[Extraído de The Austrian 3, nº 5 (2017): 18-19]
Hace poco vi un tuit muy ingenioso que decía que la gente que dice “Los nazis eran socialistas, ¡está en su nombre!” deben estar “muy confundidos con las alitas de búfalo”. Ahora la idea convencional es que los nazis eran capitalistas, no socialistas, a pesar de su nombre equívoco el “Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes”. Cualquiera con un título universitario sabe que eran capitalistas, si no en el hombre, al menos en sus principios.
Por supuesto, todo esto es una tontería. Pero sí plantea la pregunta de de dónde vino este mito. En realidad, Mises respondió a esta pregunta en 1951 en su ensayo Caos planificado.
Durante el siglo XIX, cuando el socialismo se estaba poniendo de moda en Europa, no había ninguna distinción entre “socialismo” y “comunismo”. Había diferentes formas de socialismo, por supuesto, pero no se distinguían con términos diferentes. Los distintos pensadores tenían sus preferencias, pero los términos se usaban indistintamente, incluso por Karl Marx. Mises escribe: “En 1885, en su Crítica del programa de Gotha del Partido Socialdemócrata Alemán, Marx distinguía entre una fase inferior (anterior) y una superior (posterior) de la sociedad comunista futura. Pero no reservaba el nombre de comunismo para la fase superior, ni llamaba socialismo a la fase inferior como algo diferenciado del comunismo”.
Según la teoría de la historia de Marx, el socialismo era algo inevitable. De acuerdo con este punto de vista determinista, todo país estaba destinado a progresar de una sociedad feudalista, a una capitalista y finalmente a una sociedad socialista. Para Marx, esta progresión era inevitable.
En Alemania, los primeros proveedores de “socialismo de estado” aparecieron poco antes de Marx. Johann Karl Rodbertus, como Marx, rechazaba muchas de las teorías socialistas existentes como insostenibles. Rodbertus fue el primer pensador socialista que defendido el control tanto de la producción como de la distribución y, para lograrlo, el socialista debía usar el estado. El mayor expositor de sus ideas fue Ferdinand Lassalle, cuyo proselitismo llevó a un rápido crecimiento en popularidad de lo que Mises llamaría “socialismo de patrón alemán”.
El socialismo alemán, como lo define Mises, difiere de lo que llamaba “socialismo de patrón ruso” en que “se mantiene, aparente y nominalmente, la propiedad privada de los medios de producción, las empresas y el intercambio del mercado”. Sin embargo, este es solo un sistema superficial de propia privada, porque, a través de un sistema completo de intervención y control económico, la función empresarial de los dueños de la propiedad está completamente controlada por el Estado. Con esto, Mises quiere decir que los dueños de negocios no especulan acerca de acontecimientos futuros para el fin de asignar recursos en la búsqueda de beneficios. Igual que en la Unión Soviética, esta especulación empresarial de asignación de recursos la realiza una sola entidad, el Estado, y el cálculo económico es por tanto imposible.
“En la Alemania nazi” nos dice Mises, a los dueños de propiedades “se les llamaba directores de tienda o Betriebsführer. El gobierno dice a estos falsos empresarios lo que quiere producir y cómo., a que precios comprar y a quién, a qué precios vender y a quién. El gobierno decreta con qué salarios deberían trabajar los obreros y a quién y en qué condiciones deberían los capitalistas confiar sus fondos. El intercambio del mercado no es más que una farsa. Como todos los precios, salarios y tipos de interés están fijados por la autoridad, son precios, salarios y tipos de interés solo en apariencia; de hecho, son meramente términos cuantitativos en las órdenes autoritarias que determinan la renta, consumo y nivel de vida de cada ciudadano. La autoridad, no los consumidores, dirige la producción. El consejo general de dirección de la producción es supremo; todos los ciudadanos no son sino servidores civiles. Esto es socialismo con la apariencia externa de capitalismo. Se mantienen algunas etiquetas de la economía capitalista de mercado, pero aquí significan algo completamente distinto de lo que significan en la economía de mercado”.
Pero los propios soviéticos también desempeñaron un papel en la creación del mito del capitalista nazi. Los nazis no estaban tratando de ocultar su socialismo (después de todo, tuits sarcásticos aparte, el socialismo estaba en el nombre): solo estaban implantando socialismo de acuerdo con una estrategia distinta de la de los socialistas marxistas.
Los soviéticos fueron capaces de calificar a los nazis como capitalistas solo porque ya habían empezado a redefinir los términos “socialismo” y “comunismo” para ajustarse a su propio programa político. En 1912, Lenin formó su Partido Comunista. Los miembros de este partido, los bolcheviques, eran ahora distintos de los demás grupos rivales socialistas. Los términos “comunismo” y “socialismo” podían seguir siendo usados indiferentemente y la propia Unión Soviética era solo un nombre abreviado para la “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”. Pero al llamar a su grupo con el nombre de “Partido Comunista”, el título “comunista” (ahora significando miembro del partido de Lenin) se convirtió en una manera de decir que alguien era un “verdadero socialista”, por decirlo así.
“Fue solo en 1928”, explica Mises, “cuando el programa de la Internacional Comunista (…) empezó a diferenciar entre comunismo y socialismo (y no solamente entre comunistas y socialistas)”. Esta nueva doctrina sostenía que, en el marco marxista, había otra etapa de desarrollo entre capitalismo y el comunismo. Esa etapa, por supuesto, era el socialismo y era la etapa en la que estaba la Unión Soviética.
En su teoría original, Marx hacia una distinción entre comunismo de etapas tempranas y posteriores, en el que la verdadera igualdad solo se alcanzaría en la etapa final del comunismo, después de que el Estado hubiera seguido con éxito todas sus prescripciones y los seres humanos hubieran evolucionado más allá de su “conciencia de clase”. En la nueva doctrina, el “socialismo” simplemente se refería a la etapa temprana del comunismo de Marx, mientras que el verdadero comunismo (la etapa posterior del comunismo de Marx) no se alcanzaría hasta que todo el mundo fuera comunista. Así, la Unión Soviética era únicamente socialista y los miembros del partido eran comunistas porque eran los pocos ilustrados estaban trabajando por el objetivo último del comunismo.
Pero los nazis todavía afirmaban ser socialistas y, de hecho, estaban actuando bastante como socialistas con sus duras intervenciones económicas. Sin embargo, seguía habiendo desigualdad económica entre los ciudadanos de la Alemania nazi (igual que la había en la Unión Soviética, pero eso no importaba para la explicación). Además, como señalaba Mises en su análisis del socialismo de patrón alemán, los nazis mantenían parte del lenguaje legal de una sociedad capitalista. En concreto, todavía existía en la existencia superficial de la propiedad privada nominal.
Cuando los nazis invadieron la Unión Soviética, Josif Stalin y sus secuaces usaron la nueva narrativa comunista para redefinir el socialismo nazi (que nunca fue marxismo, pero se basaba en las teorías de los socialistas alemanes originales, que influyeron directamente en las ideas posteriores de Marx) como “capitalista”. De acuerdo con esta nueva narrativa, los nazis estaban en la etapa final y peor del capitalismo.
En un momento en el que muchos miembros de la intelectualidad europea seguían enamorados de la Unión Soviética, esta narrativa de los nazis como capitalistas fue una mentira bienvenida. Pero esta idea no proviene de ninguna justificación de principios económicos, sino más bien de la interpretación soviética del marco marxista. Los nazis, que publicitaban orgullosamente su socialismo e implantaron políticas socialistas con gran coherencia, eran calificados ahora como capitalistas sin ningún motivo que no fuera que no se ajustaban limpiamente a la visión soviético-marxista del mundo y esta falsa narrativa sobrevive hasta hoy.