El medio ambiente

Muchos han afirmado que debemos esforzarnos por no despilfarrar los recursos y dejar algo para las lejanas generaciones futuras. Eso está bien en abstracto, pero pronto aprendemos que no podemos predecir las necesidades futuras, y tampoco podemos ignorar los beneficios del desarrollo económico en el aquí y ahora.

El Hot Talk, Cold Science de Singer es en gran parte una investigación científica escéptica sobre las tesis populares sobre el calentamiento global. Pero hay un área de esto que él entiende que no es científica: la cuestión política de qué hacer, si es que hay algo, con los problemas climáticos.

La «ciencia» climática ahora a menudo equivale a poco más que una proclamación engreída de una personalidad de la televisión y una demanda de que todos voten por Joe Biden.

«La carrera hacia cero [emisiones de carbono] tendría que ser coordinada a través de medidas de control—racionando, reasignando, requisando, sancionando, ordenando» y mucho más.

El Foro Económico Mundial y sus instituciones conexas, en combinación con un puñado de gobiernos y unas pocas empresas de alta tecnología, quieren llevar al mundo a una nueva era sin propiedad ni privacidad.

El mantra del día del juicio final de los activistas climáticos está guiado por el antihumanismo y el deseo de control. Esta visión del mundo es un grave peligro para el florecimiento humano.

Aunque muchos banqueros centrales han afirmado que los bancos centrales son fundamentales para introducir una economía más verde, una mirada más atenta sugiere lo contrario.

La noción popular de que los pueblos indígenas que residen en un orden precapitalista son particularmente hábiles en el manejo de los recursos de la tierra es un mito.

Como escribió H. L. Mencken, «Para cada problema complejo hay una respuesta clara, simple y equivocada». El acuerdo ecológico de la UE es el último ejemplo.

Aunque la legislación introducida en el Congreso de Estados Unidos sigue siendo ficción bajo un ejecutivo y un senado Republicanos, la iniciativa de Bruselas se convertirá en ley a menos que haya una oposición considerable por parte de los Estados miembros de la UE.