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El desmantelamiento de la clase media americana

La guerra de palabras entre el presidente Donald Trump y el presidente de la Fed, Jerome Powell, ha resultado ser en gran medida histriónica. Al igual que sus predecesores, —Richard Nixon y Arthur Burns— hace más de 50 años, Trump y Powell han estado representando una farsa performativa sobre cuándo y en qué medida las tasas de interés artificialmente bajas deberían bajar aún más en medio de una inflación persistente. La supuesta disputa entre Trump y Powell solo garantiza el resultado que ambos desean: más dinero fácil.

En un reciente discurso en el detestable simposio de Jackson Hole, Powell afirmó increíblemente que la actual política monetaria era «restrictiva». A continuación, añadió una auténtica invitación para los tiburones del dinero fácil: «... las perspectivas de referencia y el cambio en el equilibrio de los riesgos pueden justificar un ajuste de nuestra postura política».

Traducción: la Fed tiene la intención de reanudar los recortes de tasas de interés en la próxima reunión de septiembre. Según el mercado de apuestas online Kalshi, las probabilidades de un recorte de tipos en septiembre se dispararon inmediatamente del 59 % al 81 %. Pero si Powell y la Fed recortan o no los tipos en septiembre es casi irrelevante. Basta con abrir los ojos para ver claramente la cuestión.

Dinero por todas partes

En el momento de escribir este artículo, los mercados bursátiles de los EEUU se encuentran en máximos históricos, con valoraciones (medidas por el ratio CAPE) en niveles que solo se han visto una vez antes: durante el pico de la burbuja puntocom en 1999. En este contexto, la deuda marginal también ha alcanzado un máximo histórico en julio, lo que significa que los inversores están pidiendo préstamos para especular con acciones, ignorando el riesgo magnificado que ello conlleva.

Los bonos basura —un eufemismo para referirse a la deuda corporativa de alto riesgo— se negocian con los diferenciales más ajustados de la historia. En otras palabras, los inversores en deuda de riesgo de empresas con malos resultados están dispuestos a aceptar rendimientos lamentablemente escasos a cambio de un riesgo crediticio excesivo.

Los bonos más basura de todos, los bonos del —Tesoro de EEUU—, tienen un rendimiento prácticamente nulo cuando se utiliza una medida realista de la inflación de los precios como tasa de descuento. Las empresas con malos resultados al menos tienen un producto que ofrecer. El gobierno de los EEUU, por su parte, se regodea en la devaluación del instrumento —el dólar de los EEUU— con el que paga sus deudas. Para los inversores en bonos soberanos americanos, el impago y el reembolso son funcionalmente indistinguibles.

Los precios de la vivienda se encuentran en máximos históricos, con una relación entre el precio de la vivienda y los ingresos cercana a 7,5 veces, lo que en sí mismo es un máximo histórico. Como resultado de este desequilibrio, la edad media de los compradores de primera vivienda es ahora de 38 años, lo que supone un récord. Es evidente que los jóvenes ven limitadas sus opciones por la inflación de los precios de la vivienda, lo que está provocando un retraso y una moderación en la formación de familias.

La oferta monetaria («M2») ha crecido un 5 % en los últimos 12 meses, lo que se ajusta a la definición misma de inflación. Al mismo tiempo, incluso las medidas gubernamentales de inflación de precios se han acelerado. El IPC, la medida absurdamente sesgada y poco práctica de la inflación de los precios al consumo en EEUU, ha estado por encima del objetivo del 2 % de la Fed durante casi cinco años consecutivos. La lectura más reciente mostró un IPC mensual anualizado del 4,1 %, mientras que el índice de precios al productor (IPP), una medida de la inflación de los precios al por mayor, mostró una lectura mensual anualizada del 11,5 %.

El verdadero costo del dinero barato

En medio de este mercado de activos en rápida inflación y las condiciones monetarias indudablemente laxas fomentadas por el gobierno de los EEUU y la Fed, corresponde al observador racional preguntarse no solo las obvias cuestiones de cui bono, sino también quién paga la factura de esta política. ¿Cui malo? La respuesta es que el americano promedio, o la «clase media», es el huésped del que se alimenta el parásito del dinero fácil.

Desde 2008, las estadísticas gubernamentales sugieren que los salarios nominales medios han aumentado a un ritmo medio anual del 3,0 %, frente al 2,3 % del IPC durante el mismo periodo. Esto indica que los salarios reales han aumentado un escaso 0,7 % anual durante ese periodo. Pero al examinar las principales categorías de gastos de los americanos promedios, ¿ha habido algo que haya aumentado solo un 2,3 % anual durante ese periodo?

El alquiler de los apartamentos, medido a nivel nacional, ha aumentado un 4,1 % anual y los precios de la vivienda han aumentado un 4,2 % anual, a pesar de haber descendido significativamente entre 2007 y 2011. El seguro de vivienda ha subido un 3,0 % anual. El seguro médico ha subido un 5,0 % anual. Los precios de los huevosla carne de vacuno, alimentos —básicos de una dieta saludable—, han subido un 6,8 % y aproximadamente un 5,0 % (dependiendo del tipo de carne) anual, respectivamente.

Según los últimos datos disponibles, el costo promedio de una semana de vacaciones en los EEUU para una familia de cuatro miembros es de aproximadamente 8000 dólares. Esa cifra coincide con el saldo medio de los ahorros del país. Como resultado, las familias de clase media tienen que elegir entre disfrutar de un viaje en familia y agotar sus ahorros, o renunciar al ocio y conservar el mínimo colchón financiero por si surge alguna emergencia.

En segundo plano, el gobierno federal sigue gastando y pidiendo préstamos como un loco desquiciado, lo que garantiza una inflación y una devaluación del dólar aún mayores en el futuro. La administración Trump va camino de alcanzar un déficit de 2 billones de dólares en este ejercicio fiscal y un saldo de deuda de 44 billones de dólares cuando Trump deje el cargo a principios de 2029.

Esta dinámica no es un problema real para los ricos en activos, pero para la clase media es una presión implacable. Al carecer de activos y de los recursos para adquirirlos —recordemos que el saldo medio de los ahorros es de 8000 dólares—, los americanos promedios se enfrentan a la perspectiva de quedarse aún más atrás, ya que la inflación socava tenazmente su calidad de vida. En un esfuerzo desesperado por mantenerse al día, muchos han recurrido a los préstamos y luego a la especulación en los mercados de activos con los ingresos obtenidos.

Esta combinación tóxica de apalancamiento, falta de conciencia del riesgo de inversión y la necesidad de «esforzarse por obtener rendimiento» ante la falta de tasas de ahorro suficientes ya ha provocado una destrucción generalizada de la riqueza de los americanos promedios. En el mercado de inversión en apartamentos, por ejemplo, los pequeños inversores han perdido decenas de miles de millones de dólares en capital. Después de solicitar esos fondos, «sindicadores» sin escrúpulos los combinaron con préstamos puente de alto riesgo para comprar grandes extensiones de propiedades de apartamentos que inmediatamente se desplomaron en valor cuando las tasas de interés a corto plazo comenzaron a aumentar en 2022. Otros mercados de activos se encuentran en una situación igualmente peligrosa, y el inversionista americano promedio no cuenta con el beneficio de un rescate del Tesoro de EEUU. De hecho, cualquier rescate será a su costa.

La estafa a largo plazo

En esta etapa, hay poco que se pueda hacer para evitar el ajuste de cuentas, pero, contrariamente a la creencia popular, es poco probable que este adopte la forma de un colapso repentino y claro. Más bien, nos encontramos en medio de ese ajuste de cuentas, una degradación lenta y continua de la calidad de vida de la mayoría de la población.

Al igual que el colapso similar, gradual pero innegable, de Gran Bretaña a lo largo del siglo XX, el resultado de este proceso es una sociedad cada vez más desprovista de virtud productiva, con un desprecio por la libertad individual. En su lugar seguirá creciendo un pernicioso aparato estatal central obsesionado con la guerra, la «justicia social» para grupos favoritoslas teorías económicas desarrolladas por personas torpes e inmorales.

El robo de la clase media por parte de la clase política no es accidental. Es el corolario inevitable de la inflación, una política elegida deliberadamente por el Estado.

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