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Vacunas obligatorias vs. lógica y ética kantiana

Los argumentos a favor de las vacunas obligatorias se basan en una lógica errónea y violan los principios éticos. Una persona vacunada se protege a sí misma en la medida de la capacidad de la vacuna, que puede ser cercana al 100%, como en el caso de las vacunas contra la poliomielitis y la viruela, o mucho menos, como en el caso de las vacunas contra el covid-19. Uno puede tomar la vacuna y disfrutar de su plena protección incluso si es la única persona vacunada. Si todos los demás se vacunan, la protección de uno NO aumenta. Y si todos los demás se niegan a vacunarse, la protección de uno no disminuye.

Entonces, ¿por qué insistir en que la «sociedad» debe poder obligarte a tomar una vacuna? Si te niegas a tomarla, no eres una amenaza para nadie que la tome. Y los que, como usted, se niegan a tomarla asumen el riesgo.

Uno de los argumentos es que cuantas más personas se vacunen, menos posibilidades tendrá la enfermedad de propagarse y, se espera, se extinguirá antes de que tenga la oportunidad de mutar en otra cosa contra la que la vacuna actual no ofrezca protección. Esto es lo que los epidemiólogos llaman «inmunidad de rebaño».

El principio de humanidad de Kant

El problema de este argumento es que viola el «principio de humanidad» de Emmanuel Kant; es decir, que el hombre es un fin en sí mismo y no puede ser utilizado únicamente como medio para otro fin. Los defensores de la vacuna obligatoria quieren obligar a los individuos, en contra de su voluntad, a tomar una vacuna para proteger a otras personas desconocidas y quizás inexistentes contra algo que puede o no ocurrir. Esto no sólo es una sopa muy fina, que huele a totalitarismo, sino que es una clara violación de la ética kantiana.

Entonces, ¿qué tiene de importante la ética kantiana? Bueno, vemos el problema a nuestro alrededor. Es tan omnipresente que lo damos por sentado. El Estado ha pasado de estar organizado para la protección de la vida, la libertad y la propiedad a ser un Estado coercitivo para lograr la ingeniería social tanto a escala nacional como internacional. Me refiero al Estado guerrero/benefactor.

El hombre se convierte en carne de cañón para guerras continuas, no para proteger nuestras vidas, libertad y propiedad en el presente, sino para detener un supuesto ataque en el futuro. Si no detenemos a esos terribles «rellena el espacio en blanco» de allí, llegarán a nuestra puerta tan seguro como que la noche sigue al día, dicen los belicistas.

En el ámbito nacional, estamos acostumbrados a perseguir un ideal teórico llamado Estado benefactor, en el que se confiscan nuestros bienes en cantidades cada vez mayores para elevar a otros. La mayoría de las veces, el fracaso de estos programas se convierte en una razón prima facie para ampliarlos, nunca para ponerles fin.

El Estado benefactor ha dejado de lado a las organizaciones benéficas privadas y a las asociaciones de beneficencia, que deben demostrar continuamente a sus patrocinadores 

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