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La economía y la infantilización de la cultura

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Se puede decir que la cultura occidental y americano ha sufrido un proceso de infantilización —es decir, una reducción a un estado infantil e inmaduro. La conocida máxima «los tiempos difíciles crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean tiempos buenos; los tiempos buenos crean hombres débiles; los hombres débiles crean tiempos difíciles» se ha aplicado bastante últimamente a la cultura americana. Esta cita parece especialmente adecuada en lo que respecta no solo a la ignorancia económica, sino también a la inmadurez económica. La riqueza de Occidente, ganada con esfuerzo, tiempo y trabajo, se da por sentada y se considera normal. 

Mises nos recuerda que «cada uno de los logros en esta incesante búsqueda de la producción de riqueza se basa en el ahorro y el trabajo preparatorio de generaciones anteriores». Esto se olvida fácilmente, ya que muchos nacen o se acostumbran al contexto moderno de riqueza, que fue posible gracias a un largo y laborioso proceso de creación de riqueza. Este proceso implicó un intenso sacrificio, una baja preferencia temporal, visión de futuro, producción, intercambio, trabajo, ahorro, división del trabajo e inversión de capital.

Nos demos cuenta o no, somos los beneficiarios del incalculable trabajo de ahorro y preparación de las generaciones anteriores. La economía nos ayuda a comprender y apreciar la acción humana, el coste de oportunidad, la escasez, el papel del tiempo, la producción y el consumo, el ahorro y muchos otros conceptos clave. Sin este conocimiento, es más fácil volverse infantil y pueril, dando por sentada la riqueza existente como algo automático. La infantilización económica incluso fomenta argumentos a favor de políticas que destruirían los cimientos que hicieron posible la riqueza. 

Es fácil para todos nosotros dar ciertas cosas por sentadas debido a presuposiciones no examinadas. Por ejemplo, cuando recibimos agua limpia inmediatamente del grifo, a menudo no pensamos en el proceso que hace que tal cosa sea no solo posible, sino normal. Además, también solemos asumir que sabemos mucho más sobre un proceso de lo que realmente sabemos. Imaginemos que retrocedemos más de un siglo en el tiempo y explicamos cómo funcionan realmente la electricidad o Google. Arthur C. Clark dijo : «Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia». En otras palabras, incluso entre las cosas que nos rodean cada día, nos resultaría imposible explicar cómo funcionan realmente más allá de unos pocos pasos, por lo que podrían ser «magia» para nosotros.

Parte de la genialidad de «Yo, el lápiz», de Leonard Read, radicaba en que remontaba muchos de los elementos de un lápiz terminado a través de las etapas de la estructura temporal de la producción, mostrándonos lo poco que realmente sabemos sobre lo que creemos saber incluso de los objetos más simples. Una lección similar  nos la da el hombre que hizo un sándwich casi totalmente desde cero, lo que le llevó seis meses y 1500 dólares. (Cabe señalar que siguió utilizando herramientas modernas, un barco, un avión y una cocina, sin los cuales el proceso habría sido aún más largo y costoso). También hubo un hombre que intentó construir una tostadora desde cero (que ni siquiera funcionó). Además, un reciente vídeo de Facebook  describía la toma de conciencia adulta —que muchos adultos nunca alcanzan— sobre la cantidad de trabajo previo y actual que es necesario para hacer posible cosas que damos por sentadas. 

Afortunadamente, las personas no tienen que comprender plenamente la «magia» de la división del trabajo, el comercio y el desarrollo de una estructura de capital para beneficiarse. Sin embargo, esta feliz ignorancia también puede llevar a las personas a dar por sentadas inadvertidamente ciertas condiciones, ya que sugieren políticas que socavarían lo que, sin saberlo, presuponen. En cuanto a la ignorancia económica, Rothbard dijo,

No es ningún delito ser ignorante en materia de economía, que, al fin y al cabo, es una disciplina especializada y que la mayoría de la gente considera una «ciencia lúgubre». Pero es totalmente irresponsable tener una opinión ruidosa y vociferante sobre temas económicos mientras se permanece en ese estado de ignorancia.

Ignorancia económica e infantilización

Imaginemos unos niños pequeños desagradecidos que crecen en un hogar bastante acomodado, de clase media. Un día, —hartos de las normas y restricciones de sus padres—, consiguen echar a estos de casa. Habiendo visto cómo sus padres llevaban la casa, dan por sentado que será fácil hacerlo ellos mismos y que, de hecho, lo harán mejor. Su suposición inmadura era que sus padres simplemente tenían el privilegio inmerecido de poseer y distribuir recursos y que lo hacían de forma caprichosa. Sin embargo, pronto se dan cuenta de que, —aunque estaban acostumbrados a una casa con comida siempre en la nevera, electricidad en cada interruptor y enchufe, wifi, aire acondicionado y calefacción, agua corriente, recogida de basura, etc.—, estas cosas no eran automáticas y sus padres no solo tenían la posición privilegiada de distribuirlas. Su ignorancia, inmadurez e ingratitud les llevó a dar por sentada la riqueza de sus padres sin comprenderla. En esta parábola, los padres no representan al Estado, sino que representan la producción, el ahorro y la inversión pasados y presentes, infravalorados, sin los cuales una economía moderna no puede funcionar, pero que es muy fácil dar por sentados.

En gran parte debido a la falta de conocimientos económicos, entre otras razones, muchos —que disfrutan de la riqueza ganada con esfuerzo de una economía industrial moderna— se vuelven infantiles, hasta el punto de defender políticas que socavarían la riqueza de la que disfrutan. Howard Zinn ejemplifica esta mentalidad infantil en su obra Marx in Soho: A Play on History (Marx en el Soho: una obra sobre la historia):

Dale a la gente lo que necesita: comida, medicina, aire limpio, agua pura, árboles y césped, hogares agradables en los que vivir, algunas horas de trabajo, más horas de ocio. No preguntes quién se lo merece. Todos los seres humanos se lo merecen.

Aunque se podría decir mucho sobre esta insustancial afirmación, probablemente la cuestión más importante sea la presuposición injustificada de que todos los bienes escasos mencionados simplemente deben distribuirse, y no producirse e intercambiarse. Zinn, —y muchos como él—, aparentemente comparten la visión infantil de que estos bienes son abundantes y que, si personas buenas como él estuvieran al mando, estos bienes se repartirían gratuitamente entre todos, ya que todos los merecen. Esto pasa por alto por completo lo que Rothbard denominó «(el proceso de producción e intercambio), mediante el cual se logra todo progreso económico legítimo. Además, la solución es sencilla y fácil —basta con dar a las personas lo que necesitan. Por lo tanto, en la medida en que las personas carecen de alguno de estos bienes escasos, esto representa aparentemente una injusticia. La escasez y la desutilidad del trabajo, —supuestos fundamentales de la economía—, no se consideran limitaciones de la realidad, sino algo inventado e impuesto por personas mezquinas que nunca aprendieron a compartir. Como otro ejemplo bastante típico, véase este hilo de comentarios:

 

Mises versus el romanticismo

En Socialismo, Mises abordó la infantilización de la cultura en su análisis del romanticismo (que recomiendo encarecidamente). Él creía que el romanticismo, especialmente a través de la literatura y otros medios, preparó el terreno para el socialismo. Mises hace dos afirmaciones clave que capturan la naturaleza infantilizante del romanticismo: 1) «Ningún romántico ha percibido la grandeza de la sociedad capitalista»; y 2) «El romanticismo es la rebelión del hombre contra la razón, así como contra la condición en la que la naturaleza le ha obligado a vivir».

Basándonos en las ideas de Mises, vemos temas clave que se superponen en la infantilización económica: la falta de comprensión y apreciación de lo que hizo posible la sociedad capitalista, el rechazo de las limitaciones de la lógica y la realidad en favor de la imaginación y los sentimientos sin restricciones, y el resentimiento contra las limitaciones impuestas por la realidad. Cuando se combinan la ignorancia económica, las presuposiciones e as sin control, el fruto de la riqueza capitalista, la alta preferencia temporal democrática y el romanticismo, uno de los resultados es la infantilización.

Ignorancia económica y falta de apreciación

Muchos pasan por alto el hecho de que «la civilización es un producto del ocio y la tranquilidad que solo la división del trabajo puede hacer posible». Esta es una de las lecciones que enseña «Yo, el lápiz». La riqueza que permite disponer de suficiente ocio y recursos para dedicarse a otras cosas, como quejarse del capitalismo de libre mercado, es, irónicamente, posible gracias a la producción, el intercambio, el ahorro, la división del trabajo y la inversión de capital. Dando todo esto por sentado, muchos tienden a idealizar ignorantes el pasado, 

El romántico da por sentados todos los dones de una civilización social y, además, desea todo lo bueno y bello que, según él, los tiempos y países lejanos tenían o tienen para ofrecer. Rodeado de las comodidades de la vida urbana europea, anhela ser un rajá indio, un beduino, un corsario o un trovador. Pero solo ve la parte de la vida de estas personas que le parece agradable, nunca la falta de las cosas que él obtiene en abundancia.

Al mismo tiempo, muchos disfrutan de los frutos de mercados libres imperfectos y obstaculizados, dando por sentado que la riqueza generada es automática porque desconocen su origen, y abogan, —directa o indirectamente—, por políticas de destrucción económica. Mises escribió, 

Todos ellos rechazan el orden social capitalista y combaten la propiedad privada de los medios de producción, aunque quizá no siempre sean conscientes de ello. Entre líneas sugieren una imagen inspiradora de una situación económica y social mejor. Están reclutando agentes para el socialismo y, dado que el socialismo debe destruir la sociedad, al mismo tiempo están allanando el camino para el destructivismo.

Rechazo de la lógica y la realidad en favor de una imaginación sin límites

No es solo que el romántico-socialista o simpatizante socialista sea simplemente ignorante en materia de economía y no aprecie la riqueza y el proceso de generación de riqueza que da por sentado, sino que rechaza la lógica y la realidad en favor de la imaginación y los sentimientos sin límites. Mises advirtió: «Cuando la razón deja de funcionar, se abre el camino al romanticismo». Además, describió el origen de su inmadurez económica e intelectual.

Es la incapacidad para comprender los difíciles problemas de la vida social lo que hace que los socialistas éticos sean tan poco sofisticados y estén tan seguros de su competencia para resolver los problemas sociales de forma improvisada... En cada hombre existe un deseo profundamente arraigado de liberarse de las ataduras sociales, combinado con un anhelo de condiciones que satisfagan plenamente todos los deseos y necesidades imaginables.

Al no apreciar las limitaciones de la realidad, como la escasez y la desutilidad del trabajo, en favor de la imaginación y los sentimientos, confunden la capacidad de imaginar soluciones con las soluciones mismas. Esta es también la razón por la que tales soluciones imaginadas suelen ser insustanciales e infantiles. Sin apreciar los problemas dentro de las limitaciones de la lógica y la realidad, no pueden comenzar a acercarse a soluciones reales. Mises habla del papel de la imaginación sin límites en esta mentalidad.

El romántico es un soñador; con facilidad consigue, en su imaginación, ignorar las leyes de la lógica y de la naturaleza.

El movimiento romántico, que se dirige sobre todo a la imaginación, es rico en palabras. El colorido esplendor de sus sueños es insuperable.

Por eso, —aunque se nos recuerda constantemente que el comunismo real nunca ha existido—, se supone que el comunismo es viable en teoría. En realidad, el socialismo y el comunismo han sido demolidos tanto en teoría como en la práctica. La razón por la que estas teorías no funcionan en la práctica es porque son malas. Lo que realmente debería decirse es que el comunismo y el socialismo funcionan en mi imaginación desbordante o en mi fantasía irreal. El error clave es asumir que, porque algo puede imaginarse sin dificultad, debe ser viable.

Las construcciones imaginarias son clave en economía, sin embargo, deben utilizarse con cuidado y limitarse a una lógica sólida. Si consideramos, por ejemplo, el vuelo humano, que en su día se consideraba imposible y sin duda requería imaginación, hay que admitir que existe una diferencia categórica y cualitativa entre la imaginación limitada que hizo posible el vuelo humano y la imaginación ilimitada de un niño que finge ser Superman, especialmente si se consideran las limitaciones como la gravedad como construcciones sociales injustas. Por lo tanto, Mises escribe sobre la infantilismo de los románticos:

Aquí [en la realidad] hay que arar y sembrar si se quiere cosechar. El romántico no quiere admitir todo esto. Obstinado como un niño, se niega a reconocerlo. Se burla y se mofa; desprecia y detesta a los burgueses. (énfasis añadido)

El resentimiento romántico hacia la realidad

Por último, el socialista romántico no solo ignora la realidad económica, rechazando la lógica y la realidad en favor de una imaginación sin límites, sino que además resiente la realidad. Esto se hace evidente cuando las condiciones dadas de la lógica, la naturaleza y la realidad se interpretan, no como limitaciones trágicas, sino como injusticias morales.

Una vez tuve una conversación con un antiguo compañero de trabajo que me contó lo poco que trabajan los osos para sobrevivir y lo mucho que duermen en comparación con los humanos. La implicación contextual era que los requisitos del trabajo humano eran antinaturales e injustos, y no solo hechos de la realidad. La escasez, la desutilidad del trabajo y otras limitaciones se consideran artificiales e injustas.

Todos los seres humanos actúan para aliviar «la inquietud que sienten», y la riqueza —lograda a través de la producción y el intercambio— mitiga la escasez. Para lograr un progreso económico sostenido, uno debe aceptar las limitaciones de la realidad y usar su razón para actuar y manipular los materiales de la realidad. La alternativa —posible gracias a que otros siguieron el primer camino— es la infantilización: resentir la lógica y la realidad en favor de la imaginación sin límites y resolver falsamente los problemas con deseos. Mises resume,

El hombre que piensa y actúa racionalmente intenta librarse de la incomodidad de los deseos insatisfechos mediante la acción económica y el trabajo; produce para mejorar su posición. El romántico es demasiado débil —demasiado neurasténico — para trabajar; imagina los placeres del éxito, pero no hace nada para alcanzarlos. No elimina los obstáculos; simplemente los elimina en su imaginación. Le molesta la realidad porque no es como el mundo de ensueño que ha creado. Odia el trabajo, la economía y la razón.

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