Power & Market

Economía austriaca vs. CBDC, ASG, RBU y otros trucos socioeconómicos novedosos

La escuela austriaca —por el carácter lógico y deductivo de sus teorías y su aplicabilidad realista a la economía real— es la única tradición económica que aspira conscientemente al descubrimiento de verdades atemporales y universalmente relevantes que rijan el ámbito de la acción humana. Así pues, no es de extrañar que su aparato analítico sea naturalmente adecuado para la evaluación de todos los fenómenos socioeconómicos de reciente aparición.

Por ejemplo, a la vista de su reflexión sobre la esencia lógica de los medios de cambio sólidos, la escuela austriaca envía serias señales de advertencia sobre el notorio concepto de las CBDC (monedas digitales de bancos centrales). Más concretamente, señala que las CBDC no son otra cosa que dinero fiat con esteroides, que permite una redistribución sin precedentes del poder adquisitivo monetario en dirección a grupos de intereses especiales, así como la monetización inmediata de la deuda pública. Peor aún, el establecimiento de una plataforma mundial de CBDC supondría un gran paso hacia la eliminación de la competencia monetaria, que, como sugieren los austriacos, es el mejor de los amortiguadores antiinflacionarios imperfectos en un mundo privado de dinero elegido por el mercado.

El éxito de la implantación de los CBCD infectaría letalmente la savia de la economía mundial, provocando ciclos económicos ruinosos sin precedentes, un cálculo monetario infinitamente distorsionado y, finalmente, una desintegración mundial del intercambio indirecto. Nada debería sorprender menos, especialmente a los austriacos, ya que la situación mencionada sería exactamente lo contrario de la estabilidad y previsibilidad monetarias que ofrece el patrón oro clásico.

Del mismo modo, a la luz de sus consideraciones sobre el papel crucial del cálculo económico en el proceso de asignación racional de recursos, los austriacos desconfían naturalmente de las «normas ASG» impulsadas agresivamente. Esto se debe a que estas normas, aunque desfilan con el disfraz de «buenas prácticas de negocios», son un factor importante que perturba el cálculo empresarial con obstrucciones arbitrarias y cargadas de ideología fabricadas por la oligarquía burocrático-corporativa mundial. Como tales, lejos de ser una forma de auténtico capital social que genere confianza por parte de los clientes, son una potente fuente de confusión ideológica y uniformización burocrática que obstaculiza el proceso de generación de auténtica buena voluntad por parte de las empresas socialmente proactivas.

Sin embargo, la omnipresencia de esas normas arbitrarias de pseudo mercado puede sumir a la economía en un abismo de inseguridad jurídica, sobre todo si algunos regímenes políticos deciden imponerlas como parte de su programa de «desarrollo sostenible». Y es precisamente en tales escenarios, como subraya repetidamente la escuela austriaca, cuando la capacidad empresarial de planificación a largo plazo se ve especialmente lastrada.

Por último, los austriacos identifican fácilmente la llamado RBU («renta básica universal») como la forma más completa y audaz de la «gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo» de Frederic Bastiat, es decir, la encarnación definitiva del parasitismo universal. Más concretamente, dada su sólida reflexión sobre la lógica de la acción humana y la estructura de incentivos resultante, los austriacos se dan perfecta cuenta de que la introducción a gran escala del RBU provocaría un consumo inmediato de capital y catapultaría a la economía mundial de vuelta, como mínimo, a la etapa preindustrial.

En otras palabras, la escuela austriaca está en una posición única para señalar que el RBU-ismo sería una forma singularmente destructiva de comunismo, ya que el comunismo clásico de estilo soviético, aunque supremamente derrochador, al menos estaba comprometido con la diligencia en lugar de con la ociosidad. Así, sin saberlo, alimentó el espíritu de dedicación que, cuando se combinó con el espíritu de desafío, provocó su colapso final. Sin embargo, nada parecido puede decirse del RBU-ismo, que elimina el espíritu de rebeldía promoviendo la vagancia y la indolencia universales.

A la vista de todas las observaciones anteriores, resulta obvio que la convergencia de todos los fenómenos mencionados sería especialmente capaz de sellar el destino de la economía mundial. Más concretamente, a lo que me refiero aquí es a una situación en la que el UBI se pagaría en CBDC a aquellos que cumplieran los requisitos en virtud de su total aceptación de la agenda ASG. O, dicho de otro modo, una situación en la que el parasitismo universal converge con el totalitarismo monetario sin efectivo y la sumisión total a caprichos ideológicos artificiosos.

Ni que decir tiene que un escenario así sería absolutamente disfuncional a tantos niveles y en tantos aspectos que descendería a un caos económico y social total en muy poco tiempo. Sin embargo, aunque podamos considerarlo con razón una contingencia muy poco realista o incluso absurda, podríamos tratarlo al mismo tiempo como un antiideal hipotético contra el que todas las fuerzas de resistencia imaginables —conceptuales y prácticas, académicas y empresariales, e individuales y colectivas— deberían movilizarse de forma proactiva. Y cuando se trata de coordinar esas fuerzas de resistencia y servirles de guía intelectual infalible, no hay mejor candidato que el edificio académico de la escuela austriaca.

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