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Enseñando economía básica a alumnos de quinto grado

«¿Pero cuándo vas a empezar con la economía?»

Fue al acabar mi primer día como voluntario para enseñar «economía básica» a un grupo de alumnos de quinto grado [10-11 años]. La profesora parecía perpleja mientras hacía la pregunta.

«Es lo que estoy haciendo», susurré un poco bruscamente para responderle.

Haciendo efectivo su ataque, me explicó rápidamente lo que quería decir: «Ya sabes, con todos los gráficos y las grandes palabras y todo eso».

Me di cuenta de que esta profesara cometía el mismo error (perpetuado por la mayoría de los profesores de economía) de que la economía trata de matemáticas, modelos y extraños territorios en los que a una completa falta de competencia se llama «competencia perfecta» y es posible visualizar (y medir) la felicidad humana usando «curvas de utilidad».

Pero yo no tenía la intención de someter a estos estudiantes a economía de este tipo. Mi objetivo era mucho más ambicioso. Quería demostrarles que la economía deriva del comportamiento humano ordinario en el mundo real que afrontamos cada día. Así que he aquí lo que hicimos.

Mi aproximación era exasperadamente modesta. Simplemente presenté a los estudiantes un concepto económico cada semana.

Lección 1: «Comercio»

La «palabra del día» de la primera semana fue comercio.

Para mostrar el comercio, di a cada alumno un regalo muy pequeño y barato que había comprado en un Dollar General cercano. Distribuí los regalos al azar, luego dije a los alumnos que podía intercambiar sus regalos (si querían) con sus compañeros cercanos. Algunos lo hicieron. Lugo abrí la clase a un comercio sin límites y dije que podían comerciar con cualquiera en toda el aula. Comerciaron muchos más. Cuando acabaron, pregunté cuántos comerciaron porque pensaron que mejorarían. Todos dijeron que lo habían hecho.

Una vez se tranquilizaron, hablamos del concepto del comercio en general. Me impresionó lo bien que ya habían entendido este concepto; parecería entender con claridad que el intercambio implica dar algo que valoras menos por algo que valoras más y encontrar otro con valores distintos. Para asegurarme acabé el día quitando los regalos a dos alumnos y obligando a un intercambio cuando no se había producido.  Uno de los alumnos estaba contento con el intercambio, el otro no. Esto nos permitió discutir la idea de un comercio «justo», que yo definí como un comercio en el que ambas partes toman parte voluntariamente. De nuevo me impresionó lo fácil que parecían entender esta idea mientras devolvía las cosas que había arrebatado para mi comercio «forzoso».1

Lección 2: «Dinero»

La segunda semana, nuestro concepto económico era el dinero, algo que conocían bien todos los alumnos, aunque tuvieran una comprensión borrosa del mismo. Para mostrar la naturaleza del dinero escribí una pequeña obra y di a los alumnos distintos papeles. (No hubo escasez de voluntarios).

La obra era la historia, familiar para los estudiantes de la economía de la Escuela Austriaca, de un veterano criador de gallinas que tenía muchos huevos, pero quería unos zapatos. Por desgracia, al zapatero de su pueblo no le gustaban los huevos, pero a menudo quería trigo. Por suerte había cerca un cultivador de trigo que quería huevos y estaba dispuesto a intercambiarlos por trigo, cosa que hizo. Esto daba al criador de gallinas un suministro de trigo que no quiere consumir, sino emplearlo como un «medio de intercambio» que le permitía obtener zapatos. En otras palabras, utilizaba el trigo como una forma de dinero.

Por supuesto, la obra estaba adornada con algún (intento de) humor y personajes tontos, pero era básicamente bastante sencilla y los alumnos parecieron entender bien su significado.

Luego hablamos de lo que hace a algunos bienes más apropiados que otros como dinero. Por ejemplo, el trigo es mejor que los huevos o el pescado porque dura más y es más fácil de dividir en unidades de igual calidad. Luego discutimos cosas aún más apropiadas como dinero, como el oro o la plata.

Hasta aquí llegamos, pero al acabar la hora, estaba al menos satisfecho de que mis alumnos tuvieran una comprensión básica de la naturaleza y origen del «dinero», algo de lo que seguramente ninguno había oído hablar antes y quizá no vuelvan a oír de nuevo.2

Lección 3: «Ahorros»

En la tercera semana de mi clase, el concepto económico del día fueron los ahorros. En la actividad de este día, dividimos la clase en dos «pueblos», uno constituido por gente que «vive al día» (creyendo, como Keynes, que, a largo plazo, estamos todos muertos) y el otro constituido por ahorradores. Todos los días, los niños en ambos pueblos van a pescar con sus manos desnudas y capturan dos peces cada uno. En el primer pueblo, cada persona comería ambos peces en una gran fiesta. En el segundo pueblo, cada alumno solo comería un pez y pondría el segundo en un pequeño estanque en su pueblo. Pronto un vecino inteligente tendría la idea de una red para ayudar a capturar peces. El problema era que la red tomaría mucho tiempo y trabajo. Como harían falta varios días, solo los niños en el pueblo de los ahorradores tenían los recursos disponibles para abandonar la pesca diaria para dedicar tiempo a fabricar una red. Una vez tuvieron su red, hacían falta menos «ahorradores» para capturar peces, liberando a otros vecinos para fabricar arcos y flechas, cabañas y otras cosas. La «calidad de vida» en el pueblo de los ahorradores parecía despegar geométricamente mientras la vida en el otro pueblo permanecía igual.

Curiosamente, aunque al principio muchos estudiantes habían dicho que preferirían vivir en el pueblo de la fiesta, al acabar la clase la mayoría dijo que preferiría vivir en el de los ahorradores. Acabamos la clase hablando del papel delos ahorros en permitir a la gente hacer cosas dirigidas a mejor sus vidas: cosas que también requieren tiempo, como ir a la escuela o cambiar de trabajo.

Lección 4: «Competencia»

Durante la cuarta semana de clase, la palabra del día fue competencia y jugamos a un juego que llamo «el juego de la gasolinera». Varios alumnos interpretaron el papel de viajeros y, al principio, un estudiante hace de propietario de una gasolinera. En la primera ronda del juego, los viajeros van de un lado de la clase al otro, pero necesitan gasolina para hacer todo el viaje. Permito al propietario de la gasolinera comprar un suministro de gasolina y luego venderlo al precio que quiera. Los viajeros son libres de compartir coche si quieren, pero en todo caso deben comprar algo de gasolina. Durante la primera ronda, la propietaria de la gasolinera vendía su gasolina a $2 el galón, dándole un estupendo beneficio de $1 por galón vendido. En la segunda ronda, permití a un voluntario de la clase a abrir una segunda gasolinera y cobrar el precio que quisiera. Esto se repitió una tercera vez hasta que tres gasolineras en competencia se disputaban los dólares de los viajeros y la gasolina se vendía por una media de $1 por galón (un estudiante estaba vendiendo con pérdidas). Cuando se acabó el juego hablamos de lo que había ocurrido con el precio de la gasolina cuando hubo competencia e incluso discutimos lo distintas que habrían sido las cosas si las «reglas del juego» hubieran impedido que aparecieran nuevos competidores.

Lección 5: «Precio»

En nuestra última reunión, hablamos un poco sobre carreras profesionales. Hice que los niños hicieran un test sobre carreras y luego discutimos los trabajos que podrían querer tener algún día. Luego cambiamos completamente de tema y discutimos el concepto económico del precio.

Para explicar los «precios» hicimos una subasta. De nuevo traje pequeños regalos a la clase y di a los niños un supuesto dinero (a cambio de puntos que habían ganado de las actividades de las semanas anteriores). Algunos niños tenían mucho dinero, otros tenían menos. Aun así, cada objeto se subastó al mejor postor. Las cosas que tenían varios postores se vendieron a precios más altos que las cosas con pocos postores, estableciendo un papel para la «demanda» y cuando quedaban solo una o dos unidades de una cosa especialmente atractiva, como un chicle, su precio tendía a dispararse, demostrando que la cantidad física de un bien importa a la vista de la demanda humana impuesta sobre esa cantidad.

Después de esta estimulante experiencia, discutimos cómo lo que acabábamos de aprender sobre los precios de los bienes podría aplicarse a los salarios para las distintas carreras que habíamos discutido al principio de la hora. Descubrimos que las mismas reglas que establecían los precios para los bienes en la subasta establecerían también los salarios para los distintos trabajos.

La demanda de un servicio laboral (actuando sobre la oferta disponible de personas que puedan llevar a cabo ese servicio) establecerá el «salario» para ese servicio. Así que descubrimos que oferta y demanda podrían explicar tanto el precio de los bienes como el precio s los factores humanos que proporcionan aquellos bienes.

Conclusión

Mi objetivo con estos chicos de quinto grado no era solo enseñarles los principios básicos de la ciencia económica, sino vacunarlos contra futuros intentos de enseñarles mala economía. Al demostrarles que el comercio, el dinero, el ahorro, la competencia y los precios tienen orígenes y propósitos inequívocamente humanos, esperaba ayudarles a tener un mejor juicio ante la «economía» a la que estarán expuestos algún día.

En realidad, puede verse fácilmente que los conceptos que explicamos se relacionen bastante directamente con otros conceptos económicos; por ejemplo, el comercio se relaciona con los costes de oportunidad, así como con las pérdidas y ganancias; el dinero facilita el comercio, así como el cálculo económico, el ahorro está relacionado con la inversión, el capital y la producción, mientras que competencia y precios se relacionan con demanda, oferta y escasez relativa.

La fuerza que anima constantemente toda acción humana, y la creatividad que desata, no pueden capturarse en modelos predictivos o en fórmulas matemáticas. Es precisamente este hecho el que impide emplear los métodos de las ciencias sociales para resolver problemas de acción humana.3

La profesora de quinto grado puede haber tenido problemas con su comprensión de la ciencia económica, pero, por suerte, sus alumnos no los tendrán.

  • 1Según algunos economistas, podríamos haber determinado lo apropiado de este “comercio” restando la pérdida de utilidad de los estudiantes descontentos del aumento en utilidad de los estudiantes contentos. Si llegáramos a un número positivo, debería permitirse que se mantuviera el comercio forzoso.
  • 2La economía ortodoxa trata al dinero como “almacén de valor” y algo cuya cantidad puede manipularse por parte de las autoridades monetarias para mantener tipos “apropiados” de interés, pleno empleo, confianza del consumidor, etc.
  • 3Ludwig von Mises, Theory and History [Teoría e historia] (Ludwig von Mises Institute: Auburn, Alabama 1985 [1957]) p. 306.
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