El Estado policial

El poder del FBI y la legitimidad federal son mucho más tenues de lo que reconoce Washington. Más allá de las grandes ciudades del país, la autoridad federal depende en gran medida del consentimiento de los ciudadanos locales.

No fueron el «fascismo» o «Rusia» los que normalizaron los confinamientos, los mandatos y los beneficios masivos de los compinches políticamente conectados en Occidente —fueron los supuestos defensores de la «democracia liberal».

Un gran problema al que siempre debe enfrentarse una fuerza policial gubernamental es: ¿Qué leyes hay que hacer cumplir realmente? Los departamentos de policía se enfrentan teóricamente al mandato absoluto de «hacer cumplir todas las leyes», pero en la práctica la escasez significa que sólo se hacen cumplir algunas leyes. ¿Cuáles?

Aunque el sistema es intrínsecamente explotador, permite cierto margen de maniobra a la hora de determinar qué personas concretas serán los explotadores y cuáles los explotados.

Colocar miles de tropas en las calles de la capital de la nación podría ser una bomba de relojería. Cuanto más tiempo esté desplegada la Guardia Nacional en Washington, mayor será el riesgo de que se produzca una catástrofe del calibre de Kent State.

Esta normativa tiene un mensaje claro: «No sabes lo que es bueno para ti, así que debes ser obligado a hacer lo que el gobierno cree que es bueno para ti».

Con los disturbios del Capitolio, Biden tiene su 11 de septiembre. Ahora vienen las agresiones legales contra los estadounidenses.

En una sociedad libre, los ciudadanos pacíficos merecen el beneficio legal de la duda. En una época en la que los agentes del gobierno se han inmiscuido sin cesar en la tierra de la gente y en sus correos electrónicos, los ciudadanos no deben ser azotados por transgredir fronteras federales desconocidas o no marcadas.

Las reformas policiales están facilitando el control de las actividades de la policía, e incluso la responsabilidad personal de los agentes cuando son declarados culpables de abuso de poder. Pero a algunos oficiales no les gusta eso en absoluto.

Para que el debate político se incline a favor del Estado, sólo hace falta una crisis, real o imaginaria. Las masas abandonarán entonces cualquier resistencia que hayan tenido a las últimas intervenciones del Estado.