Tras cuatro años de una política exterior innecesariamente conflictiva bajo la presidencia de Biden, los americanos eligieron a Donald Trump en parte por su promesa de poner a América primero, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Prometió a un país cansado de la guerra que no iniciaría nuevas guerras y que nos sacaría de las existentes. Ocho meses después de iniciar su segundo mandato, parece que su promesa sigue sin cumplirse, ya que su índice de aprobación sigue cayendo.
En cuanto a Ucrania, el presidente Trump observó sabiamente al asumir el cargo que el conflicto es «la guerra de Joe Biden», no la suya. Lamentablemente, no pudo resistir la tentación de involucrarse en el conflicto, incluso bajo el pretexto de ser un «pacificador». A menudo he dicho que salir de los conflictos en el extranjero no es tan complicado: simplemente debemos volver a casa. Incluso cuando no hay tropas involucradas, «volver a casa» significa desvincularse del conflicto. Pero el presidente Trump quiere actuar como árbitro en la guerra mientras arma y apoya a una de las partes. ¿Es de extrañar que no esté logrando ningún avance para poner fin a la guerra?
Lo mismo ocurre con Israel y Gaza: la promesa de Trump de poner a América primero se ha tambaleado. El presidente Biden ha comprometido a los americanos a aportar miles de millones de dólares adicionales para apoyar las acciones de Israel en Gaza sin decir ni una palabra sobre la matanza y la destrucción. A medida que más americanos se sienten indignados por la destrucción de las propiedades y la población de esa pequeña franja de tierra por parte de Israel, Trump no da señales de apartarse del enfoque de Biden. Se envía más dinero y más armas mientras el hambre se cobra cada día más y más niños. Según se informa, Trump ha comentado a un donante que su propia base se está volviendo en su contra debido a su política hacia Israel. Sin embargo, se niega a cambiar de rumbo y «simplemente volver a casa».
Trump incluso ha vuelto a la fallida política latinoamericana de su primera Administración, con la decisión de la semana pasada de avanzar hacia una confrontación militar con la rica en petróleo Venezuela. Trump envió dos buques de guerra y 4.000 soldados de EEUU a las aguas cercanas a Venezuela bajo la acusación altamente sospechosa de que el presidente del país es en realidad el jefe de un cartel internacional de drogas. Debería haber aprendido de su casi cómica reconocimiento de Juan Guaidó como el verdadero presidente de Venezuela en su primer mandato que entrometerse en ese país no beneficia a los intereses de América. Parece que los neoconservadores que le rodean, incluido el halcón de guerra Marco Rubio, le están arrastrando a otro conflicto innecesario.
Si a esto le sumamos los ataques militares de Trump contra Yemen e Irán, el balance hasta ahora no apunta a una política exterior de «América primero».
El presidente Trump aún está a tiempo de cambiar de rumbo y cumplir sus promesas al pueblo americano. Que se ponga en conocimiento de Ucrania y Rusia que, a partir de este momento, los EEUU se retira de cualquier papel en el conflicto. Que sean los europeos quienes lo resuelvan si consideran que les conviene. Salir de la OTAN también es una buena idea.
Poner fin al apoyo financiero y militar de EEUU a un Israel que parece incapaz de llevarse bien con sus vecinos. Quizás sin el respaldo de los EEUU a la belicosidad de Israel, el país y sus dirigentes empezarían a reflexionar sobre la conveniencia de iniciar guerras con varios países de su vecindad.
Dejar de intentar derrocar a Maduro en Venezuela y a todos los demás que los neoconservadores han incluido en su «lista negra». Poner fin a todas las sanciones y abrir el comercio. Las fallidas políticas económicas socialistas de Maduro serán su perdición, no las sanciones americanas ni las amenazas bélicas.
«América primero» significa, ante todo, «vuelve a casa». Así de simple.