Friday Philosophy

A Veatch lo suyo

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[Derechos humanos: ¿Realidad o fantasía? de Henry B. Veatch (LSU Press, 185; xi + 258 pp)].

La semana pasada critiqué el aristotelismo tomista profesado por Alasdair MacIntyre, del que afirmé que era un marxismo apenas disfrazado. En la columna de esta semana, me gustaría hablar de un filósofo que desgraciadamente no adquirió tanta atención como MacIntyre. Henry Veatch trabajaba dentro de la tradición aristotélica, como MacIntyre pretendía hacer, pero él era el verdadero artículo. En el artículo de esta semana, voy a exponer un interesante argumento que Veatch avanza en apoyo de los derechos naturales. El argumento puede tomarse en una dirección libertaria, aunque el propio Veatch se mantuvo alejado del libertarismo pleno.

Para entender este argumento, primero debemos comprender su explicación de la base de la moralidad. El argumento es el siguiente: un sistema ético debe ofrecer una respuesta convincente a la pregunta «¿Por qué ser moral?». Las respuestas a esta pregunta deben cumplir dos requisitos, pero los requisitos parecen difíciles de cumplir al mismo tiempo. Sólo la ética aristotélica puede hacerlo.

Para Veatch, la motivación moral es crucial. Dice,

Cuando se trata de justificar algo como «deberes» morales, derechos, deberes, etc., los teleólogos, o partidarios de una ética del deseo, parecen aventajar a los deontólogos. Porque, ¿no es cierto que con respecto a todos y cada uno de los juicios morales de cualquier tipo... no es siempre y en principio pertinente la pregunta «¿Por qué?... En otras palabras, en una ética de los deseos, los «deberes» y las obligaciones se consideran siempre y en principio relativos y condicionados a cuáles sean nuestros deseos, fines y propósitos humanos.

Los deontólogos que se oponen a la ética del deseo también tienen razón. «No hay ninguna conexión necesaria o racional discernible, ya sea de hecho o en lógica, entre que me guste hacer algo o lo disfrute y que sea algo que deba hacer».

¿Cómo salir de este atolladero? ¿Cómo conseguir algo que sea a la vez un deseo y algo más que un mero deseo? Aquí llegamos a un principio clave de la filosofía de Veatch. La ética no es una ciencia autónoma, sino que debe fundamentarse en la metafísica; además, el ser humano tiene la capacidad de percibir directamente la realidad y, abstrayéndose de ella, conocer su naturaleza. Tal indagación abstractiva —y en esto Veatch sigue a Aristóteles y Tomás de Aquino— revela que el mundo está formado por sustancias, cada una con su propia naturaleza, y los seres humanos no son una excepción. En la visión aristotélica y tomista, resume Veatch, el bien de una sustancia es «el propio fin o perfección de esa cosa. Pues, ¿de qué otro modo podemos entender el «bien» o bonum, sino como el bien de algo? Y qué es el bien de una cosa sino su ser pleno, o su cumplimiento o perfección, hacia lo cual está ordenada por naturaleza o su propia naturaleza» (énfasis en el original).

¿Cuál es, desde esta perspectiva, el bien de un ser humano? Veatch dice que el bien de cada individuo es su propio florecimiento como ser racional:

Así es: el fin natural o telos de un ser humano sólo se alcanza en la medida en que se vive y funciona de una determinada manera. Pero, ¿cuál es ese modo?... la actividad característica del hombre debe consistir en el ejercicio práctico o uso de la razón. Es decir, la actividad distintiva de un ser humano debe consistir no sólo en vivir, sino en vivir inteligentemente —en guiarse en su conducta cotidiana por el conocimiento de lo que debe o debería hacerse en cada caso concreto.

Pero, ¿cómo pueden derivarse los derechos de este marco? La respuesta de Veatch utiliza su premisa clave de que la búsqueda de una vida floreciente es tanto un deseo como un deber. Si uno tiene el deber de buscar una vida floreciente, los demás tienen la obligación de no interferir en ella:

En el momento en que mi propio libro se preparaba para la imprenta, encontré por casualidad un artículo muy significativo de Gilbert Harman…. Allí, para mi asombro, leí la siguiente afirmación: «[Hay] un argumento que a veces he oído que dice más o menos así: ‘Debo desarrollar mi propio potencial de florecimiento. Por lo tanto, los demás no deben impedir que desarrolle mi potencial. Por tanto, tengo derecho a que no se me impida desarrollar mi potencial». Así que, por el principio de universalidad, todo el mundo tiene ese derecho... Qué es esto, sino una declaración en forma resumida del mismo argumento que intenté desarrollar en el texto de cómo los derechos humanos individuales deben justificarse en términos de lo que llamé, quizás de forma poco acertada, nuestros deberes para con nosotros mismos —es decir, los deberes que todos tenemos de perfeccionarnos como personas humanas.

Además, estos derechos son en su mayor parte negativos y no positivos. Puesto que cada persona debe perseguir su propio florecimiento, tus derechos implican que los demás te dejen en paz. No implican que otras personas te proporcionen bienes y servicios: entonces estarían asumiendo una tarea que es tuya. Además, otras personas no pueden interferir contigo, aunque hagas cosas que no son buenas para ti. Si, por ejemplo, consumir drogas no es una buena forma de llevar una vida floreciente, son tus propias decisiones las que tienes derecho a no seguir. De lo contrario, los demás estarían viviendo tu vida por ti.

Tanto si aceptas este argumento como si no, creo que estarás de acuerdo en que merece tu atención.tion.

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Image Source: Mises Institute
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