RESUMEN: Estudiosos de la filosofía política, la teología, la economía, la sociología, la sociobiología y la historia reconocen actualmente que las religiones teístas y laicas son similares en forma y función. Este ensayo va más allá al establecer que todas las religiones son congruentes y complementarias en lugar de ser meramente similares. Todas las religiones, independientemente de su base, son respuestas conductuales institucionalizadas al «mal» que representa la escasez de recursos económicos. Todas las religiones sirven para unificar a las poblaciones para la defensa, la cooperación y la producción, y ofrecen apologías de la persistencia del mal en presencia de soberanos presuntamente omnipotentes, omniscientes y benevolentes (dioses, reyes, cargos electos, etc.). Todas las religiones comprenden una mezcla de construcciones metafísicas y todas las «verdades» religiosas son pragmáticas en el sentido de reflejar «lo que funciona», con qué fin funciona y para quién funciona. La teodicea leibniziana, un aspecto de la teología y precursora del utilitarismo radical y de la economía del bienestar, sostiene que crear «el mejor de los mundos posibles» implica concesiones divinas que supuestamente minimizan el mal. La economía política y la filosofía actuales también incluyen planteamientos basados en la fe para crear «el mayor bien para el mayor número», que a menudo implican el respaldo de la sabiduría divina. El resultado es la panoplia de males creados por el hombre, a menudo intencionados, que caracterizan a las mayorías democráticas antiliberales y a los Estados teocráticos.
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