Recientemente aquí en Vancouver, Canadá, los revendedores de máscaras médicas fueron castigados por las autoridades, con la incautación de su inventario y la imposición de multas. Esta es la segunda vez que los revendedores fueron castigados en las últimas semanas. Esta acción es exactamente lo contrario de lo que el gobierno debería hacer, si quiere ver un aumento en el suministro de máscaras médicas a las personas que las necesitan.
Un alcalde local, Brad West, ha llamado a los actos de los revendedores «atroces, tan irresponsables, tan egoístas y tan motivados por la codicia». Este escritor sostiene que, a menos que los revendedores hayan robado esas máscaras, las acciones de las autoridades locales son atroces e irresponsables. West presume que los que compran esas máscaras no tienen una necesidad legítima de ellas. El CDC ahora afirma que el uso de máscaras ayuda a reducir el riesgo de exposición al Covid-19. ¿Cómo es que la venta voluntaria y la compra de máscaras médicas para protegerlo a usted y a su familia se consideran atroces e irresponsables?
Las acciones comerciales de los revendedores, si acaso, ayudan a impulsar el suministro de esas máscaras en el mercado de consumo. Las tiendas minoristas y las farmacias están sin existencias porque su proveedor no puede aparentemente satisfacer la demanda minorista. Ahora, un revendedor, a través de su propio ingenio e investigación del mercado mayorista, se ha topado con un proveedor que está dispuesto a proporcionarle inventario. El revendedor contacta al proveedor y arregla la compra y el envío de esas máscaras. Asigna tiempo y energía para realizar esta transacción, asumiendo ciertos riesgos de que las máscaras no lleguen a tiempo, o sean retenidas por la aduana, o de lo contrario no sean entregadas por un mayorista engañoso y sin escrúpulos.
Por su tiempo y esfuerzo, al revendedor se le paga una ganancia (es decir, un salario) sobre el precio de venta al por mayor. Para sus clientes, se apoderan de las máscaras en un momento en que todos los estantes de la tienda están vacíos. Cuantos más revendedores haya, más pedidos se hacen a los mayoristas y fabricantes, y más producto se pone a disposición del mercado de consumidores. A medida que la demanda se sacie, los precios eventualmente bajarán.
Lo que el Estado ha hecho es paralizar de manera efectiva la distribución productiva y los canales de reventa que son vitales y muy necesarios para asegurar que los clientes minoristas obtengan lo que quieren. Han desincentivado a los empresarios para que salgan a buscar proveedores que puedan ayudar a satisfacer la demanda.
Y para empeorar aún más la situación, han cerrado una fuente de ingresos para los empresarios que ahora están sin trabajo debido a la paralización del Covid-19 y deben ahora depender del seguro de empleo y otras formas de bienestar del Estado, lo que supone una carga aún mayor para las arcas públicas (es decir, el dinero de los contribuyentes).
¿Cuándo aprenderá el Estado?