue Gobineau, —el autodenominado experto en razas—, quien «predicó» lo que Hartmann afirma falsamente que Mises «predicó», a saber, que todo está determinado por la raza, que el entorno es irrelevante y que la «mezcla de razas» conduce a malos resultados económicos. Mises rechazó esta supuesta «ciencia racial» por ser incompatible con su propio argumento sobre la universalidad de la ciencia económica. La verdad es lo contrario de lo que afirma Hartmann: Mises argumentaba que las teorías raciales de Gobineau, aunque se revisaran más tarde a medida que se desarrollara la ciencia racial, no nos dicen nada sobre la ciencia de la economía. Mises no pretendía saberlo todo sobre la raza, y reconocía que no podía descartar de plano la posibilidad de que nuevos avances científicos pudieran arrojar una luz diferente sobre la cuestión. Su argumento era que la ciencia económica no se basa en la raza, algo que Hartmann no entendió, no porque fuera incapaz de comprender lo que leía, sino porque, en su prisa por presentar a Mises como discípulo de Hitler, no se molestó en leerlo con atención. Más adelante, en el mismo libro, Mises rechaza de forma contundente las teorías raciales de Gobineau:

Las teorías raciales de Gobineau y muchos otros se originaron en el resentimiento de una casta militar y noble derrotada contra la democracia burguesa y la economía capitalista. Para su uso en la política cotidiana del imperialismo moderno, han adoptado una forma que reencarna las viejas teorías de la violencia y la guerra. Pero sus críticas solo son aplicables a las consignas de la antigua filosofía del derecho natural. Son irrelevantes en lo que respecta al liberalismo. Ni siquiera la teoría racial puede hacer tambalear la afirmación de que la civilización es obra de la cooperación pacífica.

Para los lectores que conocen la verdad sobre Mises y Rothbard, las acusaciones deshonestas derivadas de atribuirles opiniones que no sostenían pueden parecer poco dignas de refutación, ya que son tan evidentemente falsas. Como ha preguntado David Gordon: «¿Por qué deberíamos preocuparnos por los errores de Slobodian?». En efecto, ¿por qué deberíamos preocuparnos si Hartmann afirma falsamente que Mises promovió las ideas de Hitler? Después de todo, este tipo de afirmaciones —acusaciones de que todo aquel que rechaza las ideologías igualitarias progresistas es un nazi— son tan infantiles que cualquiera que tenga el más mínimo interés en comprender las teorías económicas simplemente las ignoraría y consideraría a esos autores como personas que no merecen ser tomadas en serio. Además, debatir con todos los que llaman racistas y fascistas a los capitalistas sería una ocupación a tiempo completo; de hecho, como he explicado anteriormente al criticar el movimiento «descolonizar el plan de estudios», los neomarxistas subversivos estarían encantados si todas las disciplinas académicas se dedicaran en adelante por completo a debatir sobre el racismo, quién es Hitler, etc. Si logran ocupar a todo el mundo debatiendo sobre las teorías críticas de la raza, nadie tendrá tiempo libre para hacer campaña a favor del fin de la Reserva Federal, ¡y eso sería un resultado para los comunistas! En cualquier caso, como observé en un artículo anterior sobre este tema, las acusaciones de racismo son, en la práctica, infalsificables porque, en este mundo posverdad, negar tales acusaciones se considera una prueba de que son ciertas:

A estas alturas, el razonamiento de Slobodian debería estar claro: según él, todo aquel que rechaza su visión socialista del mundo es racista, y cualquier argumento que puedan presentar no es más que una fachada para disimular sus verdaderas motivaciones. Se basa en lo que es, en esencia, una trampa kafkiana: estar en desacuerdo con la «democracia liberal» es prueba de que eres racista —y negarlo es una prueba más de que efectivamente lo eres; ¿por qué si no ibas a negar ser racista? En este mundo kafkiano, negar ser racista es exactamente lo que esperamos que hagan los racistas.

Para ilustrar cómo funciona esto, puede ser útil examinar con más detalle algunas de las afirmaciones de Hartmann. Para fundamentar su afirmación de que Mises «defendía muchas de las ideas raciales de Hitler», Hartmann cita la observación de Mises de que «el destino de la civilización moderna, tal y como la han desarrollado los pueblos blancos en los últimos doscientos años, está indisolublemente ligado al destino de la ciencia económica». Como he argumentado en un artículo anterior, en esta cita Mises no afirmaba que la ciencia económica funciona porque está indisolublemente ligada a los blancos, ni que la ciencia económica solo funciona si está ligada a los blancos: Mises argumentaba que la civilización occidental está indisolublemente ligada a una economía sólidaUna vez más, Hartmann interpreta que Mises quiere decir lo contrario de lo que está argumentando —Mises sostiene que si la economía solo funcionara cuando la practican los blancos, no sería una ciencia. Sería, en el mejor de los casos, un rasgo cultural de los blancos, exactamente como afirman los teóricos críticos de la raza y otros polilogistas cuando sostienen que la economía es «blancura». Por supuesto, Mises no estaba diciendo que el polilogismo fuera correcto, ni estaba de acuerdo con los nazis en que la lógica variara en función de la raza, sino todo lo contrario. Rechazaba el polilogismo. Como expliqué en un artículo anterior sobre el polilogismo:

El objetivo de Mises en Acción humana era explicar la ciencia de la economía como una ciencia universal. Por lo tanto, rechazó la idea predominante anteriormente de que los principios de la economía varían de una persona o un grupo a otro, y que «sus enseñanzas solo son válidas para el sistema capitalista del efímero y ya desaparecido período liberal de la civilización occidental». Su objetivo era explicar los principios económicos no como verdaderos en un momento específico para un grupo específico de personas, sino como «una regularidad de los fenómenos a la que el hombre debe ajustar su acción si desea tener éxito». Estos principios se aplican a todos los seres humanos, de todas las razas, en todo momento.

Hartmann, al igual que Slobodian, también selecciona una serie de citas de Mises sobre el tema del fascismo, todas las cuales cometen el mismo error que David Gordon, Ralph Raico, Jeffrey Tucker y Phil Magness han desmentido rotundamente. Pero Slobodian y Hartmann no son los únicos socialistas que han caído en esta trampa, en su afán por buscar cualquier fascismo que pueda acechar en la literatura capitalista. Dado que esta cita de Mises se suele sacar de contexto, quizá valga la pena preguntarse por qué Mises describió la civilización occidental de esta manera, es decir, «la civilización moderna desarrollada por los pueblos blancos en los últimos doscientos años». En la introducción a Acción humana, su gran tratado sobre economía, Mises respondía a la crítica de que la economía no es una «ciencia» porque no es universal y no sigue la metodología de las ciencias. Para comprender el contexto de sus comentarios, es necesario leer los párrafos anteriores, en los que defendía la ciencia económica de la afirmación de que la civilización occidental es el resultado de avances tecnológicos e industriales con los que la ciencia económica no tiene ninguna relación causal ni nada que aportar. Los críticos habían afirmado que la civilización es atribuible a las ciencias naturales —biología, química, física, etc.— y que, en comparación, la ciencia económica es «atrasada» y de poco o ningún beneficio para el avance del progreso social:

Por un lado, hay algunos naturalistas y físicos que censuran a la economía por no ser una ciencia natural y no aplicar los métodos y procedimientos del laboratorio... Por otro lado, hay personas que afirman que algo debe estar mal en las ciencias sociales porque las condiciones sociales son insatisfactorias.

Mises defendió la ciencia económica señalando que una economía sólida está indisolublemente ligada a los avances de la civilización que estos críticos elogian. Explica:

Estos quejumbrosos no se dan cuenta de que el tremendo progreso de los métodos tecnológicos de producción y el consiguiente aumento de la riqueza y el bienestar solo fueron posibles gracias a la aplicación de políticas liberales, que eran la aplicación práctica de las enseñanzas de la economía. Fueron las ideas de los economistas clásicos las que eliminaron los controles impuestos por leyes, costumbres y prejuicios ancestrales sobre el progreso tecnológico y liberaron el genio de los reformadores e innovadores de las camisas de fuerza de los gremios, la tutela del gobierno y las presiones sociales de diversa índole. Fueron ellos quienes redujeron el prestigio de los conquistadores y expropiadores y demostraron los beneficios sociales derivados de la actividad empresarial. Ninguno de los grandes inventos modernos se habría puesto en práctica si los economistas no hubieran demolido por completo la mentalidad de la era precapitalista.

De ese contexto se desprende claramente que el debate se refería a los avances de la civilización occidental y al papel central de la ciencia económica en hacer posibles esos avances. Mises no sostenía que los avances solo fueran posibles porque los occidentales son blancos, sino que los avances de los occidentales (más adelante abordaremos la cuestión de que los occidentales sean blancos) son posibles gracias a una economía sólida. Los detractores afirmaban que la economía no es más que un conjunto de opiniones o ideologías y creencias idiosincrásicas que varían en función de la cultura, la raza, el sexo, la conciencia de clase, la psicología, las condiciones históricas y otros factores similares. Esta afirmación formaba parte de una «rebelión contra la economía» más amplia a la que se refería Mises. Al fin y al cabo, si los principios económicos no son más que una afectación burguesa, nadie sentiría la necesidad de estudiarlos. Mises explica:

Las políticas económicas de las últimas décadas han sido el resultado de una mentalidad que se burla de cualquier variedad de teoría económica sólida y glorifica las doctrinas espurias de sus detractores. Lo que se denomina economía «ortodoxa» está prohibido en la mayoría de los países en las universidades y es prácticamente desconocido para los principales estadistas, políticos y escritores.

Mises advirtió entonces que si la civilización occidental abandona la economía sólida, caerá. Instó a Occidente a no rechazar el pensamiento económico, una advertencia que todos haríamos bien en tener en cuenta:

Hay que destacar que el destino de la civilización moderna, tal y como la han desarrollado los pueblos blancos en los últimos doscientos años, está indisolublemente ligado al destino de la ciencia económica. Esta civilización pudo surgir porque los pueblos estaban dominados por ideas que eran la aplicación de las enseñanzas de la economía a los problemas de la política económica. Perecerá, y debe perecer, si las naciones continúan siguiendo el camino que emprendieron bajo el hechizo de doctrinas que rechazan el pensamiento económico.

Ahora, por fin, pasemos a la pregunta de por qué se molestó en describir a los occidentales como «pueblos blancos». Al fin y al fin, podría haberse referido a la «civilización moderna» sin decir «desarrollada por los pueblos blancos en los últimos doscientos años», ya que parece que es esta referencia a «los pueblos blancos» lo que provocó que Hartmann se exaltara y creyera haber descubierto a un fascista. Para responder a esta pregunta, no hay nada mejor que recordar a Hartmann que los pueblos europeos eran, y son, de hecho, blancos. ¡No pasa nada por ser blanco! Del mismo modo que no pasa nada por ser negro o de cualquier otra raza. ¿Quizás Hartmann preferiría que no se señalara este hecho, ya que llamar la atención sobre la raza de los pueblos europeos podría resultar ofensivo para las personas que no son blancas? Otras razas podrían sentirse excluidas. Cuando nos referimos a la industrialización, quizás no deberíamos mencionar a los blancos, para no molestar al señor y la señora Hurt Feelings.

Pero, con el debido respeto a quienes sostienen opiniones tan infantiles, el hecho de que sus sentimientos se vean heridos y ahora se sientan «perjudicados» (o eso afirman) no prueba que cualquiera que mencione la historia de los pueblos blancos sea «literalmente Hitler». Al establecer este edicto —emitir un decreto que dice que si mencionas a los blancos eso demuestra que eres fascista—, los progresistas intentan asegurar el triunfo de su propia ideología política mediante el simple expediente de silenciar a sus oponentes. Según este criterio, la única forma de evitar ser acusado de promover las ideas de Hitler es alinearse con la agenda progresista o permanecer en silencio para siempre.

Esta no era la forma de actuar de Mises. Como expliqué en un artículo anterior, él no fingía que no existieran las razas. Tampoco consideraba necesario evitar decir la verdad por miedo a herir los delicados sentimientos de alguien. Al contrario, tal y como expresaba su lema: tu ne cede malis, sed contra audentior ito (No cedas ante el mal, sino avanza con mayor audacia contra él

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Image Source: Mises Institute
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