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Jeff Sessions se equivoca: Nada está “resuelto”

Mises Wire Jeff Deist

¿Pueden disolverse disposiciones políticas pacíficamente? ¿Legalmente? ¿En las urnas? ¿Por referéndum? ¿O por cualquier otro mecanismo que no sea la violencia o la guerra civil?

Según el fiscal general,cal general, Jeff Sessions, la respuesta a estas preguntas es no. Hablando en California el 7 de marzo sobre el tema de la inmigración y las ciudades santuario, hizo esta notable declaración que consigue acabar con todo el concepto de federalismo en solo una pocas y breves frases:

No hay anulación. No hay secesión. La ley federal es la ley suprema en el país. Invitaría a cualquier incrédulo a ir a Gettysburg o a las tumbas de John C. Calhoun y Abraham Lincoln. Eso está resuelto.

Para Sessions las políticas son eternas. Están grabadas en piedra. La Constitución de EEUU creaba un estado federal permanente y supremo, una visión totalmente contraria a la de un documento mucho mejor, la Declaración de Independencia. Los 50 estados existen como poco menos que condados federales glorificados, capaces de ejercer su jurisdicción solo en aquellas áreas no tratadas por la superior ley federal.

Y la mala táctica de negación al anunciar un supuesto precedente legal como “resuelto” se contesta sencillamente señalando lo irresuelto que está realmente el público estadounidense en asuntos que van de las armas de fuego a la inmigración, el aborto o Trump.

La jurisprudencia constitucional, por muy mala que sea, no está resuelta. Está en un estado de cambio constante. Igual que la historia. ¿No era el gobierno colonial inglés el “derecho resuelto” en 1700?

Ojalá pudiéramos llegar a “libertades resultas”.

Ludwig von Mises, al contrario que el fiscal general Sessions, fue un defensor vigoroso y decidido de la autodeterminación. Al haber sido testigo directo del colapso del extenso Imperio Austriaco, Mises fue un orgulloso vienés en sus actitudes después de la Gran Guerra.

En su clásico Liberalismo, escrito en la década de 1920, Mises ofrece uno de los pasajes políticos más importantes sobre autonomía humana en solo tres cortas páginas subtituladas “El derecho de autodeterminación”:

El derecho de autodeterminación con respecto a la cuestión de la membresía en un estado significa por tanto que siempre que los habitantes de un territorio concreto, sea una sola villa, todo un distrito o una serie de distrito adyacentes, haga saber, por medio de un plebiscito realizado libremente, que ya no quieren permanecer unidos al estado al que pertenecen en ese momento, sino que más bien desean formar un estado independiente o incorporarse algún otro estado, sus deseos han de respetarse y cumplirse.

Llamar a este derecho de autodeterminación el “derecho de autodeterminación de las naciones” es entenderlo mal. No es el derecho de autodeterminación de una unidad nacional delimitada, sino el derecho de los habitantes de cada territorio a decidir sobre a qué estado desean pertenecer. Esta incomprensión es aún más grave cuando la expresión “autodeterminación de las naciones” se hace que signifique que un estado nacional tenga el derecho a la secesión y la incorporación contra la voluntad de los habitantes de parte de la nación que pertenece al territorio de otro estado.

En opinión de Mises, la autodeterminación era un principio fundamental del liberalismo. Mises se centraba en los derechos de las personas, mientras que Jeff Sessions se centra en el poder del estado. Estos dos puntos de vista son incompatibles, por supuesto, pero igual que en los tiempos de Mises siguen siendo la cuestión política fundamental. ¿Gobiernan las personas y la sociedad civil o el estado es soberano? ¿Organizamos la sociedad en torno a medios económicos o a medios políticos?

Quiero dejar claro que conservadores y progresistas son en este caso igualmente culpables. Ambos merecen a Sessions como aplicador de un gobierno federal ilícito y desbocado (lo siento, progresistas, no vais a redescubrir los derechos de los estados solo porque odiéis la postura de Trump sobre la inmigración). En lo que se refiere al asunto del federalismo, la secesión y la anulación, órganos como Salon y National Review unifican posturas. Aludir a la Guerra de Secesión y nada menos que a las enmiendas Novena y Décima y a Ben Shapiro o Jonah Goldberg suena mucho como Joan Walsh o David Corn. Y todos suenan como Sessions. La visión de la historia y la Constitución de EEUU propia de un parvulario hace que todos se sientan cómodos con un estado central dominante que no tolere ningún grado de incumplimiento estatal o local.

Como yo mismo decía en una entrevista con Bob Murphy, del Lara-Murphy Report:

¡Ah, sí!, la secesión: el hombre del saco de derecha e izquierda. Escuché últimamente a Victor Davis Hanson, un conservador de la Hoover Institution y National Review, referirse al Calexit [algo similar al Brexit para California abandonando la Unión] como una idea “neoconfederal”. Hanson es un tipo brillante, un intelectual formidable y definitivamente no es un radical partidista. Así que cuando alguien de su talla se equivoca tanto y rechaza el problema, sabes que tenemos de verdad un problema. Es la vieja idea incurable de que la Guerra de Secesión de alguna manera decidió algo. Añade un par de sentencias engañosas del Tribunal Supremo y por desgracia has puesto cemento en las mentes de la mayoría de los estadounidenses. Una pena, porque romper y pasar por un divorcio por supuesto doloroso podría ser mucho más humano a largo plazo que obligar a todos a seguir casados con un cónyuge abusador en Washington. Atribuyámoslo al Destino Manifiesto y a la mentalidad de que EEUU S.A. solo puede expandirse, nunca contraerse, porque hay algo profundo en la psique estadounidense que no dejará que se vaya un ni solo estado.

El Brexit, Cataluña y el movimiento de independencia escocés son solo la punta del iceberg. Al ir languideciendo los gobiernos cargados de deuda, sus monedas y sus promesas de derechos a lo largo de las próximas décadas, deberíamos esperar más alejamientos de grandes estados centralizados. Todos los demás aspectos de la vida se van descentralizando. ¿Por qué deberían escapar los gobiernos a la tendencia predominante de nuestros tiempos?

El globalismo político y la gobernanza supranacional, bajo los auspicios de organizaciones como la ONU, el FMI, el Banco Mundial, la OTAN, declinarán rápidamente como tendencias geopolíticas. Los movimientos de independencia, total o parcial (mediante anulación, subsidiariedad o localismo) son el feliz futuro.

Políticas más pequeñas, marcadas por regiones autogobernadas con vagos tratados que proporcionen una defensa y zonas de comercio compartidas reemplazarán a los gobiernos nacionales esclerotizados. Los países más grandes, con decenas de millones de habitantes cultural, económica y socialmente distintos, se convertirán en inmanejables e ingobernables.

Jeff Sessions se equivoca: nada está resuelto. Los libertarios deberían aclamarlo.

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