El domingo, el populista austrolibertario Javier Milei fue elegido presidente de Argentina. En los Estados Unidos, la reacción osciló entre la curiosidad preocupada de la clase política y la celebración entusiasta de la derecha populista, incluidos algunos nacionalistas económicos. Varios libertarios de renombre también llamaron la atención sobre algunos de los muchos defectos de Milei, como sus opiniones sobre geopolítica.
Los escépticos libertarios de Milei tienen muchos puntos a favor. Y lo más probable es que un hombre con una legislatura en su contra no sea capaz de abordar los numerosos problemas de Argentina sin apoyo político. Pero aún así, hay mucho que admirar del ascenso de Milei y mucho que aprender de la retórica audaz y enérgica de su campaña. Porque nuestro país también necesita desesperadamente un cambio de rumbo similar.
Muchos americanos se encuentran en una situación difícil en estos momentos. Ochenta años de política monetaria inflacionista han encarecido la vida. Y la fuerte intervención del gobierno en muchos de los sectores más importantes —incluidos la sanidad, la vivienda, la educación y la energía— ha dificultado que los americanos más jóvenes puedan permitirse el mismo estilo de vida que las generaciones anteriores.
Además, la manipulación de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal ha dejado al pueblo americano muy endeudado, con pocos ahorros y obligado a soportar la pesadilla recurrente del ciclo de auge y caída. Mientras tanto, como las décadas de intervención extranjera de Washington previsiblemente le estallan en la cara, los políticos están pidiendo al pueblo americano que desembolse una cantidad cada vez mayor de dinero en el esfuerzo inútil de sostener un imperio global sin control. Todo ello mientras, en casa, el gobierno sigue siendo incapaz o no está dispuesto a proteger la vida y la propiedad de millones de americanos.
Puede que aún no tengamos una tasa de pobreza superior al 40% o una inflación superior al 140% como Argentina, pero estamos en una trayectoria que nos lleva directamente a ese tipo de ruina económica. No tiene por qué ser así. Conocemos la salida.
Ese camino implica disolver el sistema monetario politizado y volver a un sistema de dinero sano, en el que los precios y los tipos de interés estén determinados por la realidad económica, no por los caprichos de los burócratas. Eso sólo puede lograrse con la abolición total del sistema bancario cartelizado. La despolitización del dinero y la banca devolvería al pueblo americano el control de su propio dinero por primera vez en más de un siglo y pondría fin a la inflación permanente y a las incesantes recesiones.
Debemos poner fin a las desastrosas políticas, normativas y departamentos que han limitado la oferta de vivienda y energía y que han encarecido prohibitivamente los servicios educativos y sanitarios.
Y, sobre todo, tenemos que poner fin al afán de Washington por crear un imperio que se extienda por todo el mundo. El pueblo americano se ha visto obligado a financiar golpes de Estado, campañas de bombardeos y guerras que han matado a millones de personas y han hecho que el mundo sea menos estable. La historia está llena de imperios que se extralimitan y se derrumban. Evitemos nuestra propia caída.
Javier Milei ha demostrado, como antes hizo Ron Paul, que es posible conseguir que millones de personas comprendan la necesidad de la libertad radical y que se movilicen al respecto. Y eso es importante, porque la clase política nunca va a renunciar a ningún poder a menos que un fuerte movimiento de base no les deje otra opción.
La victoria de Milei reitera que la libertad puede ganar. Pero se necesitan voces fuertes e intransigentes que puedan hablar a la gente corriente de sus problemas más acuciantes y ofrecer una visión convincente de un futuro más libre, seguro y rico.