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¿Es Bari Weiss en la CBS una nueva dirección o una desviación?

El lunes se hizo oficial el acuerdo del cual se llevaba tanto tiempo hablando: Paramount compró el medio de comunicación online The Free Press y nombró a su fundadora, Bari Weiss, redactora en jefe de CBS News.

Weiss se convirtió en una heroína para ciertos sectores de la coalición anti-progresita cuando dejó su trabajo en The New york Time en 2020 para protestar en contra de lo que consideraba una creciente intolerancia del periódico hacia las opiniones discrepantes. Fundó The Free Press junto con su hermana y su esposa, presentando la filosofía del medio digital como la antítesis del dogmatismo progresista que había observado en el Times. Pero ahora vuelve la prensa tradicional, tomando las riendas de un medio mucho mas grande que el suyo. 

Muchos de los compañeros ideológicos de Weiss  se apresuraron a celebrar la noticia lo que consideran una victoria institucional decisiva  sobre la terrible maquinaria de los medios tradicionales que, según ellos, con razón, es en gran parte responsable de haber desviado tanto al país de su rumbo. Dando un paso atrás, esta noticia fue presentada por muchos como una prueba más del «cambio» que se está produciendo en Occidente, a medida que el péndulo se aleja del izquierdismo desquiciado y dogmático que parecía tener secuestrada nuestra cultura a principios de la década. 

Los críticos de izquierdas de Weiss alimentaron la narrativa de que este acuerdo representa un gran cambio en el panorama mediático «respetable», tildándola de «provocadora » y fundadora de un blog de extrema derecha «and soil» que está destinado a descarrilar el medio tradicional que ahora controla. 

Pero, ¿es todo eso cierto? ¿El nombramiento de Bari Weiss como directora de CBS News representa realmente un cambio importante con respecto al statu quo de la industria mediática americana?

La respuesta es no.

Para entender por qué, debemos comprender mejor cuál es la posición política de Weiss y sus aliados ideológicos más cercanos en la América actual.

En lo que respecta a las etiquetas políticas, Weiss ha sido difícil de definir. En su carta de renuncia del New York Times, se autodenominó centrista. En otras ocasiones, se ha identificado como «políticamente sin hogar» porque, como mucha gente, le cuesta situarse claramente en el espectro básico izquierda-derecha. Afirma ser proabortista y pro matrimonio homosexual, pero también se ha opuesto a muchos de los excesos de la «izquierda woke».

Sus creencias más firmes —que se hacen evidentes a través de su retórica— y su comportamiento, son un fuerte compromiso con el principio de la libertad de expresión y un compromiso aún más fuerte con el apoyo continuo a Israel, que a veces puede override prevalecer sobre su dedicación a la libertad de expresión cuando entra en conflicto. 

Por lo tanto, en lo que respecta a las cuestiones, no es fácil situar a Weiss y a sus colegas en el espectro izquierda-derecha. Pero eso no importa, porque el espectro izquierda-derecha no es el eje más importante para comprender la política americana moderna. Ese eje pertenece al espectro establishment-anti-establishment.

La métrica más clarificadora para determinar la posición política de alguien es su grado de compromiso con la protección del statu quo o con el alejamiento significativo del mismo.

Ahora bien, Weiss y sus amigos se presentan a sí mismos como pensadores heterodoxos —como personas que dicen con valentía verdades incómodas frente a los poderes fácticos que quieren que esas verdades permanezcan ocultas. Pero, ¿lo son realmente?

Como ya he explicado aquí anteriormente, hoy en día tenemos una clase política identificable en América. Está compuesta por cuatro grupos distintos de personas. El primero son los políticos y todos aquellos nombrados directamente por los políticos. Piensa en el presidente y los miembros del Congreso, pero también en los miembros del gabinete, los embajadores y los gobernadores de la Fed. Estas son las figuras que la mayoría de la gente imagina cuando piensa en la política americana, pero solo representan una pequeña parte de la clase política. 

El segundo grupo, mucho más numeroso, está compuesto por los burócratas no elegidos —la «rama»— que forman los componentes administrativos permanentes del gobierno federal. Mientras que el primer grupo está compuesto por solo un par de miles de personas en un momento dado, el segundo grupo cuenta con alrededor de 3 millones de personas. 

El tercer grupo es lo que podríamos llamar los plutócratas. Son personas que deben su riqueza directamente a las acciones del gobierno federal y que, por lo tanto, presionan y pagan para utilizar el poder del gobierno en beneficio propio. Pensemos en los directores de los grandes bancos o de las empresas de armamento y tecnología que conforman la industria de la «defensa». 

El cuarto y último grupo es lo que Murray Rothbard denominó los «intelectuales de la corte». Se trata de los «expertos» del mundo académico, los think tanks y los medios de comunicación que excusan y justifican las acciones y ambiciones del resto de la clase política.

Las autoridades políticas siempre han confiado en los intelectuales para afirmar la legitimidad del Estado en la mente de la población en general. Y los intelectuales, que a menudo se sienten frustrados por lo poco que la gente está dispuesta a pagar voluntariamente por sus servicios intelectuales, se dejan seducir fácilmente para servir a los intereses del Estado a cambio de reconocimiento oficial, acceso y dinero de los contribuyentes.

Juntos, estos cuatro grupos conforman la clase política americana. No se trata de un solo grupo, sino de una coalición. El «establishment» se refiere a la clase política establecida o actual.

A pesar de las falsas peleas que montan ante las cámaras, los demócratas y republicanos del establishment están en realidad muy unidos ideológicamente. Ambos se adhieren a lo que Ludwig von Mises denominó «interventionism», la ideología predominante entre los gobiernos del mundo moderno.

Los intervencionistas creen en una economía mixta entre el socialismo y el capitalismo, en la que la mayor parte de las acciones del gobierno son intervenciones aisladas. Se basa en la idea de que la riqueza de la población es, en palabras de Ludwig von Mises, «un fondo que puede utilizarse libremente» para la mejora de la sociedad mediante intervenciones específicas.

En otras palabras, el intervencionismo es una ideología cuyos adeptos creen —o fingen creer— que estamos perpetuamente a solo un puñado de intervenciones gubernamentales de resolver la mayoría de los problemas de la sociedad.

El establishment no solo está unificado detrás de esta idea, sino que es mejor considerarlo unificado detrás de un ritmo específico de intervencionismo  . El «statu quo» que defienden con tanto ahínco es una trayectoria de crecimiento del gobierno. 

Y eso se debe a que esta trayectoria enriquece y da más poder constantemente a todas las partes de la coalición.

Los intelectuales de la corte utilizan su «experiencia» sancionada por el establishment para argumentar que los problemas de la sociedad solo pueden resolverse con intervenciones gubernamentales. Los políticos se ofrecen a promulgar estas intervenciones a cambio de votos y donaciones. Los plutócratas trabajan para distorsionar las intervenciones en su propio beneficio y luego presionan y pagan a los políticos para que legislen intervenciones aún más lucrativas. Una vez promulgadas, los intelectuales de la corte y los políticos utilizan las malas consecuencias, fácilmente predecibles, de las intervenciones para justificar aún más intervenciones.

El grupo burocrático obtiene puestos de trabajo, dinero y poder, que protege y amplía en colaboración con los intelectuales de la corte. Las intervenciones, cada vez mayores, aumentan el poder del gobierno, que luego se ofrece a los compradores plutocráticos interesados. El ciclo continúa y cada vez más riqueza pública se desvía hacia la clase política, mientras esta adquiere más poder sobre más aspectos de nuestras vidas.

Mientras tanto, los políticos del establishment simulan pelearse entre sí por diferencias políticas menores para alimentar la impresión de que existen diferencias significativas entre los partidos. Y los medios de comunicación del establishment avivan las acaloradas disputas sobre cuestiones —sin duda muy importantes— de la «guerra cultural» para convencerte de que la razón principal por la que tu vida se está volviendo más difícil y tu país parece estar desmoronándose no es por las estafas que el establishment político está llevando a cabo para robarte y pisotear tus derechos, sino por otras personas que están tan alejadas del poder como tú.

La izquierda del establishment tiende a presionar para acelerar un poco más la trayectoria, mientras que la derecha del establishment presiona para mantener el ritmo o, como mucho, ralentizarlo un poco, pero nunca revertirlo. Sin embargo, lo más importante para todos los miembros del establishment es proteger este statu quo tan lucrativo. Esa es la prioridad.

En las últimas décadas, los progresistas identitarios de extrema izquierda han sido útiles para la clase política porque siempre están presionando para que el gobierno controle mucho más nuestras vidas. Pero al establishment también le parece bien ceder algunas instituciones a los guerreros culturales «anti-woke» por un tiempo si los progresistas sociales van demasiado lejos o necesitan sentirse impotentes por un momento.

Eso es, como mucho, lo que representa Bari Weiss. (Digo «como mucho» porque sus creencias «anti-woke» solo parecen heterodoxas a los lectores que viven en entornos muy progresistas).

En el fondo, Bari Weiss y sus colegas de The Free Press están fundamentalmente comprometidos con la protección del statu quo frente a los grupos políticos antisistema de todos los bandos. Forman parte del establishment.

Se autodenominan pensadores «heterodoxos», no solo para parecer interesantes, sino para controlar y desacreditar a los verdaderos pensadores heterodoxos, en su mayoría de derechas en lo que respecta a The Free Press.

Así pues, despojado de toda la falsa heterodoxia destinada a desviar la atención, este acuerdo con Paramount no es más que la entrega de un medio de comunicación del establishment a un nuevo miembro del establishment que lleva un sombrero ligeramente diferente.

La medida tiene mucho sentido desde la perspectiva de la clase política, ya que los americanos —especialmente los progresistas— se están volviendo en contra del apoyo histórico del establishment a Israel. De hecho, la insistencia de Weiss en que los enemigos del gobierno israelí son la mayor amenaza para los americanos podría ser la razón principal por la que la familia sionista Ellison, propietaria de Paramount, seleccionó a Weiss para este puesto en primer lugar.

Si llegamos a disfrutar de una ligera reducción del tipo de izquierdismo identitario desquiciado que nos hemos visto obligado a sorportar por parte de la prensa establecida en los últimos años, será estupendo. Pero es un error pensar que el nombramiento de Bari Weiss en CBS News es un paso significativo en la dirección correcta. 

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