Mises Wire

Ahora, más que nunca, estamos en aguas desconocidas en lo que se refiere a bancos centrales y política monetaria. El economista Brendan Brown echa un vistazo a dónde estamos y lo que el futuro podría deparar a la carrera de los bancos centrales hacia el fondo.

La mayoría de los regímenes del mundo destruyeron con entusiasmo sus economías y enviaron a millones de personas a la indigencia (y a una creciente marea de problemas de salud resultantes) en pos de una teoría de moda y no probada. Todavía no hay pruebas de que los confinamientos funcionarán.

Décadas de política keynesiana han paralizado la economía japonesa. Sólo un giro hacia el libre mercado ofrece una salida real.

Los bancos centrales han decidido que una de sus principales misiones es prevenir la deflación. Pero esto sólo termina causando las malinversiones que conducen a la quiebra económica.

Algunos afirman que «los ricos» estarán bien, o incluso mejor, después de que el pánico de COVID destruya la economía para la mayoría de nosotros. Pero hay un problema: los ricos dependen en gran medida de una economía alimentada por la producción y el consumo de todos los trabajadores y empresarios.

La diferencia entre la economía moderna y el pensamiento económico adecuado radica en dar el paso que viene después de llegar a lo que «no se ha visto», a lo que «no se ha realizado».

Cortar las extremidades de los soldados era la técnica favorita de los cirujanos de la Guerra Civil, en gran parte porque los médicos querían evitar la culpa de los posteriores casos de gangrena. Así que los médicos se equivocaron en el lado «seguro». Muchos pacientes pueden haber estado en desacuerdo.

Paul Krugman afirma que reabrir la economía y permitir que la gente vaya a trabajar es casi seguro que causará una depresión.

El pánico por el virus COVID-19 ha llevado al cierre de muchas escuelas y a nuevas incursiones en la educación fuera del sistema escolar del gobierno. Muchos se darán cuenta de que no necesitan las escuelas del Estado en absoluto.

Vivimos en una época en la que los políticos deciden lo que es «esencial» y lo que no. Es un grave abuso de poder y de sentido común.