El 13 de junio de 2025, el ejército israelí lanzó un ataque estilo Pearl Harbor contra Irán, matando a múltiples oficiales militares, diplomáticos y científicos nucleares que eran clave para las conversaciones nucleares entre los EEUU e Irán. Durante doce días, Irán e Israel intercambiaron disparos —Israel afirmaba dominar completamente el espacio aéreo iraní, mientras que los misiles iraníes atravesaban la Cúpula de Hierro y alcanzaban múltiples objetivos alrededor de Israel. La importancia de estos eventos no puede ser subestimada porque esta «Guerra de los 12 Días» reveló las debilidades de los sistemas de defensa israelíes, el poder de los grupos de presión israelíes en los Estados Unidos, el secuestro neoconservador del movimiento MAGA, Trump traicionando a su base de votantes, y un verdadero cambio de un mundo unipolar a un mundo multipolar.
El desastre israelí
Los israelíes socavaron la política exterior americana en su ataque furtivo del 12 de junio. Habían pretendido matar a Ali Shamkhani —un alto consejero del ayatolá que se disponía a reunirse con el enviado de los americanos en Oriente Medio, Steve Witkoff. Se suponía que iba a ser la sexta ronda de conversaciones nucleares entre los EEUU e Irán en Mascate (Omán), pero se canceló tras los atentados. No fue hasta el 25 de junio cuando se supo que este negociador estaba vivo, junto con otro dirigente que también se creía muerto —Ismail Qaani, comandante de las Fuerzas Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (IRGC). Esta operación, que los israelíes habían bautizado como «León Naciente», había sido una completa humillación para ellos. Los iraníes contraatacaron disparando 550 misiles en el transcurso de doce días —y el Times of Israel informó de la destrucción de una central eléctrica en el sur de Israel, una refinería de petróleo en Haifa y el Instituto Weizmann de Ciencias.
Israel también había gastado una cantidad absurda de dinero durante el transcurso del corto conflicto, gastando 725 millones de dólares al día, de los cuales 285 millones se gastaron en defensas aéreas. Pero el mayor desastre para Israel fue la cantidad de reacciones negativas que recibió de la opinión pública americana, comentaristas y miembros del Congreso de los EEUU. La congresista Marjorie Taylor Greene había afirmado abiertamente en X que Israel era responsable del asesinato del presidente Kennedy, diciendo: «Hubo una vez un gran presidente al que el pueblo americano amaba. Se opuso al programa nuclear de Israel. Y entonces fue asesinado».
Que un miembro en ejercicio del Congreso de los EEUU condene abiertamente a Israel por intentar arrastrar a América a una guerra con Irán y lo acuse de asesinar a un presidente de los EEUU no tiene precedentes y se aleja de la norma de un Congreso proisraelí. El senador Ted Cruz —tras afirmar ser «el defensor número uno de Israel»— pasó vergüenza en el programa de Tucker Carlson por no conocer siquiera detalles sobre Irán como país y, sin embargo, quiere un cambio de régimen.
El desastre americano
En el transcurso de doce días, el presidente Trump ha perdido una increíble cantidad de capital político al vender a toda su base de votantes en nombre de Israel y los neoconservadores de Fox y el Congreso. Muchos de sus partidarios y aliados que lo han apoyado desde su primera candidatura a la presidencia en 2015, han sido arrojados a la acera. Tucker Carlson y Steve Bannon son «chiflados»; el diputado Thomas Massie ya no es un defensor de la Constitución, sino un perdedor que necesita ser expulsado de su cargo; ¿sus sustitutos? Mark Levin y Sean Hannity en Fox, Laura Loomer, Ted Cruz, Lindsay Graham y Ben Shapiro son el verdadero corazón y alma del movimiento MAGA. El Instituto Cato publicó un estudio que reveló que sólo el 16 por ciento de los americanos apoyan la participación militar en este conflicto israelí-iraní, con un 60 por ciento que no quiere ninguna participación. Trump ha traicionado a su base y, si no corrige sus acciones pasadas, perderá de forma realista las elecciones legislativas de 2026; y no se merecerá menos.
Aparte del desastre político que espera a Trump en 2026, los Estados Unidos en su conjunto no ha logrado ningún resultado significativo durante este conflicto. Las imágenes por satélite de Maxar Technologies mostraban dieciséis camiones de carga en las carreteras de acceso a la instalación nuclear de Fordow dos días antes del bombardeo. La NBC también había informado de que aún quedan unos 400 kg de uranio enriquecido al 60 por ciento en paradero desconocido, junto con centrifugadoras avanzadas, según el ex funcionario de inteligencia americana Eric Brewer. A pesar de ello, Trump ha afirmado que los ataques habían «borrado por completo» el programa nuclear y evitado que Irán obtuviera una bomba nuclear, una bomba que, según él, estaban a semanas de obtener. Pero su propia directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, había declarado lo contrario, afirmando el 25 de marzo: «El CI sigue evaluando que Irán no está construyendo un arma nuclear, y que el líder supremo Jomeini no ha autorizado el programa de armas nucleares que suspendió en 2003.»
Más tarde, el presidente Trump dijo a los periodistas que estaba «equivocada» y que Irán estaba a solo «semanas» de obtener un arma nuclear. El primer ministro Netanyahu también había afirmado que Irán estaba a solo un año o menos de obtener una bomba nuclear desde 1992, también en 1995, 1996, 1999, 2009, 2012, 2014, y así sucesivamente hasta 2025. Al igual que en el caso de Israel, las consecuencias políticas serán mayores que cualquier misil. Después de que los bombarderos americanos atacaran las instalaciones nucleares iraníes, Irán, China y Rusia condenaron a los Estados Unidos en las Naciones Unidas. Esto es importante porque muestra un claro cambio de un mundo unipolar de incuestionable poder americano a un mundo multipolar en el que América ya no puede hacer lo que quiera. Al condenar a los Estados Unidos como agresor utilizando las mismas leyes internacionales creadas por América tras la Segunda Guerra Mundial, da legitimidad a próximos hegemones como China; no debería haber ninguna duda de que América está perdiendo su posición de superpotencia debido a la ciega política exterior neoconservadora.
El IRGC y los mulás
La clase política de Irán se enfrentará a una agitación interna entre la IRGC y los mulás que dirigen el país. Ray Takeyh, del Consejo de Relaciones Exteriores, cree que «el equilibrio de poder dentro de Irán después de esto cambiará en dirección a los militares, en dirección a la Guardia».
En los dos últimos años, los apoderados iraníes han recibido golpes mortales: Hezbolá estaba gravemente debilitado por los bombardeos israelíes con buscapersonas, gran parte de la cúpula política y militar de Hamás había sido asesinada y el presidente sirio, Bashar al-Assad, había sido derrocado y sustituido por un presidente pro-americano y al-Qaeda.
Los mulás —que pertenecen a una casta sacerdotal— se han mostrado increíblemente pacientes y dóciles desde la guerra israelí contra los palestinos, mientras que estos apoderados que proyectan el poder iraní han sido destruidos. Si la IRGC obtiene más poder en Irán, esto conducirá a una política exterior más agresiva y a un aumento de las tensiones entre los apoderados iraníes y las tropas israelíes y americanos en Oriente Medio, sobre todo porque Irán necesita tiempo para reconstruir sus apoderados.
Conclusión
A pesar del caos y las tonterías procedentes de las diferentes facciones implicadas, los neoconservadores y los enemigos de la paz y la libertad en América han quedado al descubierto. El senador Ted Cruz, Mark Levin y toda la cadena Fox News, así como el AIPAC, por fin están siendo desenmascarados tras años de guerras interminables y propaganda. Los medios del establishment no han logrado convencer al pueblo americano de que una guerra con Irán es necesaria debido a la integridad de individuos como el juez Napolitano, Tom Woods, Pepe Escobar y Tucker Carlson; la narrativa de Irak 2003 fue incapaz de ganar tracción entre el público. Los verdaderos perdedores de esta «guerra de los 12 días» fueron los civiles inocentes muertos y los contribuyentes americanos que pagarán las defensas aéreas israelíes gastadas.