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Un relato sobre impuestos

Hace unos días me encontré con un amigo que es un gran accionista de General Motors y me contó una historia. Unas pocas semanas antes, su hijo había usado una fuerza algo excesiva sobre el grifo de su baño y lo había roto. El fontanero local no podía repararlo, así que pidió e instaló un nuevo grifo. El grifo resultó costar $22,50. La instalación a $4 la hora, llevó el total a $100.

Esto parecía bastante excesivo, pero no fue hasta que mi amigo hizo algunos cálculos mentales cuando se dio cuenta de lo excesivo que era realmente. Su renta cae en el tramo fiscal del 90%. Así que calculó que para conseguirlos $100 con los que pagar esta factura del fontanero tenía que recibir $1.000 en dividendos de General Motors. (Para los no matemáticos, $1.000 en dividendos menos $900 en impuestos sobre ellos deja $100 para pagar al fontanero).

Pero esto es solo el principio. Para pagar $1.000 en dividendos, General Motors tiene que ganar más de $4.000 antes de impuestos. (General Motors ganó $1.502.00.000 antes de pagar impuestos en 1952. Tuvo que pagar $943.000.000 en impuestos, dejándole $559.000.000 de renta neta, de la cual pagó 362.000.000$ en dividendos. Así que para cada $1.000 que pagó en dividendos, tuvo que ganar $4.149 antes de impuestos).

Pero para ganar $4.149 antes de impuestos, General Motors tuvo que vender por valor de $21.570 en automóviles (digamos dieciocho Chevrolet) a sus concesionarios. (El total de ventas e ingresos de GM en 1952 ascendió a $7.645.000.000). Por resumir, debido al coste y la erosión fiscales, para que mi amigo accionista remplazara el grifo de un baño, General Motors tuvo que vender dieciocho Chevrolet.

«¿Y qué?», puede preguntar algún lector. «Si este tipo paga un impuesto de la renta del 90%, debe nadar en dinero. No esperes que llore».

No se trata de que nadie deba dejar de llorar, sino de que algunos debamos dejar de pensar. La cuestión no es lo que nuestra increíble carga fiscal está haciendo a esta o a aquella persona rica, sino qué efectos va a tener a largo plazo sobre toda nuestra economía, sobre productividad, salarios y empleo.

Evidentemente, una continuación de este tipo y estilo de impuestos debe perjudicar a los incentivos, desanimar nuevas aventuras empresariales e incluso impedir la formación de nuevo capital para esas aventuras. Por cada dólar que General Motors pagó a los accionistas el año pasado, hubo que pagar $3 al gobierno (sin contar lo que fue recaudado y pagados en impuestos especiales y a las ventas). El caso de General Motors, en este sentido, no es excepcional. El Departamento de Comercio estima que los beneficios corporativos antes de impuestos en 1952 fueron $39.700.000.000; de estos, las corporaciones tuvieron que pagar $22.600.000.000 en impuestos y pagaron $9.100.000.000 en dividendos. En otras palabras, el gobierno se llevó de media un 57% de todas las ganancias de las corporaciones. Y por cada dólar que los accionistas corporativos ganan en dividendos, el gobierno consigue $2,48.

Pero esto no nos dice qué pudieron mantener los accionistas en dividendos después de pagar los impuestos personales de la renta. Un accionista cuya renta entre el tramo superior impositivo del 92% puede quedarse solo con 8 centavos de cada dólar de dividendos. El gobierno se lleva los otros 92 centavos. Añadiendo esto a los $2,48 que ya se ha llevado de la corporación, da al gobierno $3,40. En otras palabras, el gobierno se lleva 42 veces más de la corporación media de lo que se permite mantener al inversor en el tramo superior de renta.

Esto puede parecer una disposición maravillosa para el gobierno mientras dure. Pero el Congreso no debería estar completamente atónito si se despierta un día para descubrir (esperemos que no demasiado tarde) que esta división de los beneficios no genera los mayores incentivos para la inversión privada en nuevas empresas y que el nuevo capital riesgo se ha estado secando con efectos desagradables en salario, empleo y producción e incluso en los propios ingresos públicos. Si no queremos repetir los aprietos actuales de Inglaterra, no deberíamos imitar las políticas que los produjeron.

[Originalmente publicado en Newsweek el 30 de marzo, 1953. Disponible en Business Tides: The Newsweek Era of Henry Hazlitt.]

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