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¿Por qué trabajamos?

Los socialistas están obsesionados con eliminar la necesidad de trabajar. Sostienen que equivale a una coacción opresiva. Sin embargo, no comprenden las implicaciones de lo que significa elegir trabajar y por qué trabajar es una parte necesaria de la vida.

Trabajar en el contexto de un empleo se refiere a intercambiar mano de obra por dinero. La mayoría de los empleos funcionan sobre una base voluntaria en la que un empresario y un empleado acuerdan la naturaleza del trabajo y el salario a pagar. Este acuerdo se produce porque el empresario se da cuenta de que valora más el trabajo del empleado que el salario que debe pagar, mientras que el empleado se da cuenta de que valora más su salario que la cantidad de trabajo que debe aportar a su puesto. Cuando se cumplen estas condiciones, se crea un puesto de trabajo, y el trabajo se produce a cambio de una compensación monetaria.

Las empresas no contratan gente porque sí. Deben hacerlo porque obtienen beneficios de la venta de bienes o servicios a los consumidores, y la mano de obra es necesaria para producir lo que venden. Las empresas entienden que les beneficia gastar en los salarios de sus empleados, ya que la contribución de éstos en el proceso de producción es fundamental para el éxito de la empresa. Mientras los ingresos de la empresa sean superiores a sus gastos, la contratación de empleados les merece la pena.

Lo mismo ocurre con los empleados. A pesar de la afirmación de los socialistas de que los trabajadores son obligados a aceptar sus empleos, la mayoría de los trabajadores son libres de abandonarlos en cualquier momento o una vez finalizado su periodo de empleo. Además, son libres de no incorporarse a su puesto de trabajo si consideran que las condiciones de una oportunidad laboral no son deseables. Lo cierto es que los trabajadores también tienen en cuenta sus inputs y outputs a la hora de aceptar o rechazar un empleo. La entrada es el salario que se les paga, mientras que la salidad es la cantidad de trabajo que deben realizar. Esto significa que los trabajadores tienen en cuenta la desutilidad de trabajar y la utilidad de lo que pueden comprar con lo que cobran. Si los empleados encuentran empleos en los que se les paga adecuadamente por su contribución y creen que aceptar el trabajo es su mejor opción, las ofertas de empleo serán aceptadas. Por el contrario, si los empleados potenciales creen que la posible ganancia de utilidad no compensa la desutilidad de trabajar, no aceptarán las ofertas de empleo.

Es cierto que la mayoría de la gente necesita algo de dinero para comprar lo necesario para vivir, pero eso no invalida la determinación de los salarios por el libre mercado ni la naturaleza de los empleos. La producción precede al consumo, y algo debe producirse antes de poder consumirse. Toda acción consciente requiere la evaluación de que la acción conducirá a un conjunto de circunstancias mejores que las actuales, que justifiquen el esfuerzo de la acción. Este tipo de evaluación es necesaria para los seres humanos, ya que la acción humana tiene un propósito. Aunque estuviéramos en una isla en la que abundaran todos los recursos, seguiríamos teniendo que esforzarnos. Para comer uvas habría que desplazarse hasta el lugar donde se encuentran, recogerlas y consumirlas físicamente. Si uno no creyera que las uvas merecen el esfuerzo, no elegiría actuar.

La gente elige trabajar porque se da cuenta de que trabajar es beneficioso para ellos y no porque estén oprimidos. La relación empleador-empleado en un mercado libre es mutuamente beneficiosa y permite a ambos ganar más de lo que pierden. Un acuerdo en el que uno elige trabajar porque siente que la recompensa vale más que la desutilidad de su trabajo difícilmente puede calificarse de parasitario. El hecho de que la gente elija trabajar no es una acusación contra el libre mercado; es un testimonio de la cooperación entre seres humanos que conduce a una mayor productividad.

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Image Source: Adobe Stock/Tracy King
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