Power & Market

Demanda de dinero y desmonetización: comentarios finales

Introducción y alcance del debate

Mi reciente intercambio con mi viejo amigo Guido Hülsmann ha llegado a su fin. Le agradezco su invitación para ofrecer unas observaciones finales y responder a sus objeciones. Como siempre, sus comentarios son amables y retóricamente elegantes. Sin embargo, esperaba que se abordaran los argumentos centrales de mi réplica anterior —una esperanza que solo se cumplió parcialmente a lo largo del debate. 

El profesor Hülsmann presenta el debate como un ejercicio contrafactual sobre la inflación de precios en Argentina en diciembre de 2023:

«¿Qué habría pasado si el gobierno de Milei hubiera cerrado el banco central de Argentina justo después de asumir el poder en diciembre de 2023?».

El papel de las expectativas del dinero crediticio en Argentina

Sin embargo, el debate no comenzó con una hipótesis contrafactual. Comenzó con mi aplicación del concepto de dinero crediticio de Mises al caso argentino. Argumenté que el peso conservaba un carácter de dinero crediticio arraigado en su experiencia de convertibilidad (1991-2002)1 y en la propuesta original de dolarización de Milei, que preveía utilizar las reservas del banco central para canjear pesos por dólares. Si el banco central se hubiera cerrado inmediatamente después de la toma de posesión de Milei, esta expectativa de convertibilidad habría desaparecido. El peso habría dejado de funcionar como dinero de crédito y se habría convertido en dinero fiduciario puro. Ceteris paribus, esto implicaría una disminución de la demanda de pesos.

En las condiciones argentinas de finales de 2023, tal disminución habría sido profundamente desestabilizadora. El peso ya estaba sujeto a una desconfianza monetaria acelerada, a la preferencia de los argentinos por el dólar, al colapso de la demanda y a una tasa de inflación mensual cercana al 25 %. La subida del tipo de cambio del dólar aceleró aún más la huida del peso y la pérdida de confianza. Una nueva caída de la demanda de dinero, provocada por el cierre del banco central, no habría detenido la pérdida de confianza. La habría intensificado, con el riesgo de un colapso total del poder adquisitivo del peso: hiperinflación o desmonetización, si se prefiere ese término.

El profesor Hülsmann reconoce parte de este análisis:

 «Ceteris paribus, como explica Bagus, y estamos de acuerdo con él, esto habría reducido la demanda de pesos».

A continuación, añade:

 «Pero, ¿qué importancia tiene este factor? Tal y como lo presenta Philipp Bagus, solo hay un pequeño paso entre esta disminución de la demanda de dinero y la hiperinflación. Pero la hiperinflación no surge solo de una pérdida de confianza, sino de una pérdida de confianza combinada con un enorme aumento de la masa monetaria». 

La cuestión teórica fundamental: la demanda de dinero y el poder adquisitivo

Para mí, aquí es donde comienza el verdadero desacuerdo. Creo que la afirmación es incorrecta. La cuestión que está en juego es una cuestión teórica fundamental:

¿Es posible la destrucción completa del poder adquisitivo del dinero solo por el colapso de la demanda de dinero, o debe ir acompañada de un gran aumento de la masa monetaria?

La respuesta praxeológica es clara: una caída de la demanda tiene el mismo efecto que un aumento de la oferta sobre los precios de los bienes no monetarios.2 Si la demanda de dinero fiduciario se evapora, su poder adquisitivo se aproxima a cero, independientemente de lo que ocurra con la cantidad de dinero. Por eso Rothbard, Salerno y Hazlitt —como se ha señalado anteriormente en este intercambio— hacen hincapié en que una pérdida repentina de confianza, independiente de la oferta monetaria, puede llevar al abandono de un bien como medio de intercambio.

El proceso de desmonetización y la primacía de las ideas

Cuando una mercancía se monetiza, adquiere una demanda adicional más allá de sus usos directos como bien de consumo o de producción. Cuando un bien se desmonetiza porque la gente deja de utilizarlo como medio de intercambio y recurre a otro bien que considera superior, su demanda vuelve a ser la misma que la de un bien de consumo o de producción. En el caso del dinero fiduciario, la demanda vuelve a ser prácticamente nula, lo que significa que los precios en términos de este dinero fiduciario se acercan al infinito. La oferta física del dinero fiduciario o la expectativa de la evolución de la oferta física se vuelve irrelevante en este punto. El dinero fiduciario depende fundamentalmente de la confianza. Una vez que esta confianza se erosiona, su función monetaria puede disminuir muy rápidamente.

La economía trata de las ideas que los actores tienen sobre el mundo. No se trata de cosas físicas. Ludwig von Mises ha señalado repetidamente la importancia de las ideas.3 El poder del gobierno, señala Mises en Gobierno omnipotente (2010, p. 7), no se basa en condiciones materiales como las armas, sino que, en última instancia, se basa en ideas: 

«No se puede establecer un orden duradero con bayonetas. Una minoría no puede gobernar si no cuenta con el consentimiento de los gobernados; la rebelión de los oprimidos la derrocará tarde o temprano, aunque tenga éxito durante algún tiempo».

Además, el poder adquisitivo del dinero y, en efecto, su condición de dinero, se basa en última instancia en las ideas. Una vez que los actores pierden la confianza en él y dejan de utilizarlo como medio de intercambio, la cuestión material del suministro físico deja de tener importancia.

La extrema fragilidad monetaria de Argentina

En sus observaciones finales, el profesor Hülsmann admite que tal escenario «no es lógicamente imposible», lo que sugiere que podemos compartir más puntos en común sobre el mecanismo teórico de lo que parece a primera vista. Sin embargo, en lugar de abordar la estructura teórica, llama la atención sobre el caso empírico de Argentina en diciembre de 2023.  

En este caso, simplemente atribuimos un peso diferente a las expectativas institucionales en condiciones de extrema incertidumbre. Mi argumento es específico al contexto: en las circunstancias de Argentina —profunda desconfianza monetaria, preferencias por la dolarización, el carácter de dinero crediticio del peso, deuda pública excesiva, un sistema bancario precario, una larga historia de impagos y una oposición vocal dispuesta a derrocar al gobierno mientras afirma ser la única fuerza capaz de estabilizar el país— la abolición del banco central habría provocado, de manera plausible, un colapso de la demanda de dinero.

Cuando la demanda de dinero domina la cantidad de dinero

El profesor Hülsmann califica mi escenario de «desproporcionado», pero no identifica qué paso causal es desproporcionado:

  1. Que la abolición del banco central altera las expectativas institucionales.
  2. Que las expectativas influyen en la demanda de dinero.
  3. Que la demanda de dinero afecta al poder adquisitivo
  4. Que este efecto puede dominar la influencia de una reducción de la masa monetaria.

Mi argumento se desarrolla a través de cuatro pasos causales explícitos.
Si el profesor Hülsmann no está de acuerdo, sería muy valioso, tanto para los lectores como para el desarrollo del argumento, saber en qué paso concreto divergen nuestros análisis. Describir mi escenario como «romántico» es pintoresco, pero sería útil saber qué paso específico de la cadena praxeológica de razonamiento le parece inverosímil y por qué motivo.

Es posible que el profesor Hülsmann considere inverosímil el último paso, ya que afirma que «la demanda de dinero depende en gran medida de la evolución percibida de la masa monetaria». Respetuosamente, no estoy de acuerdo. La demanda de dinero depende de la utilidad percibida de poseer dinero como medio de intercambio y como cobertura frente a la incertidumbre, es decir, de la calidad del dinero. Los cambios previstos en la masa monetaria pueden influir en esta percepción, pero no son su fundamento. La gente demanda dinero por lo que es el dinero y por lo que les aporta. 

Las expectativas sobre la masa monetaria pueden modificar esta demanda, pero no la crean; son secundarias y no primarias, y solo uno de los muchos factores que configuran la demanda de dinero. Dado que las expectativas sobre la masa monetaria no generan la demanda de un medio de intercambio generalmente aceptado, se deduce que la evolución de la masa monetaria no sostiene por sí sola su valor. En este sentido, el énfasis del profesor Hülsmann en la masa monetaria parece basarse en una visión algo idealizada de su importancia. Si bien la evolución prevista de la masa monetaria es solo una variable en la determinación de la demanda de dinero, los cambios institucionales —como una revolución, una guerra perdida o la transición de un dinero crediticio a un dinero fiat puro en un entorno monetario de desconfianza— pueden cambiar la valoración del dinero de forma mucho más abrupta.4

La desmonetización y la opinión de Hoppe

Cabe destacar que Hans-Hermann Hoppe llegó de forma independiente a una conclusión muy similar a la mía, al describir el peso como una moneda que probablemente «desaparecerá».
Esto sugiere que el mecanismo que describo no es idiosincrásico, sino que se basa en un razonamiento austriaco ampliamente compartido. Más concretamente, el profesor Hoppe afirmó, en el contexto de un debate sobre el cierre del banco central argentino y el colapso del sistema bancario, que «el peso desaparecería, lo cual es bueno... entonces la gente utilizaría dólares en lugar de pesos. Los pesos desaparecerían y se utilizarían dólares» (PFS, min. 36). 

Hoppe está claramente de acuerdo en que el peso perdería rápidamente su poder adquisitivo y desaparecería como moneda. No emplea el término «hiperinflación» y probablemente preferiría el término «desmonetización». Sin embargo, el mecanismo lógico es idéntico. El profesor Hülsmann, por el contrario, describió a Milei como un «muy mal economista» por predecir tal resultado. Esto también plantea la cuestión de hasta qué punto deben aplicarse de forma coherente tales juicios dentro del análisis austriaco.

El papel de los activos del banco central

Existe cierta tensión en el argumento del profesor Hülsmann sobre la importancia de los activos del banco central para la calidad del dinero y, por lo tanto, para la demanda de dinero.5 Cita con aprobación el argumento de Kristoffer Hansen de que la eliminación del banco central argentino no habría causado una hiperinflación. Hansen afirma explícitamente que los activos del banco central son irrelevantes para la demanda de una moneda, y afirma:

 «El valor del peso es, como hemos establecido, independiente de los activos del banco central argentino...».

Sin embargo, los activos del banco central sí son importantes para la calidad de una moneda, especialmente en situaciones de tensión monetaria, como cuando la confianza en la moneda está cayendo, cuando se está produciendo una fuga de la misma, cuando el tipo de cambio se está desplomando o en casos de reforma monetaria, como la dolarización o la liquidación de un banco central. 

El propio profesor Hülsmann escribe: 

«Los billetes de peso existentes habrían permanecido en circulación o se habrían liquidado a cambio de activos en poder del banco central. Las cuentas de efectivo existentes en el banco central se habrían cambiado por billetes de peso o se habrían liquidado a cambio de activos en poder del banco central».

Este pasaje implica que los activos del banco central son importantes, ya que cuanto mayor sea la calidad de estos activos, mejor será la posición de los tenedores de pesos en tal escenario.6 Esto contrasta claramente con la afirmación de Hansen de que los activos son irrelevantes. Es difícil ver cómo se pueden mantener ambas afirmaciones al mismo tiempo.

Además, el profesor Hülsmann señala que el peso (es decir, la base monetaria) es «una obligación del banco central». Si bien los billetes de peso y las cuentas de efectivo del banco central no son instrumentos de deuda legalmente canjeables en la actualidad, existía tal obligación durante el período de convertibilidad (1991-2002), y es posible que vuelva a existir en el futuro. Por lo tanto, los activos son especialmente relevantes, sobre todo en períodos de transición hacia una reforma monetaria.

¿Debe un político libertario cerrar el banco central de inmediato?

El profesor Hülsmann discrepa con el hecho de que Milei no cerrara «el banco central de Argentina, tal y como había prometido, justo después de asumir el poder en diciembre de 2023».

Reconoce que había razones para esta decisión, como la necesidad de evitar «una terrible crisis económica». 

Sin embargo, no considera que esta sea una razón válida, y afirma:

«Consideraciones de este tipo son el sello distintivo del líder «conservador» socialdemócrata o demócrata cristiano de centro, el proverbial político de partido, honorable miembro de la casta política».  

En respuesta, conviene hacer tres aclaraciones.

En primer lugar, según conversaciones personales, es cierto que Milei creía que cerrar el banco central en su primer día en el cargo habría precipitado una hiperinflación y una grave crisis económica. Le habría obligado a abandonar el cargo en cuestión de días.

En segundo lugar, aunque Milei hizo campaña a favor del cierre del banco central, nunca se comprometió a una fecha concreta, como sugiere el profesor Hülsmann. Su plan siempre contempló un proceso gradual, como comentamos en nuestra anterior contribución.

En tercer lugar, la formulación del profesor Hülsmann parece implicar que cualquier político que no aboliera inmediatamente el banco central —o incluso el propio Estado— y, en su lugar, optara por una reducción gradual para evitar la agitación social y el regreso de los socialistas al poder, debe ser considerado cristiano o socialdemócrata. No creo que esta inferencia esté justificada. 

En primer lugar, esta interpretación parece contradecir la propia afirmación anterior del profesor Hülsmann de que «la tarea principal de cualquier reformador» es «tomar medidas temporales para ayudar a los más vulnerables durante la fase de transición». Según su lógica, ¿no serían estas consideraciones también «el sello distintivo del socialdemócrata moderado»?

En segundo lugar, y como he afirmado en otras ocasiones, no estoy de acuerdo. Se puede ser un político libertario siempre y cuando se impulse en la dirección correcta. Según Jesús Huerta de Soto, el político libertario debe seguir una estrategia dual:
(1) debe estudiar rigurosamente los principios libertarios y difundirlos al público sin concesiones; y
(2) debe desarrollar planes de transición hacia el ideal que no violen esos principios.
Las concesiones a corto plazo solo pueden ser aceptables si llevan a la sociedad hacia una dirección más libertaria. En ningún caso un conjunto de medidas puede alejarse de ella. 

En mi opinión, existe una distinción esencial entre un político libertario que aplica una reforma basada en principios y secuenciada de forma prudente y un socialdemócrata que no tiene ningún interés en reducir el alcance del Estado.

Observaciones finales

En resumen, agradezco este intercambio. En mi opinión, ha puesto de relieve la importancia de la demanda de dinero. El poder adquisitivo del dinero fiduciario puede desaparecer incluso sin que aumente su oferta, lo cual es el punto praxeológico central en cuestión y cuya importancia ha ayudado a destacar el presente intercambio. El debate ha subrayado el papel decisivo de las expectativas institucionales en la configuración de la demanda de dinero en condiciones de extrema incertidumbre, y la posibilidad de que un colapso de la demanda pueda dominar la influencia de la masa monetaria.

Además, se han planteado cuestiones importantes relativas a los activos de los bancos centrales, los pasivos remunerados de los bancos centrales, la pérdida de las características del dinero crediticio, la demanda fiscal de dinero, la inadecuación del término «nivel de precios», la naturaleza de la estrategia política libertaria y los respectivos papeles de la teoría a priori y las circunstancias históricas contingentes, entre otras cuestiones importantes.

Una discrepancia que sigue sin resolverse se refiere al peso que asignamos a las expectativas institucionales en la configuración de la demanda de dinero en condiciones de extrema incertidumbre y en la dinámica de la hiperinflación. A este respecto, nuestra divergencia radica en la importancia empírica que cada uno de nosotros atribuye a las expectativas institucionales en condiciones de fragilidad monetaria aguda. Sin embargo, más fundamental es nuestro profundo desacuerdo sobre la lógica de la demanda de dinero y, en consecuencia, sobre el proceso de desmonetización.

Espero que este intercambio contribuya a aclarar estas importantes cuestiones dentro de la teoría monetaria austriaca. Sigo agradecido por la oportunidad de debatirlas en profundidad.

  • 1

    El carácter del dinero crediticio tiene su origen no solo en la experiencia de la convertibilidad, sino también en el hecho de que, durante la mayor parte del período comprendido entre 2002 y 2023, Argentina funcionó con un sistema de tipo de cambio fijo que, —dada la elevada inflación monetaria y de precios—, se vio acompañado y reforzado por el CEPO (controles de capital). Este punto se lo debo a Bernardo Ferrero, a quien quiero agradecer sus útiles comentarios y sugerencias a lo largo del intercambio.

  • 2

    La misma lógica se aplica a cualquier bien: un aumento de la oferta y una caída de la demanda ejercen efectos equivalentes sobre su precio. En el caso del dinero, los dos procesos no son totalmente simétricos. Por ejemplo, difieren en sus efectos redistributivos y en su impacto sobre los saldos sociales reales en efectivo. Una caída de la demanda de dinero (con una masa monetaria constante) reduce los saldos de efectivo reales agregados, mientras que un aumento de la oferta monetaria (con una demanda de dinero constante) los deja sin cambios, ceteris paribus.

  • 3

    Véase, por ejemplo, Human Action, (1998), capítulo IX, «El papel de las ideas». En Liberalism. In the Classical Tradition, (2002), p. 51, Mises afirma: «Sin embargo, el resultado final de la lucha no lo decidirán las armas, sino las ideas. Son las ideas las que agrupan a los hombres en facciones combatientes, las que les ponen las armas en las manos y las que determinan contra quién y a favor de quién se utilizarán las armas. Son ellas solas, y no las armas, las que, en última instancia, inclinan la balanza».  

  • 4

    Sobre los cambios abruptos en la calidad del dinero, véase Bagus (2009), «The Quality of Money», The Quarterly Journal of Austrian Economics 12, n.º 4: 22-45. En Bagus (2015), «The Quality of Monetary Regimes», en The Next Generation of Austrian Economics: Essays in Honor of Joseph Salerno, ed. Per Bylund y Per Howden, 19-34 (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute), analizo los efectos de los cambios en el régimen monetario sobre la calidad del dinero.

  • 5

    Sobre la importancia de los activos del banco central para la calidad del dinero, véase Bagus y Howden. (2016). «Central Bank Balance Sheet Analysis» (Análisis del balance del banco central). Betriebswirtschaftliche Forschung und Praxis 68(2), pp. 109-25.

  • 6

    De hecho, la mayor parte de los activos del banco central consistían en bonos del Estado. En caso de impago por parte del gobierno, el sistema bancario se habría quedado con créditos sin valor, lo que habría provocado un colapso financiero y una fuerte depreciación del peso, erosionando aún más la confianza en la moneda. Sin duda, habría sido muy diferente para el peso si, en lugar de bonos del Estado argentino, los activos del banco central hubieran consistido en oro (o, especialmente, en dólares).

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