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El papel de las instituciones benéficas en un sistema sanitario basado en el mercado

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En un sistema sanitario basado en el mercado, no existe una única fuente principal de financiación del acceso a los servicios médicos, sino varias. Entre ellas están los seguros médicos privados, las suscripciones médicas, los pagos directos y las donaciones benéficas. En términos sencillos, estas diferentes formas de financiación se complementan entre sí, creando una estructura de mercado descentralizada.

El seguro médico privado funciona mejor cuando cubre casos raros y caros, como enfermedades graves o accidentes. De este modo, los ciudadanos sólo pagan una parte de los costes, sobre todo a través de las primas del seguro. Los abonos médicos, por su parte, dan acceso a una serie de servicios rutinarios, como revisiones o visitas a especialistas. Los consumidores pagan una cuota fija mensual en lugar de pagar cada servicio por separado. Sin embargo, hay casos en los que se necesita un servicio médico, pero la persona que lo necesita no tiene seguro ni abono médico en ese momento. En esta situación, el consumidor puede pagar el servicio directamente. Sin embargo, en condiciones de mercado, no hay problemas de oferta y los precios se mantienen relativamente bajos gracias a la competencia y al desarrollo tecnológico.

Además, puede haber situaciones en las que una persona (hogar) no pueda acogerse a ninguna de estas opciones. Los motivos pueden variar: alto riesgo para la salud (por ejemplo, enfermedades preexistentes que impiden la cobertura del seguro), falta de ahorros suficientes, bajos ingresos, etc. Estos casos requieren entonces la activación de otra forma (privada) de pago y ayuda, que es la caridad.

La naturaleza mercantil de las instituciones benéficas

Cabe destacar que una economía de mercado en desarrollo es un requisito previo fundamental para el desarrollo de este tipo de actividad. Gracias a la acumulación de capital y a la competencia, entre otras cosas, es posible producir bienes de calidad cada vez mejor y en cantidades cada vez mayores, incluidos los bienes y servicios médicos. Esto tiene varias implicaciones positivas para el tema que nos ocupa.

En primer lugar, las personas que no necesiten esa asistencia en un momento dado pueden tomar las precauciones adecuadas de antemano, por ejemplo, contratando un seguro de enfermedad y/o un abono médico, aumentando sus ahorros o llevando un estilo de vida más saludable, etc. Esto es importante porque tales medidas harán que este sector de la sociedad esté mejor protegido y tenga menos probabilidades de necesitar asistencia en el futuro. Por tanto, no supondrán una carga financiera significativa para sus familias ni para el resto de la sociedad.

En segundo lugar, las personas que gozan de esta seguridad económica pueden destinar más recursos a ayudar a los miembros de la sociedad que lo necesitan en mayor o menor medida. Esto puede adoptar la forma de ayuda financiera u otras formas de asistencia, como el voluntariado.

En tercer lugar, las personas que prestan esa ayuda desarrollan actitudes éticas adecuadas. El deseo de ayudar a los necesitados les proporciona mayor satisfacción que, por ejemplo, consumir esos recursos o dedicar su tiempo libre. Es más, tales actitudes, al menos hasta cierto punto, también se extienden al resto de la sociedad. La falta de este tipo de ayuda también puede ser criticada por las personas más cercanas a quien la presta, lo que, en un sentido positivo, obliga a los demás a realizar actividades similares.

En cuarto lugar, el desarrollo tecnológico amplía constantemente el alcance y la eficacia de estas ayudas. Por ejemplo, la aparición y el desarrollo de Internet han agilizado enormemente la transferencia de los fondos necesarios. Como resultado, las organizaciones benéficas pueden financiar el tratamiento de los necesitados de forma más eficiente y llegar a un grupo cada vez más amplio de donantes. Incluso donaciones relativamente pequeñas se convierten en significativas cuando son miles las personas que donan.

En quinto lugar, las organizaciones benéficas —aparte de las aseguradoras y los particulares muy ricos— generan una demanda adicional de tratamientos caros, la compra de medicamentos muy caros, etc. De este modo, contribuyen al desarrollo de la investigación de productos y servicios médicos caros y aceleran la perspectiva de su producción masiva en el futuro. Esto también es especialmente importante para cubrir los costes del tratamiento de casos muy raros, para los que la demanda es significativamente limitada.

En sexto lugar, el acto benéfico en sí no está sujeto a ningún requisito formal. En este caso, la buena voluntad es el factor decisivo, lo que facilita enormemente el proceso de recaudación de fondos. Este sistema también es más flexible que los sistemas/programas públicos formalizados, en los que los actos de buena voluntad se sustituyen por procedimientos y decisiones burocráticas sobre quién puede recibir ayuda y quién no. Además, los sistemas/programas públicos debilitan y sustituyen parcialmente a las iniciativas privadas de base y reducen la concienciación social.

En séptimo lugar, las propias organizaciones benéficas toman medidas para seleccionar/verificar adecuadamente quién debe recibir ayuda primero. Esto ayuda a centrar la atención de los donantes en los casos más urgentes y a determinar si las personas que solicitan ayuda realmente la necesitan.

Y en octavo lugar, como se mencionaba al principio, la base de una ayuda eficaz es el bienestar del resto de la sociedad. Esto puede verse, por ejemplo, en el informe World Giving Index (WGI), que examina el nivel de caridad en muchos países. Se pide a los encuestados que respondan (SÍ/NO) a tres breves preguntas: ¿Ayudó a un desconocido o a alguien que necesitaba ayuda?; ¿Donó dinero a una organización benéfica? y ¿Ofreció su tiempo como voluntario a una organización? Cuanto mayor sea el porcentaje de respuestas positivas, mejor será la clasificación del país.

En 2019 se publicó un informe de síntesis con los resultados de 2009 a 2018. Los EEUU —el país económicamente más desarrollado del mundo— ocupó el primer lugar, lo que no debería sorprender. Además, un total de siete países desarrollados se encontraban entre los diez primeros. Esto no significa que sea la única condición para el desarrollo de tales actitudes en la sociedad, pero sin duda las hace más fáciles y eficaces.

Algunos puntos adicionales

Algunos posibles simpatizantes pueden tener ciertas reservas sobre las actividades de las organizaciones benéficas en cuestión. Pueden referirse, por ejemplo, a la transparencia de sus actividades, el importe de las comisiones cobradas por gastos administrativos o los salarios de sus empleados.

Sin embargo, en estos casos, las instituciones benéficas también están sujetas a las leyes del mercado y deben hacer frente a la competencia, en este caso, de instituciones con mayor credibilidad, una gama más amplia de servicios, una misión mejor articulada y aplicada o una estructura de gestión más transparente. Además, una ventaja incuestionable de estas instituciones de base es la ausencia de coacción, algo que no puede decirse de los sistemas sanitarios públicos. Como ocurre con muchos otros bienes o servicios, la falta de satisfacción de los donantes puede llevarles a retirar su apoyo a una determinada institución, por lo que ésta también debe hacer todo lo posible por atraer y conservar el mayor número posible de simpatizantes.

Otra cuestión que puede resultar controvertida es el nivel de los salarios que perciben los empleados de estas instituciones. Algunos pueden argumentar que deberían ser relativamente bajos, ya que no se trata de una actividad comercial. Sin embargo, el criterio de actividad comercial/no comercial que justifica unos salarios bajos (o incluso la ausencia de salarios) es, de hecho, un callejón sin salida que no conduce a conclusiones constructivas.

Cabe mencionar aquí que las instituciones benéficas también necesitan emplear a especialistas de diversos campos: Informáticos, especialistas en marketing y promoción, contables, etc. Estas personas tienen habilidades específicas y son adecuadamente productivas. Gracias a ellas, estas instituciones pueden funcionar eficazmente y ayudar así a los necesitados. Pueden renunciar voluntariamente a salarios más elevados, pero si no lo hacen, no deben ser objeto de críticas.

Unos salarios adecuadamente altos les recompensan por su duro trabajo. Y, como ya se ha dicho, esto les permite protegerse mejor contra acontecimientos indeseables. Además, el aumento de los salarios en este tipo de instituciones envía una importante señal al mercado e indica una demanda de empleados en estas instituciones. Y, si en tales instituciones se espera de ellos cierto tipo de sacrificio y trabajo, no hay que olvidar que renuncian voluntariamente a puestos de trabajo y al desarrollo de su carrera en el sector comercial. Sus elevados salarios están tan justificados como los ingresos de los directores generales o directivos que contribuyen al desarrollo de las empresas para las que trabajan.

Es más, no deja de ser un hecho aparentemente paradójico que la actividad comercial —con sus cálculos económicos y su orientación al lucro— impulse realmente el desarrollo de las instituciones benéficas. Es muy fácil imaginar su desarrollo (o más bien su ausencia) en un mundo sin empresarios, dinero ni competencia. Ayudar a los necesitados sería muy ineficaz en un mundo así. De hecho, existe una simbiosis natural (de mercado) entre la actividad con ánimo de lucro y la actividad benéfica.

Conclusión

Las instituciones benéficas y las donaciones voluntarias de donantes son una parte importante del sistema sanitario basado en el mercado. A pesar de la falta de una estructura centralizada, cada vez surgen más instituciones de este tipo con el desarrollo económico. Esto también contribuye positivamente al desarrollo de actitudes éticas adecuadas en la sociedad y demuestra que existe una alternativa real de mercado a los sistemas públicos formalizados y obligatorios, que también puede funcionar eficazmente junto a las soluciones comerciales.

Por eso es tan importante hacer hincapié en este tipo de ayuda, que es la única verdadera forma de asistencia, ya que no se basa en la coacción. Además, —al no estar consagrada por ley—, motiva a los necesitados a ser lo más independientes posible tras recibir la ayuda, por lo que no crea pobreza legal y promueve el desarrollo de las relaciones interpersonales.

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