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La histeria de guerra alimenta nuevos ataques a la libre expresión

La mancha intervencionista y bipartidista de la política exterior de Washington ha impulsado en las últimas semanas dos nuevas y despóticas leyes. Ambas están diseñadas para consolidar aún más el poder federal en nombre de la lucha contra varios supuestos enemigos extranjeros. 

La primera de ellas es la llamada «prohibición de TikTok», con el orwelliano nombre de «Ley para proteger a los americanos de las aplicaciones controladas por adversarios extranjeros», promulgada el 24 de abril. Sus partidarios afirman que TikTok es propiedad del régimen chino y que la popular aplicación de redes sociales debe venderse a nuevos propietarios no chinos, o prohibirse por completo en los EEUU. La legislación otorga al presidente nuevos y amplios poderes para forzar la venta de «un sitio web, aplicación de escritorio, aplicación móvil o aplicación de tecnología aumentada o inmersiva» que se considere propiedad de un «adversario extranjero». ¿Quién es un adversario extranjero? Eso lo determinará un puñado de oscuros burócratas de las agencias de inteligencia del gobierno federal. Ni siquiera está claro qué sitios web y aplicaciones son de «propiedad extranjera». Como ha señalado el senador Rand Paul, TikTok es propiedad mayoritaria de inversores privados, incluidos muchos miles de americanos. En otras palabras, contrariamente a los argumentos del régimen, la compañía no es propiedad «de China». Que una compañía sea o no «propiedad» de uno de estos supuestos adversarios extranjeros se basa, no obstante, legalmente en el juicio arbitrario de burócratas federales. El congresista Thomas Massie ha descrito correctamente el proyecto de ley como un «caballo de Troya», dado el enorme potencial de abuso por parte de los responsables políticos federales que buscan cerrar las fuentes de opiniones que no gustan al régimen. 

El segundo asalto legislativo a la libertad este último mes viene en forma de la «Ley de Concienciación sobre el Antisemitismo». Esta ley, que está tramitándose en el Congreso, ordena a los burócratas federales que adopten una definición extremadamente amplia de antisemitismo y que la utilicen para aplicar «enérgicamente» las prohibiciones federales de «discriminación» que figuran en la Ley de Derechos Civiles de 1964. Esta nueva definición amplia de antisemitismo equipara la crítica al Estado de Israel con la crítica a todos los judíos y la legislación podría leerse fácilmente para definir textos del Nuevo Testamento como el Evangelio de Juan como «antisemitismo.» Después de todo, el Evangelio de Juan se refiere repetidamente a «los judíos» como los enemigos de Jesús, es decir, los enemigos de Dios.

El Partido de la Guerra vs. la Primera Enmienda 

No debería sorprender que gran parte de la atención del Congreso en los últimos meses se haya dedicado a los supuestos peligros de que la gente diga cosas y lea cosas. La clase dirigente de la política exterior de EEUU ha estado presionando cada vez más para que los EEUU se implique cada vez más en Ucrania y Oriente Próximo, al tiempo que agita una nueva Guerra Fría con China. A medida que se extiende el fervor bélico, la libertad siempre se desvanece. 

Afortunadamente, hay una creciente oposición de los votantes a la implicación de EEUU en estas zonas de guerra activa, y los agentes del régimen no han podido azuzar a los contribuyentes en una histeria paranoica con la facilidad de décadas pasadas. El antiguo consenso bipartidista que apoyaba cualquier nueva guerra que el régimen cocinara parece estar desapareciendo. El apoyo a diversas guerras es ahora una cuestión altamente partidista. Por ejemplo, la mayoría de los Republicanos encuestados dicen que el régimen de EEUU da «demasiada» ayuda a Ucrania, y hay una facción activa de Republicanos en el Congreso que se opone a la implicación actual de los EEUU en esa disputa de diez años. Mientras tanto, el apoyo a la campaña de asesinatos masivos del Estado de Israel en Gaza está en caída libre entre los Demócratas. Según Gallup, el 75% de los Demócratas se opone a la actual campaña militar de Tel Aviv. (Cabe destacar que el 60 por ciento de los «independientes» también se opone a la guerra de Israel en Gaza).

Desde la perspectiva de los neoconservadores y otras «élites» de la política exterior de Washington, todo esto son noticias terribles, y hay que hacer algo. Ese «algo» resultan ser los ataques a la libre expresión y a los medios de comunicación independientes. Al parecer, no basta con que el gobierno federal colabore con las compañías de medios sociales para luchar contra la «desinformación» y otras opiniones no aprobadas por el régimen. También es «necesario» que el Partido de la Guerra inserte en la ley federal nuevos poderes presidenciales sobre los medios de comunicación. 

La legislación sienta las bases para ampliar aún más el poder del presidente sobre los medios de comunicación en el futuro. Hoy se centra en las compañías «propiedad del adversario» que, como hemos visto, no son realmente propiedad del adversario. Mañana, la ley puede ser modificada —o incluso reinterpretada por las cortes— para aplicarse a los medios de comunicación que sean propiedad o estén bajo el control de «terroristas nacionales» o «combatientes enemigos». Por supuesto, gracias a la legislación posterior al 9/11 —aprobada durante un periodo de histeria sobre el terrorismo— el presidente puede decidir ahora quién es un «combatiente enemigo». 

El debate sobre TikTok también ha servido para avivar el fervor militarista contra los chinos. En la actualidad, sin embargo, tal vez el aspecto más importante de la legislación TikTok —en lo que respecta a los halcones— es que castiga a la aplicación que ha sido especialmente importante en la difusión de opiniones y vídeos destinados a aumentar la oposición a la invasión de Gaza por Tel Aviv. 

«Antisemitismo» ahora sólo significa oponerse al Partido de la Guerra

La preocupación de Washington por el Estado israelí queda ilustrada por la Ley de Concienciación sobre el Antisemitismo. Esta legislación es claramente un esfuerzo por acabar con las protestas contra la guerra en los campus universitarios. La principal táctica utilizada por el régimen en este caso es difamar a los que se oponen a los crímenes de guerra israelíes con la etiqueta de «antisemita». Esto se puede ver en el hecho de que quienes protestan contra los ataques de Tel Aviv contra mujeres y niños de Gaza nunca son descritos como manifestantes contra la guerra. Más bien, en los medios de comunicación dominantes y conservadores, a los manifestantes se les llama casi universalmente «pro Palestina» o incluso «pro Hamás». El hecho de que haya muchos judíos entre los manifestantes se ignora convenientemente. Lo que se repite una y otra vez es que entre los manifestantes hay auténticos antisemitas, suponiendo que no sean informantes federales o infiltrados. Los medios de comunicación se fijan entonces en los antisemitas en lugar de en la protesta en sí. Una vez que la oposición al Estado extranjero israelí se equipara al antisemitismo, entonces los burócratas federales pueden esgrimir la ley federal de «derechos civiles» contra quienes se niegan a plegarse a la línea del régimen. 

Es irónico que los conservadores estén tan ansiosos por participar en esta táctica de difamación, ya que a menudo se utiliza contra ellos. Hemos visto cómo funciona muchas veces. Cada vez que los conservadores salen a protestar contra algún abuso del gobierno, los medios de comunicación se fijan en las dos o tres personas de la multitud con un tatuaje supremacista blanco o una bandera confederada. Entonces se nos dice que esto es una prueba innegable de que toda la multitud está motivada por el odio y la ideología supremacista blanca. 

Además, no es coincidencia que la Ley de Concienciación sobre el Antisemitismo faculte específicamente al Departamento de Educación para investigar y castigar a las universidades que toleren la nueva definición ampliada de «antisemitismo». El objetivo aquí es purgar los colegios y universidades de estudiantes y profesores que se nieguen a apoyar a Washington y a sus aliados israelíes. 

Desafortunadamente, estos asaltos a la Primera Enmienda siguen encontrando apoyo incluso entre gente que pretende estar a favor de la libertad y oponerse al poder federal. Con esta gente, cuando el régimen invoca al coco extranjero, la preocupación por la Declaración de Derechos tiende a evaporarse y se nos dice que debemos renunciar a nuestras libertades para luchar contra el «adversario extranjero». Tanto la prohibición de TikTok como la Ley de Concienciación sobre el Antisemitismo están muy en la tradición de las Leyes de Extranjería y Sedición de 1798, la Ley de Espionaje de 1917 y la Ley Smith de 1940. Todas han sido diseñadas para silenciar la disidencia y todas se burlan de la Primera Enmienda. Por desgracia, el espíritu de todos estos males legislativos sigue vivo y coleando. En los últimos meses, se nos ha dicho que luchar contra «el enemigo» significa decir a los consumidores qué aplicaciones de redes sociales pueden utilizar. Se nos dice que oponerse a los aliados de Washington es ser culpable de «antisemitismo». Huelga decir que todo esto es tal y como le gusta al régimen.

Fuente: Wikimedia, Oficina de Prensa del Gobierno de Israel

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