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Volver al futuro se transforma en distopía

Estamos en 2023, ocho años después de 2015, el año de los coches voladores y la ropa climatizada al que viajó Marty McFly en una máquina del tiempo. En nuestro propio mundo, la élite gobernante quiere prohibir los coches para controlar el clima. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Qué ha provocado la discrepancia entre nuestra visión de un futuro más avanzado y la realidad a la que nos enfrentamos ahora?

Teníamos razones para esperarlo. De 1860 a 1970, los Estados Unidos creció a un media superior al 5% anual. Pero a partir de los 1970, y durante las últimas cinco décadas desde entonces, América ha experimentado una tasa media de crecimiento del PIB del 2,7 por ciento. Si se hubiera mantenido el ritmo de crecimiento anterior, la economía sería al menos un 65% mayor de lo que es hoy. El PIB actual sería de 15 billones de dólares adicionales, o 45.000 dólares per cápita.

La brecha en el potencial no realizado es enorme y explica la discrepancia entre nuestras visiones pasadas del futuro y nuestra realidad actual. Si la gente conociera el futuro que le han robado, se indignaría. La pérdida de un potencial que nunca se conoció no suele afectar a la gente, pero hay una sensación creciente de que algo no cuadra.

En la nueva realidad de crecimiento anémico surge una extraña mezcla de tecnología punta e infraestructuras en ruinas. Esto se refleja en la ciencia ficción contemporánea, que es más probable que describa un futuro distópico que uno como el imaginado por Los Supersónicos o una novela de Julio Verne. ¿Cómo ha sucedido esto? ¿Qué nos ha desviado tanto del camino trazado por los logros anteriores?

Existe una narrativa política común según la cual el impulso del «laissez-faire» para desregular y reducir los impuestos bajo Reagan en los 1980 dio lugar a una consolidación de la riqueza y el poder empresarial. El poder corporativo que condujo a nuestro malestar actual. El principal problema con esta narrativa es que no hubo un momento reciente de laissez-faire. La regulación y el gasto público siguieron aumentando durante los 1980. Cuando el gobierno no pudo aumentar los impuestos lo suficiente como para mantener el ritmo del gasto, se limitó a inflar la oferta monetaria, una estrategia que resultó más fácil cuando se abandonó por completo el patrón oro en 1971.

A partir de finales de los 1960, el número de páginas publicadas en el Registro Federal se disparó (figura 1). El número de páginas del Código de Reglamentos Federales, que se cree que refleja la carga regulativa global, ha aumentado de veinte mil a más de doscientas mil páginas (figura 2).

Figura 1: Total de páginas publicadas en el Registro Federal (1936-2022)

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Fuente: Regulatory Studies Center.

Figura 2: Total de páginas publicadas en el Código de Reglamentos Federales (1950-2021)

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Fuente: Regulatory Studies Center.

El periodo más largo de bajo crecimiento de nuestra historia se caracteriza también por la expansión del Estado regulador. La consolidación empresarial se disparó en el mismo periodo. En 1970, las cuatro primeras empresas de cualquier sector representaban una media del 20% de la cuota de mercado. Hoy en día, las cuatro primeras empresas de cualquier sector controlan aproximadamente el 80%. Los monopolios reguladores crean puntos únicos desde los que intereses especiales pueden controlar mercados enteros y enriquecer a los más ricos. Cuentan con el pleno respaldo de las instituciones de élite, pero se venden con el pretexto de mantener a los consumidores vulnerables a salvo de las asimetrías de poder.

Las personas que se preocupan legítimamente por los pobres o el medio ambiente no deberían apoyar a estas agencias federales. El punto de vista de que las regulaciones conducen a la mejora de las normas pone el carro delante de los bueyes. Si la regulación de EEUU sobre la cantidad máxima de residuos de pesticidas permitida en los productos se impusiera en un país en desarrollo, la producción agrícola de ese país desaparecería de la noche a la mañana.

Reducir el uso de productos químicos, cuando se hace correctamente, ahorra recursos y mejora la calidad del suelo y el rendimiento, pero también requiere muchos conocimientos y tecnología. Sin poder saber exactamente cuándo llegarán los insectos, puede ser necesario fumigar todos los días durante semanas para minimizar la posibilidad de un fracaso catastrófico. Sin saber aplicar correctamente un sistema de rotación de cultivos, es probable que el suelo se degrade con el tiempo. Sin analizar, cartografiar e integrar el suelo en el sistema de pulverización del tractor, no será posible limitar el uso de fertilizantes a las zonas que lo necesitan.

El rigor regulativo de un país suele variar directamente con su nivel de desarrollo económico, porque los mandatos requieren infraestructuras. Con el tiempo, los componentes del tractor que pueden identificar y matar las malas hierbas con una corriente eléctrica eliminarán en gran medida la demanda de herbicidas. Entonces se aprobará una ley, con mucha autocomplacencia, que prohíba los herbicidas, reforzando las ventajas de los grandes y creando nuevas barreras para los pequeños.

Las muertes en la minería disminuyeron drásticamente con la llegada de la iluminación eléctrica y la tecnología de ventilación. El descenso no se vio afectado de forma observable tras la creación de la Administración de Seguridad y Salud en el Trabajo (OSHA) porque el gobierno sólo codifica legalmente las normas después de que la tecnología y los conocimientos pertinentes hayan entrado en el mercado. Sin embargo, se atribuyen el mérito de la mejora y redactan las normas de forma que favorezcan la práctica específica de una determinada asociación industrial o cártel corporativo.

Esta preferencia adopta a menudo la forma de regulaciones que favorecen la escala, razón por la cual el suministro local de alimentos se ha reducido mientras que las cadenas de suministro centralizadas dirigidas por unas pocas empresas han llegado a dominar el mercado. Resulta irónico que los reguladores pretendan proteger a los consumidores: las encuestas muestran que el 96% de los consumidores piensan que los alimentos producidos localmente son «los más frescos, sanos y nutritivos».

Las restricciones regulativas ralentizan el ritmo de la innovación al crear barreras a la entrada en el mercado, pero también al proteger a las empresas que operan dentro de los límites de las normas reguladoras de la responsabilidad legal por perjudicar a los consumidores o al ambiente.

La captura regulativa fue descrita por Lao Tsé hace 2.500 años en China. «En el reino la multiplicación de promulgaciones prohibitivas aumenta la pobreza del pueblo» y «cuanto más despliegue hay de legislación, más ladrones y salteadores hay». Tales políticas aumentan drásticamente la desigualdad de ingresos, no para mantenerte a salvo sino para que los intereses especiales puedan traer de vuelta el mercantilismo controlando los mercados como antaño lo hicieron los gremios. La falta de opciones resultante facilita el control tecnocrático de la sociedad. Nada perjudicaría más al multimillonario medio que ver cómo el americano medio deja de caer en esta treta.

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