Ivan Katchanovski en La masacre de Maidan Ucrania: la matanza que cambió el mundo ofrece la reconstrucción más detallada y empíricamente fundamentada de los acontecimientos de febrero de 2014 disponible en cualquier idioma. El argumento central del libro es que los asesinatos de manifestantes y policías el 20 de febrero, momento crucial que condujo al derrocamiento del presidente Víktor Yanukóvich, no fueron el resultado de una represión ordenada por el gobierno, como sostiene la narrativa dominante en Occidente, sino más bien una operación coordinada de bandera falsa llevada a cabo por elementos de la oposición de Maidan. Lejos de ser especulativa, esta conclusión se basa en un extraordinario conjunto de pruebas que incluye estudios balísticos, análisis de vídeos sincronizados, testimonios judiciales no sellados del juicio por la masacre de Maidán de 2023, informes forenses y confesiones de francotiradores de Maidán que se han autoinculpado. La importancia del libro radica no solo en su controvertida tesis, sino en su meticulosa recopilación de fuentes, muchas de las cuales estaban disponibles públicamente pero fueron ignoradas durante una década.
Para comprender la contribución del libro, es necesario volver a examinar el contexto en el que se desarrolló la masacre de Maidan. Las protestas del Euromaidán comenzaron como manifestaciones contra la decisión de Yanukóvich de posponer la firma del Acuerdo de Asociación con la UE. Con el tiempo, el movimiento de protesta cayó cada vez más bajo la influencia de grupos nacionalistas de extrema derecha y fuerzas políticas oligárquicas alineadas con la oposición. Los enfrentamientos se intensificaron gradualmente y varios incidentes dramáticos, como la paliza a la activista Tetiana Chornovol y el secuestro de Dmytro Bulatov, fueron ampliamente difundidos en los medios de comunicación como prueba de la brutalidad del gobierno. Katchanovski muestra que muchos de estos incidentes anteriores fueron escenificados o manipulados por actores de la oposición para inflamar el sentimiento público, un patrón que presagiaba los acontecimientos del 20 de febrero.
Cuando comenzó la masacre, las unidades de autodefensa de Maidan habían irrumpido en las líneas policiales, atacado la sede del Partido de las Regiones y participado en una escalada de violencia que provocó las primeras muertes a mediados de febrero. Sin embargo, la versión dominante en Occidente era que los manifestantes pacíficos a favor de la democracia estaban siendo masacrados por un régimen dictatorial. Esta narrativa se consolidó con una rapidez asombrosa. Los medios de comunicación occidentales desde —The New York Times hasta la BBC y la CNN—, atribuyeron inmediatamente los disparos a las fuerzas gubernamentales sin llevar a cabo ninguna investigación periodística significativa. Los periodistas sobre el terreno observaron a francotiradores disparando desde edificios controlados por la oposición de Maidan, incluido el Hotel Ukraina, pero casi todos los medios de comunicación dieron por sentado que estos tiradores eran agentes del gobierno, a pesar de la ausencia de pruebas y del hecho de que los edificios clave estaban bajo el control de la oposición. Esta aceptación incondicional de las afirmaciones de la oposición contribuyó a consolidar una narrativa moral en la que el gobierno era el único responsable del derramamiento de sangre.
Una de las conclusiones más condenatorias del libro es que la versión oficial del gobierno ucraniano y occidental, según la cual Yanukóvich ordenó a las fuerzas de seguridad masacrar a los manifestantes, se contradice con la sentencia judicial de 2023, que no encontró pruebas de tal orden. Esta determinación fáctica socava directamente la afirmación fundamental utilizada para deslegitimar al Gobierno de Yanukóvich en tiempo real y justificar las sanciones internacionales. Katchanovski contrasta esto con la versión de Rusia, que atribuye los asesinatos a extremistas de extrema derecha en lo que describe como un golpe fascista. Argumenta que ambas versiones son parciales y tienen motivaciones políticas. La realidad —respaldada por pruebas forenses—, testimonios y vídeos, es mucho más compleja e implica una coalición de militantes de extrema derecha, figuras políticas de la oposición y grupos paramilitares que operaban desde edificios controlados por sus fuerzas.
El libro examina con bastante intensidad el papel de Wikipedia en la configuración de la comprensión global de la masacre. Los artículos de Wikipedia sobre Euromaidán y los asesinatos han reforzado sistemáticamente la narrativa del gobierno occidental, al tiempo que han marginado los estudios revisados por pares, incluidas las propias publicaciones académicas de Katchanovski. El proceso editorial de la enciclopedia permitió a activistas, entre ellos personas vinculadas a organizaciones ucranianas de extrema derecha, dominar el contenido y eliminar las referencias a pruebas que contradecían la versión oficial de los hechos. Un ejemplo llamativo es la muerte de Ihor Kostenko, un conocido activista de Maidan y también un destacado editor de Wikipedia en Ucrania. Las pruebas forenses y las conclusiones del juicio indican que recibió un disparo desde una dirección compatible con las posiciones de los francotiradores controladas por Maidan. Sin embargo, los artículos de Wikipedia omiten u ocultan este hecho, presentando su asesinato como un ejemplo de la brutalidad del gobierno. El libro demuestra cómo la epistemología digital se vio moldeada por el activismo político y, en algunos casos, por un control deliberado de la narrativa.
Quizás el material más explosivo del libro sean los testimonios y confesiones de francotiradores de Maidan que se han autoinculpado. Katchanovski documenta declaraciones detalladas de varias personas, muchas de ellas exmilitares georgianos, que confesaron en entrevistas con medios de comunicación italianos, israelíes y americanos que fueron reclutados por los líderes de Maidan, armados con rifles y con instrucciones de disparar tanto a la policía como a los manifestantes. Estos relatos incluyen descripciones de cómo recibieron órdenes de funcionarios georgianos alineados con la oposición de Maidan y fueron destinados a lugares estratégicos como el Hotel Ukraina y el Conservatorio de Música. Sus testimonios están respaldados por pruebas de vídeo sincronizadas, declaraciones de testigos de las fuerzas del orden ucranianas y análisis balísticos que muestran que muchos de los disparos procedían de ángulos compatibles con las posiciones controladas por la oposición. Lo notable no es que existan estas confesiones, sino que hayan sido ignoradas casi por completo por los gobiernos y los medios de comunicación occidentales.
El libro también recopila testimonios de activistas y manifestantes de Maidan que presenciaron la presencia de francotiradores dentro de edificios controlados por la oposición. Los activistas heridos informaron repetidamente haber visto destellos de disparos desde los pisos superiores del Hotel Ukraina y haber oído disparos detrás de sus posiciones. Algunos testificaron durante el juicio de 2023 que vieron a personas armadas moviéndose por los pasillos del hotel o que los manifestantes fueron alcanzados desde ángulos inesperados, lo que contradice la versión oficial. Incluso figuras políticas ucranianas prominentes, como Arsenii Yatseniuk y Petro Poroshenko, reconocieron anteriormente que, durante la masacre, los francotiradores disparaban desde el hotel.
Sin embargo, este último afirmó en febrero de 2015 que Vladislav Surkov, asesor del presidente ruso Vladimir Putin, coordinaba personalmente a los «francotiradores» extranjeros en Maidan, aunque no presentó pruebas que lo respaldaran. Además, Serhii Leshchenko, miembro de la facción parlamentaria de Poroshenko, reveló que Surkov había llegado a Kiev en avión tras la conclusión del evento. Del mismo modo, el fiscal general de Ucrania, junto con el jefe del departamento responsable de investigar la masacre de Maidan, afirmó más tarde que no había pruebas de la participación de Surkov ni de ningún francotirador ruso en los asesinatos.
Curiosamente, las pruebas físicas y forenses presentadas en el libro refuerzan aún más el argumento de que los francotiradores de Maidan, y no las fuerzas gubernamentales, fueron los responsables de gran parte de las muertes. Las trayectorias de las balas coincidían con las heridas de los periodistas y manifestantes, que solo podían haber sido infligidas desde ángulos elevados en edificios controlados por Maidan. Los expertos forenses del gobierno concluyeron que los periodistas de la BBC y la ARD no fueron tiroteados por la policía Berkut, sino por francotiradores apostados en lugares de Maidán, como el Conservatorio de Música y el edificio de Correos, que en ese momento albergaba la sede del Sector Derecho. El análisis balístico demostró que tanto la policía como los manifestantes fueron asesinados con munición del mismo tipo, lo que sugiere un fuego coordinado en lugar de un intercambio caótico entre dos grupos opuestos. Miembros de la policía especial Berkut y francotiradores de la SBU Alfa testificaron que observaron disparos procedentes del Hotel Ukraina, mientras que las tropas internas Omega informaron de que vieron disparos concretamente desde las plantas quinta a séptima. Además, la Unidad Alfa del Servicio de Seguridad de Ucrania, junto con su equipo Omega de las tropas internas, informó de que los comandantes de Maidan les impidieron neutralizar a estos tiradores. Tal interferencia solo tiene sentido si esos comandantes estaban protegiendo a sus propios operativos.
El libro concluye examinando el extenso encubrimiento que siguió a la masacre. Los fiscales ucranianos negaron la presencia de francotiradores en los edificios controlados por la oposición, a pesar de las abrumadoras pruebas, incluidas sus propias pruebas judiciales. La Unión Europea se negó a llevar a cabo una investigación formal. Los gobiernos occidentales se negaron a divulgar las evaluaciones de inteligencia, incluidos los análisis del FBI de las imágenes de la masacre, que siguen siendo clasificados a pesar de que los funcionarios admiten que los poseen. Las pruebas clave en vídeo desaparecieron y los datos forenses que contradecían la versión del gobierno se minimizaron u omitieron en los informes oficiales. Los propios procedimientos judiciales se vieron empañados por la manipulación, la obstrucción y la presión política. El veredicto del juicio de 2023 reveló profundas inconsistencias en el caso de la fiscalía, entre ellas afirmaciones falsas, pruebas desaparecidas y la imposibilidad de demostrar que los agentes de Berkut dispararon los tiros mortales que se les atribuyen.
El libro de Katchanovski es, en última instancia, un estudio sobre cómo la violencia política puede remodelar una nación y cómo las narrativas de dicha violencia pueden construirse, utilizarse como arma y aislarse del escrutinio. Su argumento no es que el gobierno de Yanukóvich fuera inocente de cometer irregularidades, ni que la posterior invasión de Rusia esté justificada. En cambio, hace hincapié en que la verdad sobre la masacre ha quedado subordinada a intereses geopolíticos, compromisos ideológicos y dinámicas mediáticas que premian las narrativas morales simplificadas por encima de las complejas realidades forenses. La masacre de Maidan se convirtió en el mito fundacional del Estado ucraniano posterior a 2014 y en la piedra angular de la política occidental en Europa del Este. Como resultado, los desafíos a la narrativa ortodoxa fueron suprimidos no solo por las autoridades ucranianas, sino también por periodistas, académicos y plataformas digitales occidentales.
Las implicaciones de este libro son profundas. Si la masacre fue realmente una operación de bandera falsa, entonces el orden político construido sobre ella se basa en el engaño. Además, la mala interpretación de los orígenes del conflicto contribuyó a una cadena de acontecimientos que condujeron a la guerra en Donbás, la anexión de Crimea y, en última instancia, a la guerra entre Rusia y Ucrania, mucho más amplia y devastadora, que comenzó en 2022. La obra de Katchanovski insta a los académicos, los responsables políticos y los ciudadanos a afrontar la incómoda realidad de que las narrativas ampliamente aceptadas pueden ser falsas y que la verdadera rendición de cuentas requiere afrontar las pruebas, incluso cuando estas socavan supuestos muy apreciados.
La masacre de Maidan en Ucrania constituye un hito en la investigación política forense. Desafía la interpretación histórica dominante de uno de los acontecimientos más trascendentales del siglo XXI y ofrece una alternativa profundamente documentada que exige un compromiso serio. Independientemente de si se aceptan o no las conclusiones de Katchanovski, el libro deja claro que la narrativa estándar es insostenible a la luz de las pruebas disponibles. La verdad sigue siendo políticamente incómoda, pero el libro insiste en que reconocerla es esencial para el futuro de Ucrania y para una comprensión internacional significativa del conflicto que ha reconfigurado Europa.