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La economía de la IA: disipar los temores y abrazar el emprendimiento

La inteligencia artificial domina los titulares con igual medida de fascinación y temor. Los visionarios proclaman que liberará el potencial humano, mientras que los escépticos advierten que eliminará puestos de trabajo, desestabilizará la sociedad y obligará a los gobiernos a proporcionar ayudas sociales generalizadas. Algunos creen que anuncia una sociedad «posterior al trabajo» en la que miles de millones de personas se verán desplazadas. Pero los temores de que la IA «acabe con la economía» no tienen su origen en la economía, sino en la incomprensión de los principios básicos austriacos. La tecnología cambia la forma en que organizamos nuestros recursos —pero no elimina la escasez, el valor o el emprendimiento. Los principios de la acción humana siguen siendo los mismos. La IA alterará las profesiones, pero no puede cambiar las leyes inmutables de la economía.

La persistencia de la escasez

La economía austriaca parte del axioma de la acción humana y la realidad inevitable de la escasez. Como demuestra Ludwig von Mises en Acción humana,

Los medios son necesariamente siempre limitados, es decir, escasos en relación con los servicios para los que el hombre quiere utilizarlos. Si no fuera así, no habría ninguna acción en relación con ellos. Cuando el hombre no está limitado por la insuficiencia de los bienes disponibles, no hay necesidad de actuar.

Esta idea fundamental revela por qué el pánico ante la IA es erróneo. Incluso si la inteligencia artificial automatizara el 99 % de las tareas actuales, la escasez persistiría porque los deseos humanos son ilimitados, mientras que los medios siguen siendo finitos. Los individuos deben seguir economizando —eligiendo entre fines contrapuestos, asignando tiempo y capital, y priorizando deseos. La acción humana implica emplear medios escasos para alcanzar fines valiosos. La IA puede ampliar los medios disponibles, pero no puede eliminar el problema fundamental de la economía que da lugar a todos los fenómenos económicos.

El énfasis de la Escuela Austriaca en el individualismo metodológico aclara aún más este punto. Cada persona se enfrenta a circunstancias, preferencias y limitaciones únicas que ninguna autoridad central puede comprender plenamente. La IA amplifica esta complejidad en lugar de resolverla, creando nuevas capas de elección y oportunidad que requieren el juicio individual y el descubrimiento emprendedor.

La teoría del valor subjetivo derrota el pensamiento centrado en el empleo

La falacia más persistente en el discurso sobre la IA equipara el empleo con la creación de valor. Los críticos argumentan que si las máquinas sustituyen a los trabajadores, la riqueza desaparece. Esto refleja un malentendido fundamental de la teoría austriaca del valor. Como explica Mises, «el valor no es intrínseco, no está en las cosas. Está dentro de nosotros; es la forma en que el hombre reacciona a las condiciones de su entorno».

Murray Rothbard desarrolla esta teoría subjetiva del valor, demostrando que el valor económico surge de las preferencias individuales reveladas a través de la acción, y no de los insumos laborales o las propiedades materiales. Rothbard explica: «Deducimos la existencia de una escala de valores específica sobre la base del acto real; no tenemos conocimiento de esa parte de la escala de valores que no se revela en la acción real». Una tarea realizada por mano de obra humana no tiene una superioridad inherente sobre la misma tarea realizada por la IA. El valor depende totalmente de cómo satisface los deseos del consumidor y a qué coste, como se demuestra a través del intercambio voluntario y los precios de mercado.

Esta idea destruye la falacia de la «masa de trabajo» que subyace al pesimismo sobre la IA. Reemplazar el trabajo pesado por la automatización no destruye valor, sino que reasigna el escaso esfuerzo humano hacia actividades de mayor valor, según lo determinan las preferencias de los consumidores expresadas a través de los precios de mercado. El proceso de mercado recompensa a los emprendedores que descubren formas superiores de satisfacer los deseos humanos, ya sea a través del trabajo humano, la inteligencia artificial o combinaciones novedosas de ambos.

Emprendimiento e incertidumbre

Mientras que el análisis convencional se centra en la «gestión del riesgo», la economía austriaca hace hincapié en el papel único del emprendedor como portador de incertidumbre. Mises es explícito sobre esta distinción:

Como todo hombre que actúa, el emprendedor es siempre un especulador. Se enfrenta a las condiciones inciertas del futuro. Su éxito o fracaso depende de la corrección de su anticipación de los acontecimientos inciertos. Si falla en su comprensión de lo que está por venir, está condenado al fracaso. La única fuente de la que provienen los beneficios de un emprendedor es su capacidad para anticipar mejor que otras personas la demanda futura de los consumidores.

La IA magnifica, en lugar de disminuir, esta función empresarial. Al reducir los costes de la experimentación, la investigación y el desarrollo de productos, la inteligencia artificial amplía el alcance del descubrimiento empresarial. Ahora, una sola persona puede poner a prueba hipótesis de mercado que antes requerían equipos enteros. Esto aumenta la presión competitiva para servir a los consumidores, al tiempo que acelera el mecanismo de corrección de errores del mercado a través de las ganancias y pérdidas.

Destrucción creativa y reasignación de capital

La teoría austriaca del capital explica por qué el desplazamiento tecnológico genera riqueza en lugar de destruirla. Los bienes de capital y la mano de obra son factores heterogéneos que deben reasignarse continuamente hacia sus usos más valiosos, según revelan las preferencias de los consumidores. Mises explica: «La economía de mercado es el sistema social de división del trabajo bajo la propiedad privada de los medios de producción. Todo el mundo actúa en su propio nombre, pero las acciones de todos tienen como objetivo la satisfacción de las necesidades de los demás, así como la satisfacción de las propias». El mercado coordina esta reasignación a través del sistema de precios y la búsqueda de lucros por parte de los empresarios.

Las pruebas históricas respaldan la teoría austriaca. La mecanización agrícola liberó a más del 90 % de la mano de obra para otras actividades sin crear desempleo permanente. La Revolución Industrial transformó de manera similar la producción artesanal, al tiempo que generó una prosperidad sin precedentes. Cada ola de destrucción creativa siguió el patrón descrito por Mises: desplazamiento temporal a medida que los mercados se reajustan, seguido de una mayor productividad y nivel de vida a medida que los recursos fluyen hacia usos más valorados a través de la función coordinadora de los precios de mercado.

La IA representa otro capítulo en este proceso continuo. Las aplicaciones actuales ya demuestran el patrón: el servicio de atención al cliente automatizado crea oportunidades en la formación y la gestión de la IA; el comercio algorítmico genera demanda de analistas cuantitativos y arquitectos de sistemas; el aprendizaje automático desplaza el análisis rutinario de datos, al tiempo que crea funciones en el desarrollo y la interpretación de modelos. Esta reasignación continua se produce a través de los mismos mecanismos de mercado que Mises identificó como esenciales para la coordinación económica en el marco de la división del trabajo.

El problema del conocimiento y la planificación centralizada

La visión de Friedrich Hayek sobre el conocimiento disperso explica por qué los intentos del gobierno de «gestionar» la transformación de la IA probablemente fracasen. Como observó Hayek, «la curiosa tarea de la economía es demostrar a los hombres lo poco que realmente saben sobre lo que imaginan que pueden diseñar ». Los planificadores centrales carecen de acceso al conocimiento tácito, específico del contexto y cualitativo que los individuos poseen sobre sus propias circunstancias y preferencias.

Este problema del conocimiento se agudiza durante los rápidos cambios tecnológicos. Los responsables políticos no pueden predecir qué aplicaciones de IA resultarán más valiosas, qué habilidades serán fundamentales o cómo adaptarán los consumidores sus preferencias a las nuevas posibilidades. Solo el proceso de descubrimiento descentralizado del mercado, guiado por las señales de los precios, los incentivos de los beneficios y la presión competitiva, puede coordinar estas complejas adaptaciones.

Incluso con una potencia informática avanzada, las autoridades centrales no pueden replicar las capacidades de procesamiento de información del mercado porque carecen de acceso a las valoraciones subjetivas que dan lugar a los precios de mercado. La IA puede mejorar la capacidad computacional, pero no puede resolver el problema fundamental de agregar y coordinar el conocimiento subjetivo disperso.

Implicaciones políticas: libertad frente a intervención

Es probable que la intervención del gobierno obstaculice, en lugar de facilitar, la adopción beneficiosa de la IA. Las propuestas de renta básica universal, garantías de empleo y programas de reciclaje profesional reflejan la misma mentalidad planificadora que Mises y Hayek demostraron que era teóricamente errónea y prácticamente contraproducente.

Estas intervenciones distorsionan las señales del mercado que guían la asignación de recursos. Subvencionar a los trabajadores desplazados para que permanezcan en industrias obsoletas impide la reasignación de capital necesaria para el progreso económico. Los controles de precios y las regulaciones reducen los incentivos empresariales para descubrir aplicaciones innovadoras para la tecnología de IA. Los planes redistributivos transfieren recursos de usos productivos a circunscripciones políticas, lo que reduce la creación de riqueza en general.

En cambio, es preferible un enfoque de laissez-faire, que proteja los derechos de propiedad, la libertad de intercambio, la solidez monetaria, el cumplimiento de los contratos y permita que las fuerzas del mercado coordinen el proceso de ajuste. Este marco maximiza el descubrimiento empresarial al tiempo que garantiza que los recursos fluyan hacia sus usos más valiosos, según lo determine la soberanía del consumidor.

Privacidad y control de datos

Más allá de la disrupción económica, la verdadera preocupación con respecto a la IA radica en la privacidad y el control de los datos. La mayoría de los modelos de IA capturan y almacenan todo lo que comparten los usuarios, y a menudo ponen esos datos a disposición de los gobiernos cuando estos lo solicitan. Por lo tanto, lo que las personas revelan a los sistemas de IA rara vez es privado. Si bien los modelos cifrados centrados en la privacidad, como Maple AI, buscan proteger los datos de los usuarios, sigue siendo incierto si pueden competir con los modelos más grandes y de código cerrado respaldados por poderosas corporaciones.

Esta incertidumbre refleja una realidad de mercado más profunda que los economistas austriacos reconocerían: las preferencias reveladas a menudo contradicen las preferencias declaradas. A pesar de las expresiones generalizadas de preocupación por la privacidad y la vigilancia, el mercado recompensa sistemáticamente a los sistemas de IA más convenientes y capaces, independientemente de sus prácticas en materia de datos. Los usuarios siguen acudiendo en masa a las plataformas que ofrecen una funcionalidad superior y recopilan una gran cantidad de información personal, lo que sugiere que la mayoría de los consumidores valoran más el rendimiento y la comodidad que la protección de datos. En ese momento, la preocupación es el oportunismo del gobierno. Si la innovación empresarial acabará satisfaciendo la demanda latente de alternativas que den prioridad a la privacidad o si el mercado seguirá dando prioridad a la capacidad sobre la confidencialidad sigue siendo una cuestión abierta que solo el tiempo y la elección de los consumidores podrán resolver.

Conclusión

La inteligencia artificial trastornará las industrias y desplazará a los trabajadores, pero no puede abolir las realidades económicas fundamentales: la acción humana, la escasez, el valor subjetivo y el cálculo empresarial. En lugar de temer a la IA como destructora de la economía, debemos reconocerla como otra herramienta que los empresarios emplearán para satisfacer las necesidades de los consumidores de manera más eficaz.

La respuesta adecuada no es la gestión gubernamental, sino la humildad institucional: mantener el marco legal para el intercambio voluntario y permitir que las fuerzas del mercado descubran las aplicaciones más valiosas de la IA. Las leyes económicas operan independientemente de las circunstancias tecnológicas. La IA puede cambiar las formas específicas que adoptan la escasez, el valor y el emprendimiento, pero no puede eliminar estos aspectos fundamentales de la acción humana.

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