Lectures in Austrian Economics, Volume 1 por Jesús Huerta de Soto. (Palgrave Macmillan 2024)
Jesús Huerta de Soto es uno de los grandes maestros de la economía austriaca y un maestro también. Los vídeos de sus enormemente populares conferencias sobre economía austriaca en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid han sido vistos por cientos de miles de personas; y los angloparlantes tienen la suerte de que una transcripción editada de algunas de estas conferencias esté ahora disponible en el libro. Es para mí una grata tarea reseñarlas. Las conferencias transmiten vívidamente el gran interés de Huerta de Soto por la etimología y también su delicioso sentido del humor, aunque anticipo que algunos de sus chistes ofenderán a la gente «DEI» y eso es mejor, pero en la columna de esta semana me gustaría concentrarme en sus esclarecedores puntos de vista filosóficos y su relevancia para la economía.
El tema dominante en las conferencias es la creatividad del emprendedor, entendiendo por emprendedor todas las acciones, así como la actividad que realizan las personas con nuevas ideas para ganar dinero en los negocios. En todas nuestras acciones especulamos sobre un futuro incierto.
El tiempo, tal y como lo entiende la física, no es tiempo real, sino una serie de acontecimientos que nunca cambian de orden. Escribe,
En economía, el concepto de tiempo es un concepto subjetivo. ¿Qué significa esto? Significa que el tiempo, tal y como nos referimos a él, es el tiempo tal y como el sujeto lo siente y lo experimenta en el contexto de cada acción. Llamaremos a esto la visión subjetivista del tiempo (Kairos en griego antiguo) en el sentido de que el sujeto siente el paso del tiempo precisamente porque actúa y cumple etapas.
A esto hay que contraponer el tiempo objetivo, que no es más que el movimiento a lo largo de una línea:
En el mundo de la física, el tiempo es una dimensión, la cuarta dimensión, que no es más que una analogía del movimiento. Imaginemos que estamos en el Polo Norte a partir del equinoccio de primavera. Pues bien, en el Polo Norte se puede ver el sol, y el sol se mueve... después de una hora... otra hora... como si estuviera marcando las horas en la esfera de un enorme reloj. El sol vuelve a donde estaba antes. La cuarta dimensión del tiempo, la que estudió Einstein.
Aunque se trata de aguas turbulentas en las que entro con reticencia, me temo que de Soto ha asumido una premisa que no tiene por qué ser aceptada. Del hecho de que los acontecimientos del tiempo cronológico, la «cuarta dimensión», se produzcan en un orden fijo no se sigue que estos acontecimientos se repitan continuamente en el mismo orden, de modo que no se pueda hablar genuinamente de «antes» y «después». No es una consecuencia de la Teoría General de la Relatividad de Einstein que los acontecimientos físicos se repitan de este modo, aunque de hecho existe un modelo de la teoría ideado por Kurt Gödel que Einstein rechazó, aunque le intrigaba mucho, en el que esto es cierto. Pero esto es por el camino.
Volvamos a la acción humana. Aquí, sostiene de Soto, el ser humano es radicalmente libre en el sentido de que lo que ocurrirá en el futuro aún no existe y está en parte determinado por lo que decidamos hacer:
En el ámbito de la economía y de la acción, los seres humanos afrontan el futuro con una incertidumbre (no riesgo) permanente e inerradicable. ¿Por qué? Porque lo que ocurra mañana dependerá de nuestro comportamiento como empresarios. Dependerá de las ideas, o del conocimiento, o de la imaginación de todos y cada uno de nosotros, millones de seres humanos, y de lo que seamos capaces de descubrir, crear y completar.
Es una opinión que me parece muy plausible, y es un punto vital que, cuando actuamos, nos consideremos libres en este sentido radical. Pero no se sigue estrictamente que si el futuro no existe ahora, es decir, si la posición que los filósofos llaman «presentismo», es cierta, entonces los acontecimientos futuros son indeterminados. Tal vez anticipándose a este movimiento, de Soto tiene un argumento según el cual la afirmación de que el determinismo es verdadero es autocontradictoria; pero no voy a examinar este argumento aquí.
Lo que es importante para nuestros propósitos es que la incertidumbre radical del futuro permite a de Soto descartar de plano gran parte de la economía neoclásica que a menudo se utiliza para justificar la interferencia con el libre mercado. Por ejemplo, habla de «la contradicción en la que caen la inmensa mayoría de mis colegas, que son economistas matemáticos. Y esto es casi una broma. Desarrollan modelos matemáticos de equilibrio (que incluso llaman modelos estocásticos dinámicos de equilibrio general) en los que el mundo, de hecho, no cambia. Y luego intentan probar esos modelos en el mundo real, que está en un estado permanente de desequilibrio. Es una auténtica barbaridad».
La competencia perfecta también debe descartarse por estática:
Así pues, vemos que hay dos conceptos alternativos y opuestos de la competencia: la competencia como proceso dinámico de rivalidad, que es el concepto correcto de competencia, y también la burla erróneamente denominada «competencia perfecta», en la que todo el mundo hace lo mismo y, por tanto, nadie compite.... La insistencia en aplicar la metodología equivocada, la de las ciencias naturales, donde existe la constancia (y no el tiempo ni la creatividad), al ámbito de las ciencias sociales, donde el ser humano es el protagonista, se manifiesta en un rosario de errores, pero quizá el mayor de ellos haya sido el endiosamiento de una idea tan absurda como el concepto estático de competencia perfecta.
De Soto arrasa con la noción de comprobación empírica en economía. Las leyes económicas son ciertas ceteris paribus (otras cosas iguales), pero es imposible probar empíricamente las leyes ceteris paribus. «En el mundo real, ningún científico ha sido nunca capaz de observar nada ceteris paribus, siendo iguales las demás cosas, ni ningún científico puede hacerlo ahora, ni podrá hacerlo nunca en el futuro». Suponer lo contrario requiere especializar el tiempo como si el mundo fuera estático y no dinámico.
De Soto merece nuestra gratitud por mostrar de forma tan llamativa y dinámica la relevancia de la filosofía para la economía.