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George Fitzhugh, el socialista honrado

En los debates de mediados del siglo XIX sobre las virtudes y defectos de la esclavitud, Los argumentos de los sureños a favor de la esclavitud pasaron de una afirmación de que la esclavitud era un “mal necesario”, a argumentos de que era un “bien moral positivo”. Una buena parte de esta evolución en perspectiva era una reacción a la creciente antipatía moral hacia la esclavitud por parte del Norte, alimentando la necesidad (desde la perspectiva sureña) de encontrar una defensa de la esclavitud que pudieran oponer sobre bases morales.

Pero la defensa de la esclavitud de George Fitzhugh fue única. Aceptaba el argumento paternalista que estaban adoptando cada vez más los sureños (en concreto, el de que la esclavitud mejoraba la posición del esclavo) , pero rechazaba la división racial que incluía necesariamente su argumento. En su infame publicación de 1954, Sociology of the South, escribía:

Aborrecemos la doctrina de los “tipos de humanidad”: primero, porque está en contra de la escritura, que nos enseña que toda la raza humana desciende de unos padres comunes, y, en segundo lugar, porque anima e incita a los amos brutales a tratar a los negros, no como hermanos débiles, ignorantes y dependientes, sino como bestias malvadas, sin trazas de humanidad.

De acuerdo con las opiniones racistas del momento, Fitzhugh creía que los negros eran “débiles, ignorantes y dependientes” de la clase superior de los blancos, pero su racismo era parte de un análisis de clase, común para los socialistas. En otras palabras, los beneficios que creía que obtenían los negros de la esclavitud deberían aplicarse también a los blancos pobres y menos capaces.

A Fitzhugh le preocupaban las cuestiones laborales que se estaban convirtiendo en una preocupación más importante en el discurso político europeo y estadounidense y, como mucha gente, creía que el socialismo era la solución para las preocupaciones laborales. La esclavitud era buena, dejaba claro Fitzhugh, porque “la esclavitud es una forma, y la mejor forma, el socialismo”.

Fitzhugh, Al contrario que otros en ambos bandos del debate de la esclavitud, no ofrecía un supuesto amor por la libertad. “La disociación del trabajo y la desintegración de la sociedad”, escribía, “que ocasionan la libertad y la libre competencia, son especialmente injuriosas para la clase más pobre”. Las cargas de los pobres, a los ojos de Fitzhugh, venían impuestas por un sistema de libre comercio, en el cual “el hombre pobre sufre la carga de tener que encontrar un hogar y conseguir empleo y atender todos los deseos y preocupaciones domésticos”. El Sur tenía la solución para los pobres, tanto blancos como negros: “La esclavitud alivia a vuestros esclavos estas cargas de una sola vez”.

Como muchos socialistas de entonces y ahora, Fitzhugh establecía la conexión entre una economía de ordeno y mando y una plantación esclavista, pero en lugar de ver ambas como malas, consideraba a ambas como buenas:

La asociación del trabajo llevado a cabo adecuadamente bajo un jefe o gobernante común haría más eficiente el trabajo, aliviaría al trabajador de muchas de las preocupaciones de los asuntos familiares y le protegería y apoyaría en la enfermedad y la vejez, además de impedir la reducción muy grande de salarios debida a la redundancia del trabajo y la libre competencia. La esclavitud logra todos estos resultados. ¿Qué otra cosa haría lo mismo?

Fitzhugh sabía que la esclavitud era la antítesis del capitalismo y atacaba directamente las ideas en un sistema de libre mercado en su defensa de la esclavitud. “La tinta no estaba seca cuando Adam Smith escribió su Riqueza de las naciones, alabando las benignas influencias de una sociedad libre”, argumentaba Fitzhugh, “antes de que el hambre y la necesidad y la desnudez de esa sociedad engendrara una explosión revolucionaria que sacudió el mundo hasta su centro”. Suponiendo, como él parece hacer, que los males del libre comercio eran evidentes, cita las muchas revoluciones de Europa en solo unos pocos años anteriores como evidencia de que lo que querían los revolucionarios era esclavitud. Señala a los “hambrientos artesanos y trabajadores y pescadores y costureras de París”, los “siervos de Rusia” y la Ucrania que “luchaba por lares y penates, sus hogares, su familia y su Dios”, porque “habían sido liberados para morir de hambre, sin un lugar en el que descansar sus cabezas moribundas o enterrar sus cuerpos muertos”.

Después de señalar el fracaso de la Comuna de París (un fracaso que supone que se debe a la falta de una dirección central en forma de una autoridad real) , señala que “Luis Napoleón se hace emperador” y alaba a este por entender “el mal de la sociedad” y por tener “el suficiente valor para cualquier operación quirúrgica que pudiera ser necesaria para curarlo”.

“Es un socialista” escribe Fitzhugh de Luis Napoleón, “y el socialismo es el nuevo nombre de moda de la esclavitud”.

“Su primer paso en el socialismo”, Fitzhugh continúa con sus alabanzas, “fue tomar el dinero de los ricos para comprar trigo para todos”, un acto que fue “bien programado y justo”. Napoleón “está ahora construyendo casas en el plan social para hombres trabajadores y su reina está proporcionando guarderías y cuidadoras para los hijos de las mujeres trabajadoras, lo mismo que hacemos los sureños por nuestras mujeres y niños negros “.

“Es una gran economía”, declara Fitzhugh, y “Fourier la sugirió mucho antes de que los sureños la hubieran practicado”.

En un resumen franco y sincero de sus opiniones, Fitzhugh escribía:

El socialismo propone acabar con la libre competencia, conseguir protección y apoyo en todo momento a la clase trabajadora, crear al menos una comunidad o propiedad cualificada y asociar trabajo. La esclavitud se atiene completa y perfectamente a todos estos fines.

En las obras de historia, Fitzhugh se señala como un interesante caso aparte entre los defensores de la esclavitud. Los historiadores señalan que es el único que plantea que la esclavitud es un bien moral y que (contrariamente a otro sureños) este bien moral debería extenderse beneficiosamente a los blancos Igual que a los negros. Fitzhugh, para la mayoría de los historiadores, es único en la manera en que defiende la esclavitud.

Pero la mayoría de los historiadores pasan de puntillas u omiten directamente el muy lógico razonamiento de Fitzhugh detrás de sus creencias: socialismo y esclavitud son uno y lo mismo, son lógicamente inseparables. Este argumento no es único y ha sido realizado por defensores del libre mercado desde los inicios de los movimientos socialistas. Lo único único en Fitzhugh era que creía erróneamente que el socialismo (y por extensión lógica, la esclavitud) era un bien moral y práctico. Yo diría que Fitzhugh, al reconocer que esclavitud y socialismo eran lógicamente idénticos, fue el único socialista verdaderamente honrado.

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