Power & Market

La desigualdad consagrada

El nuevo libro del sociólogo Mike Savage, The Return of Inequalilty, es el último de una larga serie de intentos infructuosos de demonizar y eliminar la desigualdad. James R. Rogers ofrece un interesante y útil análisis del mismo en su reseña, «Is Inequality a Problem?» en el sitio web Law and Liberty. Pero lo que más me llamó la atención fue la imagen mostrada para la historia, que muestra una pancarta que dice «El capitalismo prospera con la desigualdad», seguida de cinco signos de exclamación.

La «teoría» de la pancarta resume bastante bien la línea de pensamiento que se promueve: El capitalismo provoca la desigualdad, que nos perjudica, y ese resultado que podría evitarse sustituyendo algún otro sistema. Sin embargo, eso representa una distorsión seria más que un diagnóstico serio. Todos somos diferentes (lo que prácticamente todo el mundo parece aceptar, hasta que se demoniza como desigualdad). Ningún sistema evita esa verdad universal. Además, el capitalismo (prefiero «un sistema de acuerdos voluntarios basado en la propiedad privada») es el medio más eficaz jamás descubierto para convertir el hecho de nuestras diferencias en ganancias para toda la sociedad.

De hecho, una de las mejores refutaciones del libro de Savage es anterior a éste en décadas. Viene en «Inequality Enshrined» de Leonard Read, capítulo 14 de su libro de 1974 Having My Way. En pocas palabras, Read argumenta que algunas formas de igualdad son inconsistentes con otras más importantes, como cuando la igualdad de resultados racionaliza el trato desigual, en lugar del trato igualitario que es el ideal de la libertad. Además, algunas desigualdades son inseparables de beneficios sociales cruciales, como las enormes ganancias conjuntas derivadas de la especialización entre personas con capacidades diferentes, coordinadas a través de acuerdos de mercado voluntarios.

Las reflexiones de Read merecen ser recordadas.

  • Los libros, los discursos, los anhelos expresados... tienen mucho que decir a favor de la igualdad... [pero] la desigualdad existe, ¡afortunadamente!
  • Tenemos aquí una trampa semántica... Una vez que aceptamos la idea de que todos los hombres son iguales ante Dios, [podemos] pensar en la igualdad como... una condición que hay que buscar... una noción peligrosa, completamente contraria a la realidad.
  • Lo que esta afirmación pretende transmitir, en realidad, es que todos los hombres están sometidos a las Leyes Universales indistintamente; no hay favoritos; hay una justicia común transversal. Teniendo esto en cuenta... reflexiona sobre la distinción entre justicia común e igualdad.
  • La ley civil ideal... es imparcial en cuanto a quién o qué somos... Las leyes civiles... redactadas de forma inteligente... son indiscriminadas; no confieren ningún privilegio especial a nadie... su sello es una justicia común.
  • Somos, tanto unos como otros, beneficiarios de la equidad y la justicia.
  • Tenemos igualdad de derechos... siempre que los «derechos» se definan y circunscriban adecuadamente. Cualquier persona... tiene tanto derecho a la vida, a los medios de subsistencia y a la libertad como cualquier otra, siempre que sus acciones sean pacíficas, es decir, no coercitivas... cuando se circunscribe así, el concepto de igualdad de derechos no reclama nada a ninguna otra persona; es, en cambio, una apelación a la razón, a la moral, a la justicia.
  • La mayoría de la gente no pone esos límites a la «igualdad de derechos». Ciegos a las limitaciones racionales de este concepto, se dejan llevar por la «igualdad» y exigen igualdad salarial, derechos a un puesto de trabajo... se piensa que los meros deseos son derechos.
  • Estas demandas de igualdad, más allá del límite racional... roban a un Pedro seleccionado para pagar a un Pablo colectivo, alimentando el nido de unos a costa de otros.
  • La libertad y la igualdad son... mutuamente antagónicas. La idea de la igualdad... se apoya en la antítesis de la libertad: la coacción bruta. Es... imposible ser libre cuando la igualdad se manipula políticamente.
  • Por último, llegamos a los argumentos económicos a favor de la desigualdad. No nuestras similitudes, sino nuestras diferencias, dan lugar a la división del trabajo y a los complejos procesos de mercado de la producción y el comercio... nos beneficia especializarnos y comerciar con otros especialistas.
  • Sirviendo así a los demás —y haciéndose cada vez más hábil y sobresaliente (desigual) en el proceso— sirve mejor a su propio interés.
  • Esta ventaja comparativa en el comercio, que recompensa al especialista más reputado, también recompensa de manera similar a todas las demás partes... cada una gana con el comercio... cada una encuentra una ventaja comparativa en el comercio... si es voluntario.
  • Esta bendición de la desigualdad no sólo proviene de las habilidades mentales o físicas de los comerciantes, sino también del capital, las herramientas de trabajo, los ahorros y las inversiones de los individuos. El especialista que ahorra y desarrolla herramientas se vuelve cada vez más especializado y eficiente. Y a todos los participantes en el mercado les conviene estimular al ahorrador y al inversor respetando y protegiendo su propiedad, aunque el resultado sea una mayor desigualdad de la riqueza que antes.
  • El procedimiento consiste en cultivar y acentuar sus diferencias en cuanto a las habilidades y a la propiedad privada y el uso de la propiedad, que son los requisitos para un comercio floreciente y beneficioso.
  • Lamentablemente, el malentendido y la mala aplicación del concepto de «igualdad» ofrece una explicación importante de los programas de nivelación... en el mundo actual.
  • [Abraza] este hecho de la Naturaleza —la desigualdad— y, también, a su servidora: la libertad humana... permite a cualquiera hacer lo que quiera mientras sea pacífico.

Leonard Read vio que la justicia común —la forma de igualdad necesaria para la libertad individual y la cooperación social— estaba siendo desplazada por los intentos de imponer resultados más igualitarios, lo que pone en peligro las vastas ganancias de nuestras diferencias (desigualdades), desarrolladas y utilizadas en nombre de otros a través de acuerdos de mercado voluntarios. Estas son lecciones cruciales que debemos aprender, si queremos revivir la justicia común, ahora ampliamente violada, y ampliar las bendiciones mutuas que sólo son posibles gracias a nuestras diferencias, que se ven socavadas cuando son erróneamente difamadas como desigualdades injustas.

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