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La tragedia de la expatriación: el futuro perdido de Europa

Una encuesta reciente ha causado un gran revuelo en Francia, poniendo de relieve una nueva realidad a la que se enfrenta una Europa en transformación: la fuga de cerebros y la expatriación de sus individuos más productivos. «La fuga de cerebros es un fenómeno que Europa suele atribuir al continente africano. Ahora, Francia se ve totalmente afectada».

Según este estudio, cada año, cerca de 15 000 jóvenes graduados de escuelas de ingeniería y administración francesas deciden iniciar su carrera en el extranjero. ¿Las principales razones? Los bajos salarios debido a los altos impuestos, pero también la percepción de declive. De hecho, el 70 % de las personas con talento cree que Francia está en declive, mientras que el 81 % y el 74 % están preocupados por la situación política y económica, respectivamente. Otras cifras ilustran esta tendencia: hay más fundadores franceses de unicornios (empresas valoradas en más de 1000 millones de dólares) en los Estados Unidos (46) que en Francia (alrededor de 22 en 2024).

Esta tendencia no es exclusiva de Francia. También se observa en Alemania, donde algunos jóvenes talentos se están trasladando a destinos que ofrecen mejores perspectivas, como Suiza. En el Reino Unido, empresarios de renombre han abandonado el país, como el director general de Revolut, Nikolay Storonsky, que recientemente ha trasladado su residencia fiscal a los Emiratos Árabes Unidos.

Este fenómeno no es nuevo en el Viejo Continente. A lo largo de la historia, muchos europeos han optado por abandonar sus países en busca de una vida mejor, donde ellos y sus familias recibieran un mejor trato y donde sus derechos de propiedad, su libertad y su seguridad personal estuvieran más protegidos.

Un paralelismo histórico: la revocación del Edicto de Nantes

Para ilustrar este punto, consideremos el ejemplo francés de la revocación del Edicto de Nantes y el posterior éxodo de los protestantes franceses, conocidos como hugonotes. En octubre de 1685, el rey Luis XIV decidió tomar esta medida y firmó el Edicto de Fontainebleau. Este acto puso fin a la tolerancia concedida a los protestantes desde 1598 y prohibió formalmente la práctica de la religión reformada, así como la emigración, bajo pena de sanciones. Como era de esperar, la prohibición no fue muy respetada y se estima que entre 180 000 y 200 000 protestantes abandonaron Francia, lo que representaba alrededor de una cuarta parte de la población protestante de la época.

Esta emigración tuvo consecuencias inmediatas. Los hugonotes solían ser artesanos cualificados, empresarios, figuras prominentes, financieros e intelectuales. Su partida debilitó la economía del reino. Sin embargo, como enseñó el economista francés Frédéric Bastiat, las acciones políticas tienen una «parte invisible» cuyos efectos a largo plazo en la sociedad siguen siendo imperceptibles e impredecibles.

¿Cuál habría sido el destino de Francia si no se hubiera producido el exilio de los hugonotes y si estas 200 000 personas se hubieran quedado? ¿Qué realidad alternativa estaríamos viviendo hoy? Estas oportunidades se han perdido para siempre, por lo que es imposible saberlo. Esta es la tragedia del intervencionismo político- a en la economía: a menudo nos lleva por un camino menos favorable del que podríamos haber tomado.

Esta es la lección eterna de Frédéric Bastiat, que revisamos constantemente: lo que vemos y lo que no vemos. Esta distinción entre buenos y malos economistas también se aplica a los políticos y legisladores, como señaló Henry Hazlitt varias décadas más tarde.

«El mal economista persigue un pequeño bien presente que será seguido de un gran mal futuro, mientras que el verdadero economista persigue un gran bien futuro a riesgo de un pequeño mal presente». —Frédéric Bastiat

Para ilustrar este punto, mencionemos a algunos hugonotes expatriados famosos en Inglaterra. Pierre-Antoine Motteux (1660-1718) —escritor y editor—, huyó a Inglaterra, donde fundó el Gentleman’s Journal en 1692. Fue una de las primeras publicaciones periódicas inglesas y marcó el comienzo de la prensa moderna. Denis Papin (1647-1712), físico e inventor francés famoso por su trabajo pionero en la máquina de vapor, también se exilió en Inglaterra. Allí colaboró con Robert Boyle, considerado uno de los padres fundadores de la ciencia experimental moderna. Papin contribuyó sin duda al progreso del Reino Unido durante la Revolución Industrial.

Aproximadamente 20 000 hugonotes se establecieron en Suiza, principalmente en la región de Ginebra. Aportaron una gran experiencia y una cultura de precisión que influyó en el estilo, la técnica y el éxito de la incipiente industria relojera suiza. Introdujeron nuevas técnicas, como el método de établissage, que se caracterizaba por la división del trabajo entre pequeños talleres especializados y constituyó una pequeña revolución técnica e industrial. Sin los hugonotes, Suiza probablemente nunca habría adquirido su reputación de excelencia en la relojería durante el siglo XVIII.

Sin embargo, estos ejemplos no deben distraernos de otros casos de emigración masiva europea causada por el intervencionismo estatal, como la expulsión de los judíos de España en 1492 y de Portugal en 1497, la emigración alemana tras las revoluciones de 1848 y la emigración judía de Alemania y Europa Central entre 1933 y 1941 a Suiza, Inglaterra y los Estados Unidos. En este último caso, es imposible no pensar en el propio Ludwig von Mises.

«Una pérdida inconmensurable»

El contenido de la acción humana, es decir, los fines perseguidos y los medios elegidos y aplicados para satisfacer esas necesidades, viene determinado por las cualidades personales de cada hombre que actúa. El hombre individual es el producto de una larga línea de evolución zoológica que ha moldeado su herencia fisiológica. Nace como descendiente y heredero de sus antepasados, y el precipitado y sedimento de todo lo que experimentaron sus antepasados es su patrimonio biológico. Cuando nace, no entra en el mundo en general como tal, sino en un entorno definido. Las cualidades biológicas innatas y heredadas y todo lo que la vida ha hecho en él hacen que un hombre sea lo que es en cualquier instante de su peregrinaje. Son su destino y su suerte. —Ludwig von Mises, Acción humana, p. 46

Como hemos visto, la verdadera tragedia de la expatriación radica en sus consecuencias invisibles a largo plazo. Cuando un país pierde a personas trabajadoras, no solo pierde su capital humano actual, sino también su capacidad para crear más.

Un colectivo nunca tiene éxito por sí solo; su éxito está determinado por sus individuos. La suma de los éxitos y fracasos personales y familiares determina si el grupo tiene éxito. Por lo tanto, cada individuo que abandona Europa para ser más productivo en otro lugar lleva consigo la promesa de un futuro mejor para sí mismo y para la nueva comunidad a la que contribuirá. La riqueza y la productividad son siempre realidades individuales.

No olvidemos nunca que un colectivo nunca triunfa por sí solo; son los individuos que lo componen los que determinan su éxito. Es la suma de estos éxitos y fracasos personales y familiares la que valida el éxito del grupo. Por lo tanto, cuando los individuos abandonan Europa para ser más productivos en otros lugares, se llevan consigo la promesa de un futuro mejor para ellos mismos y para el nuevo colectivo al que contribuirán.

Esto nos lleva de vuelta al individualismo metodológico de la escuela austriaca: los individuos no son constantes y predecibles; cada individuo es único y se guía por sus propios objetivos y métodos para alcanzarlos. Como señala el ensayista francés Samuel Fitoussi, citando el ensayo «The Son Also Rises» del economista británico Gregory Clark, la composición de una población determina su futuro económico durante siglos. Las oleadas de inmigración que se integran bien benefician a un país generación tras generación, mientras que las que tienen dificultades para integrarse suponen una pesada carga a largo plazo. Para Clark, las variables hereditarias e individuales desempeñan un papel fundamental en la formación y transmisión del capital social y cultural intergeneracional, una dinámica subjetiva que la intervención estatal igualitaria lucha por borrar a pesar de sus esfuerzos.

La acción humana siempre encontrará la manera de escapar a cualquier intento de ingeniería social y demostrará constantemente que los individuos siempre actuarán en su propio interés, que con demasiada frecuencia es contrario al del Estado. Esta es una realidad que algunas personas están descubriendo ahora, pero que la Escuela Austriaca comprendió hace mucho tiempo.

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