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El desastre de la eurozona: entre el estancamiento y la estanflación

La economía de la eurozona es más que débil. Está en profunda contracción, y los datos son asombrosos.

El índice de gestores de compras (PMI) del sector manufacturero de la eurozona, elaborado por S&P Global, cayó en octubre a su nivel más bajo en tres meses (43,1), lo que supone el decimosexto mes consecutivo de contracción. Sin embargo, los analistas europeos tienden a ignorar el descenso del sector manufacturero con la excusa de que el sector servicios es mayor y más fuerte de lo esperado, pero no es así. El PMI compuesto de la eurozona también está en profunda contracción, con 46,5 puntos, su nivel más bajo en treinta y cinco meses, y el sector servicios se desplomó a territorio de recesión, con 47,8 puntos, su nivel más bajo en treinta y dos meses.

Algunos analistas culpan a la crisis energética y a las subidas de tipos del Banco Central Europeo (BCE), pero esto no tiene sentido. La eurozona debería estar superando a los Estados Unidos y China porque la crisis energética revirtió casi de inmediato. Entre mayo de 2022 y junio de 2023, todas las materias primas, incluidos el gas natural, el petróleo y el carbón, así como el trigo, se desplomaron y cayeron a niveles anteriores a la guerra de Ucrania. Un invierno suave y el impacto de la contracción monetaria crearon un fuerte estímulo que debería haber ayudado a la eurozona, y no hubo interrupciones del suministro. De hecho, la contribución del sector exterior al PIB ayudó a la zona a evitar una recesión, ya que las exportaciones se mantuvieron saneadas mientras que las importaciones disminuyeron.

Culpar de la recesión de la eurozona a la política monetaria del BCE también es injusto. La inflación de la eurozona es inaceptable y, como demuestran los estudios de Borio y Congdon y Castañeda, la inflación fue causada por un crecimiento excesivo del dinero. Además, la política monetaria del BCE sigue siendo enormemente acomodaticia. De hecho, el equivocado programa antifragmentación sigue apoyando la deuda de países fiscalmente irresponsables. El balance del BCE representa más del 50% del producto interior bruto (PIB) de la zona euro, frente al 30% de la Reserva Federal.

La política fiscal y monetaria siguen siendo expansionistas. Los gobiernos pueden gastar a su antojo, ya que se han suspendido las normas y los límites fiscales. Por tanto, las condiciones fiscales y monetarias son un sueño keynesiano. Y aún hay más, porque el tan cacareado Fondo de Nueva Generación de la UE, un paquete de estímulo de 750.000 millones de euros destinado a reforzar el crecimiento y la productividad, está en pleno apogeo.

Ahora pongamos todo esto junto. Paquetes de estímulo masivos, gasto deficitario, política monetaria acomodaticia y el apoyo externo de gas natural y carbón baratos. . . Y no hay crecimiento. Echar la culpa a la desaceleración de China es de vagos. Si el crecimiento de la eurozona estuviera impulsado por las exportaciones a China, Alemania no habría estado al borde de la recesión, y Francia e Italia registrarían un crecimiento cero en 2019, por ejemplo. Además, el escaso crecimiento de la eurozona entre 2011 y 2019 coincidió con un periodo de extraordinaria expansión en China.

El problema de la eurozona no es China, ni las subidas de tipos, ni la guerra de Ucrania. La maldición de la eurozona es la planificación central. Subsidiar sectores obsoletos y firmas zombis, inflar el gasto público y aumentar masivamente los impuestos a los sectores más productivos están ahuyentando la tecnología, la industria y los sectores de alta productividad. El gasto público corriente es ahora el principal componente del PIB en países como Francia o Bélgica y está aumentando en toda la eurozona. La aplicación de decisiones económicas impuestas políticamente ha paralizado las oportunidades de la zona euro, y la política energética es un área clave del estancamiento de la economía. Una política energética equivocada hace que la industria sea menos competitiva y la economía más vulnerable, ya que los precios de la electricidad y el gas natural para los hogares y las industrias son bastante más caros que en China o los EEUU debido a la acumulación de impuestos y cargas normativas.

El BCE no tiene que decidir entre inflación y crecimiento. Se trata de un falso dilema. Hay crecimiento de sobra sin inflación en las economías de alta productividad. El problema es que los gobiernos europeos creen que todos sus desequilibrios fiscales se disimularán con la política monetaria y exigen tipos reales negativos y una monetización constante de la deuda. Así pues, el BCE tendrá que elegir entre estancamiento y estanflación porque los gobiernos le obligan.

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