En los últimos meses, varias revistas de aviación de renombre, como Combat Aircraft Journal Magazine, han afirmado que el F-35 no está capacitado para el combate. Su número de abril contenía muchos informes relacionados con el progreso del F-35, pero ninguno mencionaba siquiera el acoplamiento del pájaro a un arma real, y mucho menos el uso de un arma real en entrenamiento. Al parecer, la USAF, la Marina y el Cuerpo de Marines están esperando una actualización de software denominada TR-3 que controlará todos los sistemas de armas. Hasta que llegue ese momento, los F-35 que han sido entregados a las bases de EEUU se están utilizando únicamente para el entrenamiento de pilotos y de mantenimiento.
No está claro si el problema del software fue creado por una deficiencia en Lockheed Martin o si hay nuevos cambios exigidos por el Departamento de Defensa. En cualquier caso, tras décadas de costes de desarrollo que ascienden a miles de millones, el F-35 no protege nada. Este es el peor resultado posible para cualquier programa gubernamental y especialmente preocupante dado que nuestra defensa nacional está en peligro. ¿O no? En primer lugar, echemos un vistazo a la causa de esta debacle.
Falta de cálculo económico
El problema subyacente de todos los programas gubernamentales es que no existe un cálculo económico real. En otras palabras, no hay una forma racional de determinar qué programa debe financiar el gobierno, cuánto debe gastar o cuánto tiempo debe existir el programa. Además, ninguna persona u organismo es responsable de garantizar la ejecución del programa al coste previsto, con la amenaza de la pérdida de puestos de trabajo o la quiebra de la empresa si el programa fracasa. Los defensores del sistema actual afirman que ninguna empresa pagaría por adelantado la factura de un programa tan caro como el F-35; por lo tanto, el gobierno debe pagar tanto si el programa tiene éxito como si no. Se trata de una receta para los sobrecostes, los retrasos y el fracaso absoluto, como ha demostrado el programa F-35.
Es cierto que el presupuesto de defensa de un país no viene determinado por los cálculos normales del mercado, como por ejemplo si debo o no sustituir mi viejo coche y, en caso afirmativo, cuánto estoy dispuesto a gastarme. Como explicó Caspar Weinberger, ex secretario de Defensa durante la administración Reagan, el gasto en defensa depende de la amenaza percibida. Obviamente, determinar el alcance de la amenaza percibida es una evaluación controvertida.
En mi casa puede haber algún desacuerdo sobre si sustituir o no el coche viejo y, en caso afirmativo, con qué y cuánto podemos pagar. Pero al final nos pondremos de acuerdo, porque los factores que impulsan la decisión no son tan controvertidos. Nuestras finanzas personales son el principal factor determinante. Puede que yo quiera un Jaguar nuevo, pero el presupuesto sólo financiará un Chevy usado y con poco kilometraje. Gastar dinero en cualquier cosa significa que no se puede gastar en otra cosa. Y siempre existe la posibilidad de que compremos un limón. En otras palabras, hay un compromiso. Por desgracia, los simples mortales del sector privado vivimos en un mundo de riesgo y escasez, algo que a los gobiernos les importa poco.
Sin limitaciones presupuestarias aparentes con el dinero fíat
Pero, ¿cuál es la «realidad» de los gastos de defensa? Debería basarse en la capacidad de pago del gobierno, pero eso se ha hecho muy difícil con la desaparición del patrón oro para ser sustituido por un dólar fiat que puede fabricarse ad infinitum de la nada. Ahora todo parece posible. Parece que no hay compromisos, pero es una ilusión.
El dólar de oro anclaba las decisiones presupuestarias en la realidad financiera. Si el gobierno quería financiar un nuevo programa o aumentar la financiación de uno ya existente, sus opciones eran sencillas: recortar una cantidad similar de otra partida del presupuesto, aumentar los impuestos o pedir prestado honestamente en el mercado de bonos (lo que significaba desplazar la inversión privada debido a la inevitable e ineludible subida de la tasa de interés). La contrapartida oculta de un dólar fiduciario es la degradación del poder adquisitivo de la moneda, algo que todos vemos a diario en el supermercado.
La amenaza de la irrelevancia
El gasto en defensa para grandes partidas con un largo plazo de desarrollo, como el programa de cazas F-35, se enfrenta al riesgo adicional de convertirse en irrelevante. Boeing ha desarrollado cazas no tripulados: el YFQ-42 y el YFQ-44. Según se dice, Elon Musk es escéptico sobre la continuación del programa. Al parecer, Elon Musk se muestra escéptico sobre la continuación del programa, principalmente debido a la llegada de la guerra de aviones no tripulados, algo que no se consideraba una herramienta militar potencial cuando se concibió el F-35. Incluso ahora, los plazos de entrega son muy largos sólo para las reparaciones normales. El F-35 tiene un problema de disipación del calor causado por la sobrecarga de sus sistemas informáticos internos. Lockheed Martin afirma que la solución tardará entre cinco y siete años. Es el regalo a los generales, almirantes y contratistas de defensa que sigue dando. Pero esto no hace más que exacerbar la amenaza de la irrelevancia.
El F-35 nunca entrará en combate en el hemisferio occidental
El F-35, —como todos los aviones de cazas americanos— sólo combatirá en el extranjero. No fue diseñado para participar en combates contra enjambres de cazas canadienses o mexicanos. Sólo se desplegará en bases controladas por los americanos en ultramar, en nuestros portaaviones o se venderá a nuestros aliados. Si, Dios no lo quiera, estalla la paz en Europa y en el lejano Oriente, ¡puede que no haya mercado para el F-35! El imperio americano posterior a la Segunda Guerra Mundial está llegando a su fin. América se retira de Europa. Nuestros aliados en Extremo Oriente son cada vez más ricos para defenderse. Japón está desarrollando su propio caza. Los europeos han desarrollado sus propios cazas en el pasado y planean hacerlo en el futuro, posiblemente en colaboración con Japón. Ningún estadista de verdad confiaría en otra nación, ni siquiera en EEUU, para proporcionar su defensa nacional. Si no se despliega en Europa ni se vende a nuestros aliados, ¿dónde está el mercado para el F-35?
Conclusión
Al absorber tantos dólares de defensa —especialmente los destinados a la USAF— el programa F-35 ha perjudicado la capacidad de defensa de América. No hay razón para seguir tirando dinero bueno tras dinero malo en este agujero negro. El Departamento de Defensa y el Congreso deben aprender las lecciones de esta debacle. La lección principal debería ser que sin dinero sólido las ya difíciles decisiones sobre cuánto gastar en defensa se vuelven casi imposibles de determinar. Esto ha dado lugar a un despilfarro masivo de recursos del que el F-35 es el ejemplo.