El entorno de tipos de interés persistentemente bajos no va a durar para siempre. Pero una reciente campaña para cambiar las normas fiscales europeas supone unos tipos bajos para siempre, y puede tener consecuencias peligrosas e imprevistas. Hasta ahora, después de años de crecimiento continuo, muchos países europeos todavía no han abordado la cuestión de la deuda: ¿serán capaces de hacerlo mejor con normas más flexibles y menos punitivas?
Tras las elecciones europeas, ha comenzado la carrera por describir el camino (diferente) que debe seguir la Unión Europea. Entre los que contribuyeron con propuestas de reforma, encontramos a Olivier Blanchard, del FMI, en su columna «Europe Must Fix Its Fiscal Rules», que explica cómo Europa podría aprovechar mejor el marco actual de bajos tipos de interés.
Según el economista francés Blanchard, Europa debe empezar a fijar sus reglas sobre la deuda pública y el déficit público para alinearlas con el actual marco de bajo interés, que es diferente al que se estableció inicialmente. Es cierto que el brazo fiscal de la política económica europea es algo que puede mejorarse. Sin embargo, las propuestas del Dr. Blanchard funcionarían como un escudo para las políticas fiscales irresponsables puestas en práctica por los países que ahora más necesitan una reforma. Estos países –especialmente Italia– han aplazado estas reformas necesarias durante años, y para ello han aprovechado en gran medida las políticas de dinero del Este en períodos de crisis.
¿Una unión económica y monetaria más estrecha?
Algunas partes de la propuesta del Dr. Blanchard sí plantean preguntas. La idea de crear un presupuesto común europeo más amplio es, de hecho, el notorio tercer pilar de una unión económica y monetaria que ha estado ausente en el marco de la zona del euro desde sus comienzos. Un aspecto de esto son las continuas demandas de que la zona euro cambie el Pacto de Estabilidad y Crecimiento para abandonar el tope de déficit del 3% y el tope de deuda/PIB del 60%. En cuanto al parámetro de deuda, el Dr. Blanchard argumenta que bajo un régimen de tipos de interés bajos, la necesidad de tener una relación deuda/PIB tan baja es cuestionable. Por lo tanto, Europa debe permitir a sus Estados miembros coordinar y llevar a cabo una expansión fiscal, ya sea a nivel individual o con un presupuesto común financiado a través de la emisión de los eurobonos a menudo invocados.
Sin embargo, la lectura keynesiana y centrista de la realidad europea no tiene en cuenta ninguna de las preocupaciones sobre el riesgo moral intrínseco a cualquier unión monetaria. Además, no tiene en cuenta la historia reciente del debate sobre las propuestas presupuestarias entre la Comisión Europea y los Estados miembros. De hecho, el Dr. Blanchard opina que «la eurozona ha ido tan lejos en la acumulación de restricciones, asumiendo que el Estado siempre se comportará mal o intentará engañar, que el resultado es a veces incomprensible».
Por el contrario, opinamos que lo que la historia de la eurozona nos puede decir es que si el aumento de la deuda se ha contenido en los últimos tiempos, ha sido precisamente gracias a esas limitaciones y normas, ya que los Estados miembros del sur (es decir, Italia y Grecia, entre otros) siempre han presionado a favor de una mayor deuda y nunca de una menor.
Además, no entendemos la necesidad de un estímulo fiscal keynesiano para que la eurozona vuelva a su «nivel potencial». Por ejemplo, la Comisión Europea calculó para Italia (uno de los países que más se beneficiaría de una flexibilización de las normas fiscales de la zona euro) una brecha de producción negativa de -0,1% para 2018 y una brecha de producción negativa de -0,3% para 2019, que se prevé que se cerrará de nuevo en 2020. Dicho esto, aumentar el margen fiscal de un país como Italia significaría ampliar permanentemente el sector público, ya que para impulsar el PIB por encima de su nivel potencial el estímulo debe realizarse de forma indefinida.
El camino que ha llevado a la baja de los tipos de interés a cero tampoco ha sido casual, pero ha sido una consecuencia directa de la política llevada a cabo en estos años por el BCE. Gracias a estas políticas, que han tenido una reacción de efecto Cantillón que han modificado los precios relativos de los bonos del Estado en beneficio de los países con mayor endeudamiento. Los mismos Estados miembros con problemas preocupantes y urgentes han sido capaces de «patear la lata» e ignorar las evaluaciones de precios de riesgo realizadas por el mercado debido a la protección y el tiempo extendido que les concede la relajación cuantitativa.
Todo esto contradice lo que el Dr. Blanchard argumentó implícitamente sobre el riesgo moral: la política monetaria expansiva y la consecuente reducción de las tasas de interés -que tenía por objeto dar tiempo y espacio a los países con problemas para fijar sus cifras, permitiéndoles al mismo tiempo utilizar la política fiscal como una herramienta cíclica- se utilizó en su lugar para aplazar la necesidad de decisiones y reformas que ya eran convincentes hace años, lo que empeoró los problemas estructurales que mantenían el decepcionante nivel actual de su PIB potencial.
Eliminar esas normas permitiría que una situación grave no empeorara mucho más. El actual escenario de tipos de interés no va a durar para siempre, pero sí va a cambiar tan pronto como finalice la relajación cuantitativa del BCE. La eliminación de las pocas restricciones que existen nos parece un peligro innecesario.