Hace poco visité Japón por primera vez. No estoy familiarizado con su política, sus sistemas institucionales ni sus debates ideológicos. Por lo tanto, no escribo esto como experto en la cultura japonesa o su dinámica social, sino simplemente como un observador curioso —un turista típico— que, desde una perspectiva libertaria formada por la Escuela Austriaca de Economía, no pudo evitar sorprenderse positivamente por ciertos comportamientos cotidianos que encarnan silenciosamente principios profundamente alineados con una filosofía de la libertad. En concreto, destacaron tres ideas.
La primera es el trato que reciben los consumidores. Al entrar en cualquier tienda, uno es recibido con una respetuosa reverencia y una cálida bienvenida. Al salir —incluso sin haber comprado nada— se vuelve a dar las gracias. Evidentemente, esta actitud no es fruto de una normativa, sino una expresión genuina de respeto hacia la persona que, con su mera presencia, legitima la existencia del negocio y, por tanto, los esfuerzos del propietario y los empleados.
Esta situación recurrente encarna el principio de soberanía del consumidor, como explica Ludwig von Mises en Acción humana (1949, Cap. XV, §4, p. 270), en el apartado titulado La soberanía de los consumidores:
La dirección de todos los asuntos económicos es en la sociedad de mercado una tarea de los empresarios. Suyo es el control de la producción. Llevan el timón y dirigen el barco. Un observador superficial creería que son supremos. Pero no lo son. Están obligados a obedecer incondicionalmente las órdenes del capitán. El capitán es el consumidor. Ni los empresarios, ni los agricultores, ni los capitalistas determinan lo que hay que producir. Lo hacen los consumidores. Si un empresario no obedece estrictamente las órdenes del público tal como le son transmitidas por la estructura de los precios del mercado, sufre pérdidas, quiebra y, por tanto, es destituido de su eminente puesto al timón. Le sustituyen otros hombres que satisfacen mejor la demanda de los consumidores.
Los consumidores acuden a las tiendas en las que pueden comprar lo que desean al precio más barato. Sus compras y su abstención de comprar deciden quién debe poseer y dirigir las fábricas y la tierra. Hacen ricos a los pobres y pobres a los ricos. Determinan con precisión qué debe producirse, con qué calidad y en qué cantidades.
Por lo tanto, en Japón, la ética del intercambio voluntario se interioriza silenciosamente, se vive a través de las acciones empresariales cotidianas.
Lo segundo que llamó la atención fue el profundo respeto, casi instintivo, por la propiedad ajena. Como típicos turistas, perdimos un objeto de valor en un lugar público —y, para nuestra sorpresa, seguía allí horas después. Aunque se trata sólo de una anécdota, refleja lo que parece ser una ética cultural más amplia. En La ética de la libertad, Rothbard subraya que la propiedad privada no es sólo una conveniencia política, sino la piedra angular moral (la parte que da coherencia al sistema) de la filosofía libertaria. Toda la estructura ética del sistema depende de este principio. Cualquier intento de basar la libertad en objetivos colectivos o compensaciones utilitarias diluye su coherencia. El libertarismo extrae toda su coherencia del principio de los derechos de propiedad.
En Japón, esta norma moral no parece requerir codificación legal —se manifiesta en el simple acto de no tomar lo que no te pertenece. Parece existir una estructura ética idiosincrásica que funciona sin necesidad de coacción porque ya está arraigada en la conducta social.
Por último —y quizá lo más notable— es el ambiente general de no agresión y respeto silencioso del espacio personal. En los trenes, nadie habla por teléfono. En los espacios públicos, la gente evita empujar, interrumpir o molestar. Es una sociedad que se comporta como si hubiera interiorizado lo que Hans-Hermann Hoppe esboza en Una teoría del socialismo y el capitalismo (1989, cap. 7, p. 159): que la base ética y argumental de un orden social internamente coherente es la no invasión. Hoppe escribe
Por lo tanto, se puede afirmar que siempre que una persona afirma que alguna afirmación puede justificarse, asume al menos implícitamente que la siguiente norma está justificada: «Nadie tiene derecho a agredir sin invitación el cuerpo de otra persona y delimitar o restringir así el control de nadie sobre su propio cuerpo». Esta norma está implícita en el concepto de justificación como justificación argumentativa. Justificar significa justificar sin tener que recurrir a la coacción. De hecho, si uno formula lo contrario de esta regla, es decir, «todo el mundo tiene derecho a agredir sin invitación a otras personas» (¡una regla, por cierto, que pasaría la prueba formal del principio de universalización!), entonces es fácil ver que esta regla no se defiende, y nunca podría defenderse, en la argumentación. De hecho, para hacerlo habría que presuponer la validez precisamente de su contrario, es decir, del principio de no agresión antes mencionado.
En Japón, parece que todo el mundo se limita a perseguir sus propios fines sin inmiscuirse coactivamente en los demás.
No escribo esto para idealizar Japón. Como toda sociedad, tiene contradicciones, rigideces y estructuras burocráticas. Pero lo que dio sentido a la experiencia fue descubrir que hay culturas donde se practican a diario principios clave de la Escuela Austriaca de Economía y de las tradiciones libertarias: la supremacía del intercambio voluntario, la inviolabilidad de la propiedad privada y la ética de no molestar a los demás.
La ley estatista no debe hacer por la fuerza lo que los individuos pueden hacer por sí mismos mediante el respeto mutuo y el intercambio. Japón, en cierto sentido, nos muestra cómo puede ser el respeto cuando se aprende en lugar de imponerse. Y de un modo majestuoso, parece que este orden del que hablamos no necesita gritar para hacerse notar. Es precisamente su silencio —este orden silencioso, casi invisible— lo que lo hace tan magnífico.
En resumen, me pareció evidente que Japón ha interiorizado una cultura liberal como parte de su carácter nacional.