Incluso en los relatos más razonablemente documentados sobre el liberalismo clásico, aquellos que evitan incluir a figuras como Mill y Rousseau, la atención se centra casi invariablemente en Gran Bretaña y Francia —en personajes como Adam Smith, Richard Cobden, Frédéric Bastiat y Benjamin Constant. Sin embargo, la tradición liberal alemana— tan a menudo eclipsada por el auge del estatismo bismarckiano, el marxismo y la socialdemocracia —desempeñó un papel fundamental en la configuración del movimiento liberal transnacional del siglo XIX. Según Raico, dos de las figuras clave que destacan en esta historia son John Prince Smith, defensor del libre comercio nacido en Inglaterra pero afincado en Berlín, y Eugene Richter, el parlamentario liberal de lengua afilada que luchó hasta el final contra las corrientes del socialismo y el estatismo en la Alemania guillermina.
Juntos, Smith y Richter encarnan el camino no tomado en el desarrollo político moderno de Alemania. Su ejemplo muestra que en Alemania hubo una vez una corriente vibrante de pensamiento liberal clásico —arraigada en el libre comercio, la libertad individual y la hostilidad hacia la extralimitación del Estado— que, aunque finalmente fue derrotada, dejó un legado que aún hoy resuena en la escuela austro-libertaria.
John Prince Smith y el nacimiento del liberalismo del libre comercio alemán
El ensayo de Ralph Raico «John Prince Smith y el movimiento liberal alemán» recupera la memoria de un hombre prácticamente olvidado incluso en su propio país de adopción. Smith, un emigrante inglés que se instaló en Berlín a principios del siglo XIX, se convirtió en el núcleo intelectual de la escuela liberal alemana. Al igual que Cobden y Bastiat en Gran Bretaña y Francia, Smith argumentó con pasión y precisión contra los aranceles, las restricciones gremiales y los privilegios mercantilistas que estrangulaban la vida económica.
La influencia de Smith se extendió más allá de las aulas. Ayudó a fundar el Congreso de Economistas Alemanes (Volkswirtschaftlicher Kongress), una institución que difundió las ideas del libre comercio entre las clases cultas de Alemania. También inspiró a los liberales más jóvenes que más tarde servirían en el Parlamento y lucharían contra las políticas proteccionistas. Raico destaca que el logro de Smith no solo consistió en adaptar la economía clásica inglesa al público alemán, sino también en integrarla en la tradición liberal europea más amplia. Su defensa vinculó a Alemania a la red liberal internacional de las décadas de 1840 y 1850, un momento en el que el libre comercio parecía estar a punto de convertirse en el principio rector de los Estados civilizados.
Eugene Richter y la retaguardia liberal
Sin embargo, a finales del siglo XIX, el liberalismo alemán estaba en retroceso. La unificación de Alemania por Bismarck en 1871, aunque celebrada por muchos liberales de la época, allanó el camino para una agresiva expansión del poder estatal. La llamada «era liberal» de la década de 1860 dio paso a la Realpolitik de Bismarck, los aranceles proteccionistas y los inicios del Estado benefactor moderno. Fue en este clima hostil donde Eugene Richter saltó a la fama.
Richter, perfilado por Ralph Raico en el penúltimo capítulo de su obra Classical Liberalism and the Austrian School, representó quizás al último gran defensor del liberalismo intransigente en la política alemana. Líder del Partido Popular Progresista (Fortschrittspartei) y más tarde del Partido Liberal, se opuso sin descanso a los aranceles proteccionistas, al socialismo de Estado, a las aventuras coloniales y al militarismo. Sus discursos parlamentarios, su agudo ingenio y su inquebrantable adhesión a los principios le valieron tanto admiración como enemistad.
La novela de Richter de 1891, Imágenes del futuro socialista, se erige como uno de los tratados antisocialistas más proféticos del siglo XIX. Anticipándose a los desastres de la planificación centralizada décadas antes de que se materializaran, el libro utiliza la sátira para describir la vida cotidiana bajo un régimen socialista. La escasez, la burocracia, la represión política y el aplastamiento de la iniciativa individual aparecen en su Alemania ficticia, un pronóstico escalofriante que más tarde se vio confirmado por los experimentos totalitarios del siglo XX.
El camino no tomado
En conjunto, Smith y Richter representan dos momentos del liberalismo alemán: su esperanzador nacimiento y su defensa en tiempos difíciles. El proyecto de Smith era optimista, internacionalista y reformista. Creía en el poder de la verdad económica y en la posibilidad de persuadir a los gobiernos para que adoptaran el libre comercio. Richter, por el contrario, fue una voz de resistencia en una época en la que el liberalismo había perdido su ascendencia. Mientras que Smith había tratado de dar forma al desarrollo del liberalismo alemán, Richter luchó por preservar sus brasas frente al avance del colectivismo.
Lo que los une es un énfasis constante en los derechos de propiedad, la libertad económica y la desconfianza hacia el Estado. Ambos estaban animados por la convicción de que la prosperidad y el florecimiento humano dependían, no de la dirección burocrática o la conquista militar, sino del intercambio voluntario entre individuos libres. Esta idea fundamental los sitúa firmemente dentro de la tradición liberal clásica, junto a sus contemporáneos anglo-franceses más conocidos.
La derrota del liberalismo de Smith y Richter en Alemania no era inevitable. Como han argumentado Raico y otros historiadores revisionistas, existía una alternativa real para el desarrollo político alemán en el siglo XIX. Si el movimiento liberal hubiera triunfado, si el libre comercio, el constitucionalismo y el gobierno limitado se hubieran convertido en los pilares de la unidad alemana, la historia europea y mundial podría haber sido muy diferente.
Para los lectores de hoy, volver a leer a Smith y Richter es más que un ejercicio anticuario. Su ejemplo demuestra que el liberalismo fue en su día un movimiento transnacional, no limitado a Inglaterra o Estados Unidos. También pone de relieve la lucha perenne entre quienes querían limitar el Estado y quienes querían ampliarlo en nombre del progreso o la seguridad. Al final, la economía de libre comercio de Smith y las advertencias antisocialistas de Richter convergen en un único mensaje: la libertad requiere una vigilancia eterna.