Descentralización y secesión

Todas las entidades políticas llegan a su fin tarde o temprano. La fantasiosa posición de que América-durará-para-siempre es algo que sólo debería parecer plausible a los niños pequeños o a los irremediablemente ingenuos.

¿Es esta tendencia a la secesión suave necesariamente iliberal? ¿La posibilidad de crear más estados o subdivisiones políticas, aunque sean más pequeñas y menos escleróticas, nos aleja de un modelo idealizado de comunidad privada hoppeana?

Millones de americanos no tienen ningún concepto de la economía, y simplemente no creen que las compensaciones existan.

La descentralización política en los tiempos modernos ha demostrado ser el freno intelectual más potente al crecimiento del Leviatán. La Constitución no es suficiente.

A menudo, cuando se invoca la posición de «aplastar al Estado» —especialmente entre quienes están menos familiarizados con el Estado como institución— una investigación más profunda suele revelar una peligrosa falta de precisión sobre lo que es exactamente el Estado.

Jörg Guido Hülsmann examina la economía de la guerra de guerrillas y cómo los movimientos secesionistas pueden tener éxito contra un Estado más grande.

El actual gobierno de Trudeau ha seguido tensando las relaciones económicas con las provincias occidentales. Y los duros cierres del gobierno han aumentado la polarización en la política canadiense.

Para el libertario, el camino a seguir no es unirse a los combates de boxeo político izquierda-derecha, sino la secesión. El éxito del libertarismo es la independencia de la influencia del Estado.

El estado de Missouri ha aprobado una nueva ley que obliga a los funcionarios estatales y locales a no colaborar en la aplicación de las leyes federales sobre armas. La estrategia ya ha demostrado su eficacia en los estados que se niegan a aplicar las leyes federales sobre la marihuana.

Facultar a las legislaturas estatales —o peor aún, al gobierno federal— para abolir las regulaciones locales sería un grave error.