El año pasado, la Asamblea General de la ONU aprobó por abrumadora mayoría una resolución en la que se criticaban las repercusiones del embargo americano en Cuba y se pedía su levantamiento por trigésimo tercer año consecutivo. En la votación más reciente, 187 países apoyaron la resolución no vinculante, mientras que solo los Estados Unidos e Israel votaron en contra y Ucrania se abstuvo.
Murray Rothbard se oponía firmemente a la idea de un embargo americano contra cualquier nación. Teniendo esto en cuenta, afirmaba que Cuba representaba la «mayor intervención latinoamericana» por parte de los EEUU, con una historia muy larga. Explicó que «la intervención americana en Cuba había comenzado durante el régimen de Cleveland-Olney [1893-1897]», que se adhirió a una política exterior basada en la Doctrina Monroe, proclamada por primera vez por el presidente James Monroe (1758-1831) el 2 de diciembre de 1823. Parte de la razón por la que los americanos querían controlar Cuba se debía a la preocupación de que España tuviera la intención de abolir la esclavitud en la isla. En consecuencia, el presidente de los EEUU James K. Polk (1795-1849) ofreció al Imperio español 100 millones de dólares para comprar Cuba en 1848 con el fin de convertirla en un nuevo territorio esclavista. Después de que esta oferta fuera rechazada, el presidente Franklin Pierce la renovó con la publicación de el Manifiesto de Ostend en 1854.
Rothbard explicó que, dado que los intentos de los EEUU por comprar Cuba a España fueron rechazados, los americanos decidieron apoyar la liberación ede Cuba de España durante la Guerra de Independencia de Cuba (1895-1898). Señaló que «el gran defensor de esta política fue el millonario cultivador de azúcar en Cuba, Edwin F. Atkins, amigo íntimo de su compatriota de Boston Richard Olney [secretario de Estado de 1895 a 1897] y socio de J.P. Morgan and Company», que era «líder en banca de inversión, banca comercial, procesamiento de transacciones financieras y gestión de activos». Rothbard afirmó que:
En otoño de 1895, Olney llegó a la conclusión de que España no podía ganar y que, en vista del «amplio e importante comercio entre ambos países» y las «grandes cantidades de capital americana» en Cuba, los Estados Unidos debía dar un giro de 180 grados y apoyar a los rebeldes, incluso reconociendo la independencia cubana. El hecho de que tal reconocimiento condujera sin duda a la guerra con España no parecía digno de mención. El camino hacia la guerra con España había comenzado, un camino que llegaría a su conclusión lógica tres años más tarde.
Desafortunadamente para Cuba, no se convirtió en un país soberano al término de la Guerra de Independencia Cubana en 1898, que ganó con la ayuda de los EEUU durante la Guerra hispano-americana. En cambio, los Estados Unidos la transformaron en una neocolonia. De hecho, la isla se convirtió «en un estado vasallo en una condición aún más deplorable que la que tenía bajo el colonialismo español». En última instancia, Cuba, junto con Puerto Rico, se convirtieron en «los últimos países de América Latina en librar una guerra por la independencia nacional. Aunque lucharon durante más tiempo, ambas islas fueron también las únicas naciones latinoamericanas que sufrieron la derrota. Sin un solo día de libertad, pasaron de ser colonias españolas a colonias de los Estados Unidos». España dominó y explotó los recursos naturales cubanos y sometió a la población nativa a trabajos forzados desde 1510 hasta el final de la guerra hispano-americana en 1898. Luego, los EEUU ejerció su poder imperial para explotar los recursos de Cuba y dictar sus políticas internas y externas hasta la Revolución Socialista de 1959. En otras palabras, 1959 marcó la primera vez desde 1510 que los cubanos no fueron sometidos a la servidumbre y la explotación por parte de una potencia extranjera.
Antes de la Revolución Socialista, Cuba estaba gobernada por Fulgencio Batista (1901-1973), uno de los dictadores más brutales y represivos de la historia de América Latina, que contaba con el respaldo de los EEUU. Los EEUU desempeñó un papel importante en el fortalecimiento del régimen de Batista en forma de ayuda militar. De hecho, el Departamento de Estado publicó Relaciones Exteriores de los Estados Unidos 1958-1960, volumen VI, Cuba, que contenía varios documentos, telegramas, memorandos e informes que demostraban la estrecha relación entre Washington y el dictador Batista. Además, cuando aún era senador en 1960, John F. Kennedy (1917-1963) señaló que los americanos apoyaban plenamente el «reinado del terror» de Batista cuando afirmó:
...quizás el más desastroso de nuestros fracasos fue la decisión de dar importancia y apoyo a una de las dictaduras más sangrientas y represivas en la larga historia de la represión latinoamericana. Fulgencio Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción mayor de la población cubana que la proporción de americanos que murieron en ambas guerras mundiales, y convirtió la Cuba democrática en un estado policial absoluto, destruyendo todas las libertades individuales.
También señaló que los portavoces de la administración Eisenhower:
... elogió públicamente a Batista —lo aclamó como un aliado incondicional y un buen amigo— en un momento en que Batista estaba asesinando a miles de personas, destruyendo los últimos vestigios de libertad y robando cientos de millones de dólares al pueblo cubano, y no presionamos para que se celebraran elecciones libres.
Kennedy añadió además que:
... en lugar de tender una mano amiga al desesperado pueblo cubano, casi toda nuestra ayuda consistió en suministro de armas, lo que no hizo más que fortalecer la dictadura de Batista y no contribuyó en absoluto a mejorar el bienestar económico del pueblo cubano... Pero el Sr. Nixon [que fue vicepresidente entre 1953 y 1961 bajo el mandato del presidente Dwight D. Eisenhower]... quedó «muy impresionado por la competencia y la estabilidad» de la dictadura de Batista... Intensificamos el flujo constante de armas y municiones a Batista, justificándolo en nombre de la defensa hemisférica, cuando, en realidad, su único uso real era aplastar a la oposición del dictador, e incluso cuando la guerra civil cubana estaba en pleno apogeo, hasta marzo de 1958, la administración siguió enviando armas a Batista, que se utilizaron contra los rebeldes, lo que aumentó el sentimiento antiamericano y contribuyó a reforzar la influencia de los comunistas.
John F. Kennedy también señaló que, incluso cuando el gobierno americano dejó de enviar armas a Cuba, sus «misiones militares permanecieron allí para entrenar a los soldados de Batista en la lucha contra la revolución, negándose a marcharse hasta que las fuerzas de Castro se encontraban ya en las calles de La Habana». Además, explicó que «todos los oficiales de la fuerza aérea cubana, casi todos los oficiales del ejército, la marina y la policía, y unidades completas de las tropas que lucharon contra los rebeldes en la Sierra Maestra fueron entrenados en escuelas militares en los EEUU» en un esfuerzo por impedir la victoria de la Revolución Cubana, que finalmente acabó con el régimen tiránico y neocolonial de Batista.
En una entrevista realizada en 1963 por el periodista y escritor francés Jean Daniel (1920-2020), fundador y director ejecutivo de Le Nouvel Observateur, el presidente Kennedy declaró lo siguiente:
Creo que no hay ningún país en el mundo, ni siquiera en las regiones africanas, ni ninguno de los países bajo dominio colonial, donde la colonización económica, la humillación y la explotación hayan sido peores que en Cuba, en parte debido a las políticas de mi país durante el régimen de Batista. Creo que creamos, construimos y fabricamos el movimiento castrista de la nada y sin darnos cuenta. Creo que la acumulación de estos errores ha puesto en peligro a toda América Latina... Les puedo asegurar que he comprendido a los cubanos. Aprobé la proclamación que Fidel Castro hizo en la Sierra Maestra, cuando pidió justicia con toda razón y, sobre todo, anheló librar a Cuba de la corrupción. Iré aún más lejos: en cierta medida, es como si Batista fuera la encarnación de una serie de pecados por parte de los Estados Unidos. Ahora tendremos que pagar por esos pecados. En lo que respecta al régimen de Batista, estoy de acuerdo con los primeros revolucionarios cubanos.
Rothbard compartía opiniones similares a las de John F. Kennedy con respecto al apoyo americano al brutal régimen de Batista. También reconocía que «tras instalar prácticamente al dictador Batista en Cuba, los EEUU intentó desesperadamente derrocar al régimen comunista de Castro, mediante acciones que iban desde la invasión de Bahía de Cochinos, orquestada por la CIA, hasta los intentos de la CIA y la mafia de asesinar a Castro». De hecho, durante la invasión de Bahía de Cochinos, que comenzó el 17 de abril de 1961, durante la presidencia de Kennedy, 1400 exiliados cubanos —entrenados, armados y financiados por la CIA— atacaron Cuba en un intento de derrocar a Fidel Castro y su régimen socialista. Rothbard enfatizó que:
... La fuerte influencia de Rockefeller en la política exterior de Kennedy se refleja claramente en el hecho de que el nuevo presidente mantuviera a Allen W. Dulles al frente de la CIA. Fue a instancias de Dulles que Kennedy decidió seguir adelante con la desastrosa invasión de Bahía de Cochinos en Cuba, planeada previamente [en 1959] por la CIA. El régimen de Fidel Castro había nacionalizado recientemente un gran número de empresas azucareras de propiedad de EEUU en Cuba. Cabe señalar que el antiguo bufete de abogados de Dulles, Sullivan & Cromwell, era el asesor jurídico de dos de estas grandes empresas azucareras, la Francisco Sugar Co. y la Manati Sugar Co., y que uno de los miembros del consejo de administración de estas empresas era Gerald F. Beal, presidente del banco J. Henry Schroder, orientado hacia Rockefeller, del que Dulles había sido director.
Para ilustrar aún más la influencia de los empresarios americanos y Wall Street en el desarrollo de las políticas del gobierno americano hacia Cuba, Rothbard explicó:
...no solo John L. Loeb, del banco de inversión Loeb, Rhoades, cuya esposa era miembro de la familia bancaria Lehman, poseía un gran paquete de acciones de la nacionalizada Compañía Azucarera Atlántica del Golfo, una gran plantación azucarera en Cuba, sino que uno de los directores de esta última empresa era Harold F. Linder, vicepresidente de la General American Investors Company, dominada por los bancos de inversión Lehman Brothers y Lazard Freres. Linder fue nombrado director del Export-Import Bank por el presidente Kennedy.
La historia es testimonio del hecho de que, desde la década de 1960, Washington ha realizado numerosos intentos por destruir el régimen socialista de Cuba, con breves excepciones durante las presidencias de Jimmy Carter y Barack Obama, quienes buscaron normalizar las relaciones con la nación isleña en cierta medida. Algunas de las medidas destinadas a desestabilizar el país fueron: incluir a Cuba en la lista americana de países patrocinadores del terrorismo; impedir que Cuba accediera a créditos y préstamos en los mercados financieros internacionales, incluida la ayuda financiera del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras instituciones financieras internacionales; prohibir la importación de cualquier producto que contuviera insumos cubanos procedentes de terceros países; animar a «los países que comercian con Cuba a restringir sus relaciones comerciales y crediticias con Cuba»; impedir «cualquier transacción entre una empresa de propiedad o control americano en un tercer país y Cuba»; prohibir «a los buques que entren en Cuba para realizar actividades comerciales cargar o descargar cualquier mercancía en los Estados Unidos en los 180 días siguientes a su salida de Cuba»; prohibir o restringir las remesas de familiares en los EEUU y otros países de las que dependen muchos cubanos, entre otras cosas mediante la promulgación de políticas que llevaron al cierre de las 407 oficinas de Western Union en la isla; suspender los vuelos entre los Estados Unidos y Cuba; imponer restricciones de viaje; disuadir a las empresas extranjeras de invertir en Cuba mediante la Ley Helms-Burton; multar a los bancos extranjeros que permiten a Cuba transferir dinero para pagar sus importaciones; sancionar a las empresas navieras y a los buques que transportan petróleo venezolano a Cuba; y aplicar restricciones a la importación por parte de Cuba de medicamentos que salvan vidas.
Este asfixiante bloqueo económico no puede justificarse con ninguna idea, teoría o política libertaria. En última instancia, el embargo ha sido una política bélica americana fallida de la década de 1960, que no solo ha causado un daño inmenso a la economía cubana y ha sumido a su pueblo en la miseria, sino que también ha obstaculizado gravemente la transición de la nación insular hacia un sistema de libre mercado.