Pídele a Grok que cree un titular inspirado en Alex Jones sobre la política americana moderna y sería fácil concebir un título similar al de este artículo. Por supuesto, al igual que los productos químicos en el agua convierten a las ranas en homosexuales —o, al menos, afectan significativamente a sus funciones sexuales—, esto daría lugar a otro cuarto en el «tarro de Alex Jones tiene razón».
La inesperada nominación de Zohran Mamdani como candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York ha sido una bendición para los expertos políticos. Para la izquierda, encarna el futuro de la izquierda política americana: un radical carismático con visiones audaces que publica sistemáticamente en las redes sociales contenidos que intentan ofrecer soluciones de izquierdas a los problemas de la «mesa de la cocina». Para la derecha, es un ejemplo perfecto de los verdaderos impulsos socialistas que acechan a su partido contrario y, quizá, un síntoma de alguna agenda islámica profundamente arraigada en América
Aunque es difícil prever el impacto político del mamdanismo, la historia de la familia Mamdani sirve como interesante ejemplo de las consecuencias de la política de inmigración dirigida por el Estado.
Para comprender realmente la historia de los Mamdani, debemos remontarnos a los días de la Guerra Fría. En 1959, un activista de la liberación keniata llamado Tom Mboya organizó con el Instituto Afroamericano un plan para subvencionar el viaje de estudiantes universitarios africanos a los Estados Unidos para su desarrollo intelectual. Aunque al principio los intentos de conseguir financiación directa de Washington se estancaron, Mboya encontró un benefactor esencial en la figura del senador John F. Kennedy, que por aquel entonces se presentaba a las elecciones presidenciales de 1960.
La Fundación Kennedy de su familia dedicó 100.000 dólares al programa, lo que permitió traer a 295 estudiantes africanos a universidades americanas como parte de la tirada inicial del «puente aéreo Kennedy». Para las ambiciones políticas de JFK, la historia juzga que fue una decisión prudente. La estancia de Mboya en América le granjeó la admiración de muchos de los principales líderes de los derechos civiles de la época, como Martin Luther King, Jr. y Harry Belafonte. En 2009, The Nation señaló que Tom Shachtman, historiador de la campaña, atribuye el apoyo de JFK al proyecto a ser «’tan crucial o más’ en las ajustadas victorias de Kennedy en varios estados clave con un importante número de votantes afroamericanos que la llamada telefónica que Kennedy hizo a Coretta Scott King tras la detención de su marido y la posterior llamada que Robert Kennedy hizo al juez del caso».
Uno de los estudiantes que se benefició de este programa fue Mahmood Mamdani, padre de Zohran.
Aunque se podría señalar el puente aéreo Kennedy como una empresa puramente privada, el registro histórico es un poco más complicado. Si bien es cierto que la Fundación Kennedy fue uno de los principales benefactores para que el plan cobrara vida, el Departamento de Estado de Eisenhower se ofreció a igualar la oferta de financiación, lo que se considera un intento de impedir que JFK obtuviera un valioso capital político con los votantes negros.
Pero lo más importante es que la CIA tenía sus propios planes para los estudiantes que viajaran a los Estados Unidos. Con el aumento de la influencia soviética en África, los funcionarios de Washington vieron el potencial para el desarrollo de una élite política rival que pudiera competir con los líderes políticos cuya alianza se dirigía hacia Moscú. En 1967, se reveló que la CIA estaba canalizando dinero a una serie de grupos juveniles internacionales y organizaciones estudiantiles, entre las que se encontraba el Instituto Afroamericano, la misma organización que Mboya utilizó para ayudar a apoyar su programa de puente aéreo. En 2024, la CIA publicó documentos previamente clasificados que revelaban que la organización tenía activos tan profundamente arraigados en el AAI que informaba de las actas completas de las reuniones al Departamento de Estado.
Informada originalmente por el Washington Post, la historiadora Dra. Susan Williams señaló que «la revelación de la CIA fue recogida por la revista radical Ramparts y el Saturday Evening Post, que ampliaron los detalles. Como electricistas que rastrean el cableado subterráneo de complicados circuitos», informó un periodista en 1969, los periodistas profundizaron y «examinaron cientos de registros fiscales de fundaciones y listas de subvenciones. Una y otra vez, para su asombro lograron establecer conexiones entre un laberinto de organizaciones sin ánimo de lucro y un generador oculto. Este generador era, sin lugar a dudas, la CIA».
La red de grupos financiados por la CIA fue en gran parte desmantelada tras las revelaciones públicas, que también sirvieron como una importante victoria de relaciones públicas para la Unión Soviética. A pesar de la reacción de la revelación posterior, la operación tuvo éxito en sus objetivos en muchos aspectos. Los puentes aéreos africanos acabaron llevando a más de 750 estudiantes de África Oriental a los Estados Unidos, como parte de los esfuerzos más amplios organizados por Mboya. Otro ejemplo del éxito de Mboya fue conseguir una beca a través de la Fundación de Estudiantes Afroamericanos para Barack Obama, padre, considerado un protegido de Mboya. Durante su estancia en Hawai, Obama conocería a Ann Duram, cuya carrera profesional incluía, entre otros cargos, su paso por la USAID.
En cuanto a la política africana, Mboya regresaría a Kenia para ver cómo su patria declaraba la independencia del Reino Unido en 1963 y serviría en el gobierno de su nación antes de ser asesinado en 1969 a la edad de 38 años. Otro benefactor, George Saitoti, se convertiría en vicepresidente de Kenia en 1989, entre otros que seguirían distinguidas carreras dentro y fuera de la política.
Aunque es discutible que los resultados de la operación Fundación Kennedy-CIA tuvieran más éxito que otras inversiones realizadas por estas organizaciones, hay un problema ideológico más profundo que se hace evidente. Después de todo, si el objetivo de estos esfuerzos era combatir la propagación de la ideología de la URSS en África, ¿qué dice que los productos de estos programas tuvieran sus propias opiniones socialistas y marxistas? Las opiniones políticas de Zohran Mamandi, por ejemplo, son fáciles de relacionar con las de su padre, Mahmood, profesor marxista de Estudios Postcolonialistas y Africanos de la Universidad de Columbia.
Según el Dr. Mamdani, su primer contacto con la obra de Karl Marx se produjo tras ser interrogado por el FBI a raíz de su detención durante el movimiento por los derechos civiles, pocos años después de su traslado a los Estados Unidos. La influencia marxista en los líderes del movimiento por los derechos civiles llevó al agente del FBI a preguntar a Mahmood si conocía su obra, a lo que éste afirmó que no, por lo que decidió interesarse por la literatura marxista y tomar clases sobre el tema.
Al hacerlo, destacamos dos cuestiones que ilustran el crecimiento del marxismo en los Estados Unidos en el siglo XX, su influencia en el movimiento por los derechos civiles, que se convirtió en una causa de apoyo entre la clase política americana a pesar de la oposición inicial, y el crecimiento de la erudición marxista dentro de las universidades americanas.
Como tales, los intentos de cultivar élites políticas opuestas a Moscú fueron, en el mejor de los casos, fachadas poco profundas cuando se trataba de encontrar soluciones diferentes. Esto no debería sorprender, dado que el propio gobierno de América durante el siglo XX participó activamente en políticas cada vez más socialistas e intervencionistas, a medida que su legado político de laissez-faire se convertía en una posición política cada vez más marginal.
Trágicamente, fueron precisamente los que más desafiaron a la Unión Soviética en el extranjero los que más cómodos se sintieron al abrazar el autoritarismo en casa. En palabras de Bill Buckley, «tenemos que aceptar el Gran Gobierno mientras dure, ya que no se puede librar una guerra ofensiva ni defensiva, dadas nuestras actuales habilidades gubernamentales, excepto a través del instrumento de una burocracia totalitaria dentro de nuestras costas».
No es de extrañar, entonces, que la propia América del siglo XX se convirtiera en una incubadora de élites, y de los hijos de esas élites, que sostienen puntos de vista hostiles a los principios fundacionales de esta nación. El Kennedy Airlift es además un ejemplo de las consecuencias de los planes de inmigración diseñados por Washington con objetivos políticos.