La semana pasada, el presidente Trump ordenó el envío de un grupo de ataque de portaaviones a las aguas frente a Venezuela. El despliegue del USS Gerald R. Ford, el portaaviones más avanzado de la Armada, y de todos los buques de guerra que lo acompañan es la señal más clara hasta ahora de que la Administración Trump tiene la intención de intensificar sus operaciones en la región.
Esto se produce después de que las fuerzas de los EEUU atacaran al menos diez barcos que, según la administración, traficaban con drogas desde Venezuela, y después de que el presidente autorizara operaciones encubiertas de la CIA contra el gobierno venezolano dirigido por el presidente Nicolás Maduro.
Públicamente, esta movilización de las fuerzas de EEUU es únicamente un esfuerzo por interrumpir el flujo de drogas mortales hacia los Estados Unidos. Trump y su equipo han citado la actual epidemia de fentanilo para justificar los ataques aéreos contra esos presuntos barcos de drogas. Según lo plantea la administración, los hombres que viajan en estos barcos son terroristas que, en esencia, están atacando a los americanos al inundar este país con fentanilo, un opioide sintético extremadamente potente. Y, por lo tanto, los ataques aéreos que los eliminaron fueron actos directos de defensa propia.
Sin embargo, esta excusa se desmorona por completo con solo echar un vistazo a cómo los consumidores americanos obtienen su fentanilo.
Resulta que no es ningún misterio. El fentanilo es sintético, lo que significa que se produce en un laboratorio en lugar de derivarse de una planta como la heroína o la cocaína. La mayor parte del fentanilo del mercado negro que consumen los americanos se fabrica en laboratorios clandestinos de México con productos químicos enviados desde China o la India. De hecho, esos productos químicos precursores suelen enviarse a Canadá o los EEUU y luego se introducen de contrabando en México, para ocultar su origen, donde se utilizan para producir fentanilo que se vuelve a introducir de contrabando en los EEUU.
¿Y cómo se introduce de contrabando en los EEUU? Según la DEA y los datos de la CBP y la Comisión de Sentencias de los EEUU, la gran mayoría del fentanilo ilícito que entra en el país se oculta en vehículos que cruzan la frontera sur por puertos de entrada legales, principalmente conducidos por hombres jóvenes con ciudadanía de EEUU.
Esto tiene mucho sentido. Debido a la gran potencia del fentanilo, se puede satisfacer una gran demanda con una cantidad relativamente pequeña que es fácil de ocultar en los vehículos. Y es más fácil ocultar una pequeña cantidad de drogas en un viajero legal o en un alijo de mercancías legales que ocultar a todo un grupo de contrabandistas que intentan cruzar la frontera ilegalmente.
Así pues, según la DEA, la mayor parte del fentanilo ilícito que consumen los americanos se produce en México y luego se transporta a través de la frontera por pasos fronterizos legales, principalmente en Arizona y California, desde donde se distribuye en coche a traficantes de todo el país.
En ninguna parte de las ochenta páginas de la Evaluación Nacional de la Amenaza de las Drogas 2025 de la DEA, que detalla el estado actual del tráfico ilícito de drogas, se mencionan las rutas marítimas de contrabando frente a las costas de Venezuela. Porque no es así como llegan a los EEUU drogas como el fentanilo.
Eso no significa necesariamente que se tratara de barcos pesqueros inocentes. Estos barcos operaban a lo largo de rutas conocidas de contrabando de drogas. Pero, concretamente, las aguas y las islas frente a la costa de Venezuela se utilizan principalmente para el contrabando de cocaína desde Colombia, Bolivia y Perú hacia Europa —no hacia los EEUU.
Es decir, si Trump y su equipo realmente estuvieran tratando de interrumpir el flujo de fentanilo hacia los EEUU, no se centrarían en Venezuela.
Es probable que se esté utilizando la excusa de la lucha contra el narcotráfico, no porque sea cierta, sino porque la administración ha determinado que es la forma más eficaz de obtener el apoyo público suficiente para las medidas que quiere tomar contra el régimen venezolano.
Entonces, ¿cuáles son las verdaderas razones?
Como ocurre con la mayoría de las cosas que hace el gobierno federal, es mejor no pensar en un solo grupo que lo está provocando, sino en una coalición de grupos de interés que se unen en torno a una política porque les beneficia a todos de diferentes maneras. Y sin duda hay grupos que se beneficiarían de una guerra y/o un cambio de régimen en Venezuela.
Una parte clara de la coalición es ExxonMobil. La empresa energética ha estado presionando intensamente al gobierno americano para que adopte una postura más agresiva contra el actual régimen venezolano desde que descubrió y comenzó a perforar un enorme yacimiento de petróleo en las aguas de una región disputada de Guyana que Venezuela reclama como suya. La instalación de un régimen favorable a EEUU en Caracas no solo garantizaría el acceso de Exxon a este yacimiento petrolífero marítimo, sino que también podría suponer que la empresa recuperara el acceso a Venezuela, el país más rico en petróleo del mundo, dieciocho años después de que las nuevas regulaciones obligaran a Exxon a retirarse por completo del país.
La oposición venezolana, que está lista para tomar el poder si cae el régimen actual, también ha hecho todo lo posible por cortejar a otras empresas americanas bien conectadas, prometiéndoles lucrativas oportunidades de acceso a los consumidores y a los extensos recursos naturales de Venezuela si Maduro cayera.
Dentro del gobierno hay halcones de guerra que llevan décadas intentando provocar un cambio de régimen en Venezuela. En la actualidad, estos halcones han encontrado su defensor en el secretario de Estado de Trump, Marco Rubio, que ha contribuido a que la confrontación con Maduro sea uno de los ejes centrales de la política exterior de Trump y ha trabajado duro para impulsar la posición oficial de EEUU de que el actual régimen venezolano es ilegítimo.
Por último, están los sospechosos habituales de las empresas de armas y de las diversas agencias que conforman el llamado estado de seguridad nacional, que quieren proteger sus ingresos y puestos de trabajo mientras Trump intenta poner fin a las guerras en Ucrania y Gaza.
Todas estas motivaciones para atacar a Venezuela o perseguir un cambio de régimen en Caracas son mucho más coherentes y creíbles que la explicación oficial de que esta reciente escalada tiene como objetivo detener el contrabando de fentanilo que se produce principalmente a tres mil millas de distancia.
Si la administración Trump realmente cree que intentar otro cambio de régimen beneficia a los intereses del pueblo americano, entonces debería argumentarlo. Si siguen escondiéndose detrás de una mentira obvia, significa que saben que no es así.
 
 
