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En el mundo borroso de indicadores y pronósticos económicos contradictorios y sorpresas políticas, los activistas de la Reserva Federal no saben exactamente cuál es la política monetaria «correcta» en la actualidad. Tampoco lo hacen sus críticos activistas.

Al abogar por un mayor papel monetario para el Estado, Keynes ha empeorado considerablemente el ciclo crediticio y lo ha desestabilizado.

La Constitución de Liechtenstein se esfuerza mucho por poner obstáculos al ejercicio del poder estatal. También contiene disposiciones que permiten explícitamente la secesión.

El PIB real no mide la fortaleza real de una economía, sino que refleja la rotación monetaria. Por lo tanto, cuanto más dinero se bombea, más fuerte parece ser la economía.

En una economía competitiva, los empleadores no pueden embolsarse el excedente producido por los trabajadores. Si los empleadores intentan hacer esto, pierden cuota de mercado y a sus mejores trabajadores.

Si la violencia es la clave para crear riqueza, como insinúa Desmond, entonces las naciones comunistas habrían creado cantidades fabulosas de riqueza dada la brutalidad del estalinismo del siglo XX.

Los bonos a 100 años empujan la deuda pública hacia los futuros contribuyentes que aún no han nacido. Y también muestran que el Estado no tiene intención de pagar sus deudas.

La doctrina del libre mercado no se basa en la suposición de que los consumidores toman decisiones sabias. Como el mítico «hombre económico», el individuo perfectamente sabio es un hombre de paja creado por los críticos de la teoría.

Las nuevas tecnologías, y no el Estado, serán la clave para facilitar cada vez más la satisfacción de las necesidades básicas y disminuir la necesidad percibida de más servicios gubernamentales.

Brasil, y su prolongada falta de respeto por los derechos de propiedad, nos ha mostrado cómo no administrar las tierras forestales. Los llamamientos actuales para que el Estado solucione los incendios forestales no hacen nada para ofrecer soluciones reales.