Philipp Bagus acaba de publicar una entrada en su blog en la que explica «qué habría pasado con la demanda de pesos si Javier Milei hubiera cerrado el banco central en su primer día en el cargo». Argumenta que dicho cierre habría reforzado las fuertes tendencias inflacionistas que prevalecían en Argentina cuando el presidente Milei asumió el cargo. Afirma:
La demanda de pesos habría caído porque ya no habría habido esperanza de que el banco central cambiara los pesos por dólares. Los argentinos habrían intentado vender sus pesos por dólares en el mercado. El tipo de cambio del peso se habría desplomado.
Además, el cierre del banco central habría significado que no habría pagado intereses por sus pasivos remunerados a los bancos comerciales. Una gran parte de las inversiones de los bancos comerciales se habría vuelto inservible. Las pérdidas resultantes habrían provocado el colapso del sistema bancario y financiero argentino. Se habría producido caos, pánico y malestar social. La pérdida de confianza en el peso se habría acelerado. Los argentinos habrían huido al dólar. […] Pero el peso no «desaparecería» mientras siguiera teniendo poder adquisitivo a los ojos de sus usuarios, sino solo cuando, desde la perspectiva de sus tenedores, ya no tuviera ningún valor de cambio a efectos prácticos. En otras palabras, «desaparecer» significa que habría habido una tasa de inflación extrema, similar a la hiperinflación del peso.
Es muy probable que el caos causado por la rápida depreciación del peso, como en una situación hiperinflacionaria, hubiera sido aprovechado por la oposición para dar un golpe de Estado.
Este argumento no va muy lejos. Pero toca cuestiones de principio económico y, por lo tanto, merece cuatro breves comentarios.
En primer lugar, el profesor Bagus es ambiguo sobre la naturaleza exacta de la «canjeabilidad» o «convertibilidad» del peso en dólares de EEUU. ¿Se trata de una convertibilidad a tipo fijo o simplemente de la posibilidad de cambiar pesos por dólares a un tipo variable («la posibilidad de que los pesos se cambien por dólares de alguna forma en el futuro»)? Si nos referimos a este último escenario, entonces está claro que la convertibilidad del peso no se ve cuestionada por la abolición del banco central.
Supongamos, entonces, que con la posible desaparición del banco central, ya no habría habido ninguna esperanza de que el peso fuera convertible en dólares a un tipo fijo. Ceteris paribus, como explica Bagus, y estamos de acuerdo con él, esto habría reducido la demanda de pesos.
Pero, ¿qué importancia tiene este factor? Según Philipp Bagus, solo hay un pequeño paso entre esta disminución de la demanda de dinero y la hiperinflación. Sin embargo, la hiperinflación no se debe únicamente a una pérdida de confianza, sino a una pérdida de confianza combinada con un enorme aumento de la masa monetaria. No obstante, la abolición del banco central no significa que la masa monetaria vaya a aumentar. Como hemos dicho, significa la destrucción de la esperanza de que el peso sea convertible en dólares a un tipo fijo y, por lo tanto, ceteris paribus, una disminución de la demanda de pesos. Este es un factor entre otros que pesa sobre la demanda de dinero. ¿Es más importante que la desaparición simultánea del aumento ininterrumpido y sustancial de la oferta monetaria? Es lícito dudarlo.
Segundo, debemos tener en cuenta que el banco central crea dinero a través del crédito. Por lo tanto, cerrar el banco central significaría que los préstamos pendientes no se prorrogarían y que la masa monetaria entraría en caída libre. ¿Cómo habría llevado esto a la inflación de los precios, o incluso a la hiperinflación?
Tercero, el profesor Bagus considera un factor crucial: el colapso del sistema bancario y financiero argentino que seguiría a la abolición del banco central. Pero, una vez más, se equivoca sobre las consecuencias para el nivel de precios. Ceteris paribus, tal colapso conduce a efectos deflacionarios, o incluso a una espiral deflacionaria, porque la masa monetaria en sentido amplio cae en picado cuando los bancos comerciales colapsan. Solo va acompañada de aumentos de precios cuando se produce un aumento masivo de la cantidad de dinero base (cuando el banco central rescata a los bancos comerciales); sin embargo, esto sería imposible si se cerrara el banco central.
Cuarto, Philipp Bagus sostiene que el colapso del sistema bancario y financiero podría provocar pánico y disturbios sociales y políticos. Estamos de acuerdo en este punto. Precisamente, la principal tarea de cualquier reformador es anticipar este tipo de problemas, preparar a la población y tomar medidas temporales para ayudar a los más vulnerables durante la fase de transición. Pero si este problema se toma como pretexto para no abolir el banco central, entonces estamos abandonando el enfoque libertario y nos unimos a los estatistas.
El conocido socialista Yanis Varoufakis ha reconocido esta incoherencia y ha argumentado que Javier Milei «no es libertario», sino «siervo de los oligarcas argentinos». Afirmó:
Si tú (a diferencia de mí) crees verdaderamente en la sabiduría superior de los mercados y quieres liberar a Argentina de las restricciones políticas impuestas al mecanismo del mercado, ¿qué mercado liberarías primero? El mercado monetario, sin duda. ¿Qué distorsión de precios eliminarías primero? El tipo de cambio fijo (o limitado), sin duda. ¿Y qué es lo último que harías? Precisamente lo que hizo Milei: pedir prestados miles de millones de dólares, apilarlos sobre una deuda pública ya insoportable, para evitar que el mercado monetario eligiera libremente el tipo de cambio de tu moneda.
Esperemos, por tanto, que el éxito electoral del domingo pasado impulse finalmente al Gobierno de Milei a deshacerse de la banca central. No tendrá que temer ningún tipo de inflación de precios. Pero debe dar ejemplo y preparar a la población para las dificultades a corto plazo que probablemente conllevará una reforma de este tipo.