El medio ambiente

Brasil, y su prolongada falta de respeto por los derechos de propiedad, nos ha mostrado cómo no administrar las tierras forestales. Los llamamientos actuales para que el Estado solucione los incendios forestales no hacen nada para ofrecer soluciones reales.

Todo el episodio muestra la locura de las soluciones políticas de arriba hacia abajo a los desafíos sociales.

Las propuestas para prohibir los plásticos de un solo uso es otro triunfo del simbolismo sobre la sustancia. Desafortunadamente, aunque los beneficios son en gran medida ilusorios, los costos son bastante reales.

La gente utiliza el mercado para ofrecer lo que otros necesitan y quieren. El ambientalismo, por otro lado, se construye en torno a la negación de las necesidades humanas.

Las proyecciones más alarmantes de los daños causados por el cambio climático se basan en supuestos ingenuos sobre la adaptabilidad humana.

Al no haber demostrado que el capitalismo empobrece a la gente, los socialistas han inventado una nueva víctima de la prosperidad material: el medio ambiente. Pero este último giro es el más perturbador de todos en su odio instintivo hacia los seres humanos y la vida humana.

La oferta, la demanda y los precios afectan el uso humano de los recursos naturales de tal manera que se economizan y preservan los recursos más escasos y valiosos. El efecto práctico es que los recursos valiosos nunca se agotan realmente.

Tomando prestada una línea de Al Gore, esto me parece un «esquema arriesgado».

El marco retórico del «cambio climático» está muy alejado de la investigación subyacente. Y los costes reales de «hacer algo» rara vez se tienen en cuenta.

Los activistas del medio ambiente admiten que el Acuerdo de París no fue una «solución» al cambio climático, sino que deberían estar agradeciendo a Trump por haberlo abandonado.