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El absurdo y el peligro del Estado de la Unión

El jueves por la noche, decenas de millones de americanos de todo el espectro político sintonizaron para ver cómo se desenvolvía el presidente Joe Biden en su tercer discurso sobre el Estado de la Unión. La edad y la capacidad cognitiva del presidente se han convertido en uno de los principales problemas de su campaña de reelección. 

Y con las elecciones primarias prácticamente concluidas, el discurso del jueves se consideró una oportunidad crucial para que el presidente demostrara de una vez por todas que tiene la energía y la capacidad para permanecer en el cargo hasta 2029. 

Y así, mientras Biden terminaba su camino de casi diez minutos hacia el podio, América observaba con la respiración contenida para ver cómo este hombre de 81 años se desenvolvería leyendo un discurso escrito por otras personas a partir de un teleprompter. 

¿Cómo le fue? 

Pues bien, según sus colegas Demócratas y las voces de los medios de comunicación afines al establishment, dio en el clavo. El discurso fue «ardiente» y «feroz». El presidente se mostró «enérgico» y «contundente» y habló con un «tono agudo y partidista». 

Para ser justos, el presidente pudo leer la mayor parte del discurso sin problemas graves. Pero hubo fallos, errores y algunos momentos incomprensibles, sobre todo cuando intentó salirse del guión. Nada de eso ayudó al intento explícito de Biden de hacerse eco del discurso que Franklin Delano Roosevelt pronunció en 1941 cuando trataba de maniobrar para que EEUU se uniera a la guerra en Europa. 

Sin embargo, la capacidad de Biden para leer la mayoría de las palabras que se desplazan delante de él mientras mantiene el murmullo al mínimo pretende asegurar al pueblo americano que debe seguir siendo Comandante en Jefe del ejército más grande y poderoso de la historia en medio de lo que el discurso llamó un «momento sin precedentes en la historia de la Unión». 

¿Cómo puede ser «sin precedentes» un momento que se hace eco de otro momento de la historia? Los redactores del discurso lo explican y, al hacerlo, ofrecen una ventana a la inquietante mentalidad del establishment de Washington. 

Los asesores, manipuladores o quienquiera que haya redactado el discurso que el presidente leyó anoche en voz alta ven claramente la situación actual en Europa del Este como equivalente a las primeras fases de la Segunda Guerra Mundial. 

La implicación no tan sutil es que cualquiera que se oponga a los deseos de Washington respecto a Ucrania debe ser tratado con el mismo desdén y hostilidad que los simpatizantes nazis de los años treinta y cuarenta. 

En una línea similar, otra línea comparó las amenazas «en casa» —léase: MAGA Republicanos— con los días del «presidente Lincoln y la Guerra Civil». Lo que hace que nuestro momento no tenga precedentes, recitó Biden, es que la «Unión» se enfrenta a estas dos amenazas en casa y en el extranjero simultáneamente. 

A todos nos enseñan desde pequeños a considerar a los simpatizantes nazis y confederados como una de las peores personas de la historia. Gente que se lo merecía cuando las fuerzas de Washington los masacraron en lugares como Dresde y Atlanta. 

El discurso que Biden leyó anoche dejó claro que quienes están realmente al mando del Gobierno federal consideran enemigos literales de los Estados Unidos a los americanos que quieren negociaciones en Ucrania o que son escépticos respecto a que el sistema electoral esté libre de manipulación por parte del establishment.

Hay precedentes de ello en la historia de América, y no son bonitos.

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